Hay un evidente interés del Gobierno, los gremios y los medios de comunicación por transmitir señales de optimismo a la economía. Los sectores productivos están, con razón, muy preocupados por el clima negativo que invadió al país desde hace más de un año. Cuando se conoció el texto definitivo de lo acordado en La Habana, la fuerzas vivas del país quedaron estupefactas. Solo los áulicos de la paz se atrevían a aplaudir. El resto, desconcertado, entraba en modo prudencia. A medida que el tema decantaba, la prudencia se tornó en pesimismo cuando quedó en evidencia que lo negociado ponía en peligro la institucionalidad y comprometía el equilibrio fiscal en el futuro.
Pero para que el optimismo pueda echar raíces tiene que ser racional. Ni siquiera los más obsecuentes líderes gremiales quieren embarcarse en esa línea. La Andi, apoyada en su encuesta de clima empresarial, osó afirmar: “la situación no es alentadora, la industria sigue sin despegar y sin síntomas de recuperación evidente en el corto plazo”. Fenalco, que ha sido coherente en su preocupación sobre el desempeño económico, confirma que al mes de agosto las ventas acumuladas habían caído en 0,4 %, y que 11 de los 15 sectores del comercio tienen comportamientos negativos. Según Anif, si se suman las provisiones de cartera ordinarias (definidas por la norma financiera), voluntarias (las realizadas por la banca por encima de los requisitos legales) y extraordinarias (las relacionadas con la Ruta del Sol, Electricaribe y los sistemas de transporte masivo), estarían en 10,8 %, por encima de lo registrado en el 2008 cuando sobrevino la crisis financiera mundial. Andemos, el gremio de los concesionarios de automóviles afirma que, a septiembre, las ventas de automóviles han caído 3,7 %, es decir se han vendido 6.651 vehículos menos que en el 2016. El Gerente del Banco de la República afirmó públicamente: “Vienen tiempos inciertos de bajo crecimiento y por eso, si están muy endeudados, no se endeuden más”. La calificadora de riesgo Standard & Poor’s, bajó su previsión de crecimiento del 1,7 al 1,6 % para el 2017. El Banco Mundial y el FMI iniciaron el año con una proyección de crecimiento del 2,6 %. En octubre, las dos entidades coincidían en que no superaría el 1,8 % anual. El gobierno insiste en que tocamos fondo y que Colombia está mejor que sus vecinos, lo que no es del todo cierto. El mediocre crecimiento de Colombia solo supera a Ecuador (+0,2 %), postrado por la revaluación; Brasil (+0,7 %), en crisis institucional; Chile (+1,4 %), debilitado por el populismo de Bachelet, y Venezuela (-12 %), en manos de la barbarie. Los otros países obtienen mejores resultados que Colombia. Nada de qué sacar pecho como lo hacen las autoridades económicas nacionales desde su elevado nivel de ego. Si a ello le sumamos la crisis moral del país con escándalos como Reficar, Odebrecht, la Corte Suprema, los políticos aliados del gobierno salpicados, Medimás, la interinidad en los cargos importantes, la mediocridad del gabinete, el lánguido presupuesto para el 2018 y la confusión preelectoral, las semillas de optimismo que algunos intentan regar están cayendo en tierra estéril. Habrá esperanza cuando elijamos al próximo presidente y ojalá esta vez no nos equivoquemos. Portafolio, Bogotá, 24 de octubre de 2017