La economía colombiana sigue en barrena y la industria nada que levanta la cabeza. El DANE acaba de revelar las cifras correspondientes al primer trimestre de este año, que no por previsibles son menos desalentadoras.
Hasta el mismo Gobierno, tan dado a pensar con el deseo, se había persuadido de que este primer trimestre no sería mejor que el anterior y por ello el Ministro de Hacienda Mauricio Cárdenas se había resignado a un modesto crecimiento del 3% para dicho trimestre. El crecimiento del PIB sigue bajando las escalas, de un 5.4% en el primer trimestre de 2012 se pasó a un magro crecimiento del 2.8% del PIB en el primer trimestre de 2013. Y ello después de una baja ostensible del 5% en el segundo trimestre de 2012 al 2.7% en el tercer trimestre y de un ligero repunte del 3.1% en el último trimestre del año anterior.
Es decir, que la economía sigue sin tocar fondo, amén de que el crecimiento del PIB en los últimos tres trimestres ha estado muy por debajo del potencial de la economía que oscila entre 4.5% y 5%. Una vez más, lo más preocupante de este último reporte es la caída del -4.1% de la industria, que completa tres trimestres en línea de variaciones anuales en terreno negativo. Esto es como para encender todas las alarmas, pues es evidente que la industria está en recesión. (Columna: La industria en estado comatoso)
Cuando el Gobierno anunció el Plan de Impulso a la Productividad y el Empleo (PIPE) aún no se conocían estas cifras tan alarmantes y todavía el Gobierno andaba muy orondo, pavoneándose con el nada alentador crecimiento de la economía del 4% en 2012. Por ello, el presidente Santos fue reiterativo en que “no hay ningún tipo de crisis ni de emergencia, todo lo contrario, la economía tiene muchos de sus fundamentales en buen sitio” e insistió en que “son indicadores positivos” los que caracterizan su desempeño.
De allí la parquedad de las medidas tomadas al socaire del PIPE y su limitado alcance. Comparto con el exministro Carlos Caballero que “sin duda, se necesita un plan de choque. Pero no exclusivamente para impulsar la economía, sino para transformarla”. Bien dijo Albert Einstein, que “no podemos resolver los problemas de la misma manera que los creamos” y los problemas que enfrenta y afronta la economía colombiana son estructurales, que no se van a resolver con meros lenitivos. Estos solo pueden aplazar el colapso y atenuar sus estragos, pero sin evitarlos. De allí la necesidad de cambiar de receta. (Columna: La revaluación persiste)
La economía colombiana viene siendo víctima de su “éxito”, aupado por el boom minero – energético; después de un auge impresionante de este sector, que duró casi una década, ahora sus perspectivas son muy sombrías. A ello ha contribuido, además de la recesión de la economía de la Unión Europea (UE) y al letargo de la economía estadounidense, la consiguiente ralentización de la economía china, que después de tener crecimientos espectaculares como el de 2007 del 14.2% ahora viene en declinación.
El crecimiento del PIB chino en 2012 fue de un “magro” 7.8%, el menor crecimiento en los últimos 13 años, siendo el crecimiento del último trimestre del año anterior de 7.9%, el primer trimestre de este año registró un crecimiento del PIB del 7.7% y la meta para el 2013 fijada por las autoridades económicas del dragón chino es de “sólo” el 7.5%. Ello explica en gran medida la aceleración de la desaceleración de la economía colombiana, cuyo crecimiento venía siendo jalonado por el sector minero – energético, que después de crecer el 44% en 2008 y 63% en 2009, creció el 20% en 2010, el 15% en 2011, en el 2012 creció a duras penas el 5.9% y según el último Boletín del DANE a duras penas creció el 1.4% en el primer trimestre de este año.**
Según el Foro Económico Mundial, “Colombia hace parte del grupo de países que debe capitalizar su amplia disponibilidad de recursos energéticos para que, de manera sostenible, pueda maximizar los retornos de la industria y apoyar una mayor diversificación de la economía”. De allí, que como lo señalara la Secretaria Ejecutiva de la CEPAL Alicia Bárcena y el Secretario adjunto de la misma Antonio Prado lo han dicho diáfanamente: “Nuestro desafío está en construir una nueva gobernanza de los recursos naturales que pueda financiar un cambio estructural productivo, ampliar la diversificación económica y la capacidad de innovación…”. (Columna: De capa caída)
Y el camino no es otro que el de detener el proceso de desindustrialización y potenciar la actividad fabril con el apoyo eficaz y efectivo del Estado, utilizando para ello los cuantiosos pero temporales ingresos que ha venido generando la actividad extractiva. De ello es de lo que se trata, Brasil acaba de dar un paso fundamental en esta dirección, con la creación del Ministerio de Industria, enfocado a la creación y consolidación de empresas nacionales innovadoras y sostenibles, que añadan valor agregado y generen empleo formal.


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