Agroexpo 2025 cerró con cifras que hablan por sí solas; 290.000 visitantes, 4,1 millones de dólares en expectativas de negocios, 1,4 millones de dólares en transacciones inmediatas, 2.800 millones de pesos en remates de ganado. Pero más allá de los números, lo que se vivió durante esos días en Corferias fue un verdadero acto de resistencia y amor por el país. Fue la reafirmación de que, a pesar de todo, el agro colombiano está más vivo que nunca.
Y cuando digo “a pesar de todo” no hablo por hablar. Hablo de una realidad que en cualquier otra nación sería suficiente para desmoronar al sector rural; el aumento desbordado de la violencia, las extorsiones sistemáticas, el abigeato descarado, la ausencia de autoridad, la persecución a los empresarios del campo, y un discurso que siembra división y desconfianza en el futuro del país.
Pero el ganadero colombiano no se doblega fácilmente. El ganadero colombiano tiene en sus raíces la verraquera de sus ancestros. Lo que se vio en Agroexpo fue la prueba más clara de esa resistencia; un gremio ganadero sólido, vibrante, organizado, renovado y profundamente comprometido con el país. Vimos trabajos de genética impecables, animales de altísima calidad, emprendimientos en crecimiento, jóvenes incorporándose con entusiasmo, empresas innovando, tecnologías nuevas aplicadas a los procesos productivos, y sobre todo, una actitud desafiante ante las dificultades. Como si cada golpe recibido se transformara en una motivación más para seguir adelante.
También vimos la presencia cada vez mas importante de las nuevas apuestas ganaderas; las razas Taurus, que siguen sumando adeptos y ganando protagonismo en la producción de carne gracias a sus bondades, y la ganadería bufalina, que demuestra ser cada vez más eficiente y adaptada. Pero más allá de la técnica y la genética, lo más valioso fue el ambiente; las ganas de hacer país desde el campo.
Aquí estaban los verdaderos patriotas. No los de micrófono fácil, ni los que juegan a dividir con discursos de odio desde la comodidad de las redes sociales. No los que destruyen, ni los que insultan, ni los que viven de nuestros impuestos. Aquí estaban los que se levantan de madrugada, para ordeñar, para ver sus cultivos, para cuidar sus animales, los que invierten, los que generan empleo, los que arriesgan su capital, los que no bajan los brazos a pesar de las dificultades y la incertidumbre.
Agroexpo fue eso: una ventana a la Colombia profunda que sí trabaja, que no vocifera, que no insulta, que no paraliza. Una Colombia que cree en el poder del trabajo y del campo como motor del desarrollo nacional. Fue esperanzador ver a miles de personas de todas las regiones, de todos los niveles socioeconómicos, visitando la feria; productores, estudiantes, empresarios, investigadores, campesinos, técnicos, emprendedores. Un ecosistema vivo que demuestra que el campo colombiano no está muerto, ni en retirada, ni esperando a que lo salven desde un escritorio en Bogotá. El campo está en movimiento. Está innovando, adaptándose, resistiendo, haciendo patria en silencio y con las botas puestas.
Y lo más esperanzador es que esto apenas comienza. Debemos superar pronto este momento oscuro, tenemos la obligación de hacernos sentir en las urnas; allá también tenemos que llegar unidos, apoyando el candidato que nos represente. Y luego, el agro colombiano podrá convertirse en el gran protagonista del desarrollo nacional. Tenemos tierra, agua, clima, gente trabajadora, conocimientos y una nueva generación dispuesta a tomar la posta.
Recuerden que las grandes cosechas nacen después de las peores tempestades.
Hoy más que nunca, reafirmo que el futuro de Colombia está en el campo. Y quienes lo cultivan día a día, quienes lo trabajan con las uñas si es necesario, quienes siguen apostando por producir en medio del olvido, son quienes realmente sostienen este país.
Porque, como escribió Victor Hugo: “Incluso la noche más oscura terminará con la salida del sol”. Y el sol del campo colombiano pronto empezará a salir.