default

La Justicia es un perro rabioso...

Por - 17 de Junio 2013

…..que no muerde sino a los de ruana. Ese viejo y doloroso adagio tendrá que cambiarse por otro diga que es el mismo perro rabioso, pero que muerde a los políticos que odia. Y este es el caso.

…..que no muerde sino a los de ruana. Ese viejo y doloroso adagio tendrá que cambiarse por otro diga que es el mismo perro rabioso, pero que muerde a los políticos que odia. Y este es el caso.

La libertad de Andrés Felipe Arias no es noticia, salvo que la prensa, otra vez equivocada, le de ese cariz. Lo que es noticia es que el exministro y ex candidato a la Presidencia haya pasado dos años en la cárcel, como resultado de la mordedura de aquel perro rabioso que anda suelto entre nosotros.

No están bien informados los que le atribuyen la detención de Arias al proceso que se le sigue por el famoso escándalo periodístico de Agro Ingreso Seguro. Esto último fue el pretexto. El motivo del encarcelamiento es otro bien distinto. Porque la detención precautelativa no es asunto del juez del conocimiento, sino del juez llamado de garantías, que mide la peligrosidad del sindicado, o el riesgo de que huya haciendo burla de la justicia que lo persigue.

Los Magistrados del Tribunal saben que el doctor Arias no es un peligro para nadie, y que el delito que se le atribuye no lo podría repetir siendo un simple particular. ¿Por qué entonces lo mandó para la cárcel? Pues por una peregrina razón que se inventó, lo que significa que no está en la Ley, lo que implica que se trata de un escandaloso prevaricato. (Columna: Un caso para Sherlock Holmes)

Andrés Felipe Arias fue privado de su libertad, porque a juicio de sus extraños garantes, estando libre podría entenderse con los testigos del proceso, influir sobre ellos y cambiar el dicho que trajeran ante la Justicia. Lo que significa que en alguna parte está prohibido que un procesado hable con un potencial o real testigo, lo que habría de impedirse con la medida que se adoptó.

Pues no, mi lector querido, la Ley Penal no prohíbe ese contacto, pues que cuando no quiere que se produzca, incomunica transitoriamente al reo, para que no hable con nadie. La suposición del juez, la de que Arias hablaría con los testigos de la Fiscalía y que cambiaría su dicho, es una monstruosidad judicial que no puede ser indiferente a una sociedad amenazada de tan grave riesgo.

La cadena de hipótesis de los crueles togados se inicia con la prueba de que el doctor Arias habría visitado en la cárcel a un testigo detenido, de casualidad su amigo y subalterno en el ministerio. De ahí tejieron la trama de que el tema de la conversación fue el testimonio, de lo que no hay prueba sino simple hipótesis, y que cambió su dicho ante la Corte, lo que es imaginación pura, rocambolesca, descarada.

Si la tesis del Tribunal fuera correcta, el problema de las cárceles y el de la libertad en Colombia alcanzarían dimensiones insondables. Un proceso penal se inicia con pruebas controvertibles, cuando menos, y casi ninguno se mueve sin testigos. Por donde llegamos a la atroz perspectiva de que todos los enjuiciados se van para la cárcel, mientras se practican las pruebas. Es tan monstruosa esa posibilidad, tan inicua y de efectos tan grotescos, que horroriza de solo plantearse.  (Lea: Londoño y Lafaurie hablaron sobre el futuro Colombia)

Pues esa fue la barbaridad que cometieron durante dos años los magistrados del Tribunal de Bogotá contra Andrés Felipe Arias. Lo separaron de su familia, dejaron dos niños sin su padre, a una esposa sin su marido y partieron la vida de uno de los hombres más promisorios de la política colombiana, simplemente porque se les dio la gana. Y un Juez que obra porque se le da la gana es un peligro para la sociedad, además de prevaricador escandaloso.

Para el fondo del problema, no tenemos tiempo ni espacio. Siguiendo de cerca lo que ha ocurrido en la Corte, como lo hemos hecho con apasionada tenacidad, cualquiera llega a la conclusión de que las acusaciones contra Andrés Felipe Arias no tienen más soporte que el de un escándalo periodístico desinformado, mal intencionado, perverso. Ahí no hay nada. Pero no es esa la cuestión que nos ocupa. Ella es que la detención que acaba de terminar no tuvo otro motivo que la rabiosa mordedura del perro que hoy ataca al que le provoca. ¡Dios nos libre!