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Lo que el mundo debe ver (II)

Por - 14 de Mayo 2020

El ingenio e innovación que se ha observado en las urbes para paliar la situación sanitaria es necesario aplicarlos, con la misma celeridad, para la provisión de infraestructura, instrumentos y equipos médicos para atender a 13 millones de colombianos que viven en la ruralidad.

Decíamos días atrás que la crisis actual nos ha servido para notar, otra vez, la exclusión que vive permanentemente el sector rural y las dificultades que tiene para desarrollarse. También mencionaba que, para lograr un mejor equilibrio de las condiciones de vida de sus pobladores, respecto a lo que ocurre en las áreas urbanas, es necesario darle un trato diferencial al campo.

Lo primero que mencionaba era la importancia de interconectar de manera universal a las zonas rurales, con tecnología que hoy ya existe llevando internet a todo nuestro campo. Esto con el fin de mejorar los procesos de educación de niños y jóvenes de estas zonas.

Lo segundo, contar con una estructura de profesores rurales con mejor remuneración a la de las áreas urbanas con el fin de incentivar su labor y reconocer su esfuerzo. Curiosamente es incentivar un sistema desigual para lograr mayor igualdad, o al menos un mejor equilibrio decente que merecen nuestros hombres y mujeres del campo.

Lo tercero, la importancia de tener una estructura tarifaria diferenciada en impuestos, servicios públicos y cargas laborales, dirigido a las empresas que se instalen y generen empleo en zonas rurales, específicamente hablando de las del sector agropecuario.

Pero además hoy quiero unir lo referente a la importancia de la calidad de la salud en nuestra ruralidad. La situación sanitaria actual ha demostrado como diferentes empresas en conjunto con muchas universidades se han integrado con el fin de producir elementos necesarios para sobrellevar la pandemia. Además, en tiempo récord se han podido diseñar y construir centros de atención para los afectados por el Covid19, al menos en las grandes ciudades.

De un lado, esa misma rapidez con las que se ha instalado infraestructura médica en las urbes, debe ser el ejemplo para hacerla en cabeceras municipales de nuestro país. Además, ese mismo ingenio e innovación son necesarios aplicarlos en la creación de instrumentos y equipos médicos que atiendan a 13 millones de colombianos con oportunidad y calidad.

Y esa misma creatividad que han demostrado diferentes alianzas entre universidades y empresas, podrían dedicar esfuerzos en la elaboración de bienes de los que hoy carece el sector rural y que le podrán representar una mejor infraestructura de bienes públicos, que contribuyan al desarrollo y mejoramiento de calidad de vida. Elementos de bajo costo para establecer acueductos, jagueyes o pozos profundos, incluso sistemas eficientes de alcantarillado y generación de energías limpias.

La mayoría de ellas ya inventadas, puestas en funcionamiento pero que han quedado en manos del mercado y que llegan cuatro o cinco veces más costosas a los pequeños productores agropecuarios: son ellos el 90 % de nuestra ruralidad.

Por eso resulta importante que la academia, la universidad, no solo cree conocimiento, sino que también lo transfiera no pensando propiamente en quienes pueden adquirir un título formal, sino a través de la prestación se servicios de capacitación y extensión, pero que además en conjunto con empresas especializadas se atrevan a elaborar de productos de bajo costo y alta efectividad como lo hemos visto en esta crisis. Investigación micro aplicada.

Hay mucho por hacer, con poco o con mucho, lo importante es tener la voluntad de hacerlo, pensando sobre todo en esas poblaciones que diariamente nos suministran nuestra seguridad alimentaria.