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Petro piensa lo real a partir de lo posible

Por Eduardo Mackenzie - 20 de Mayo 2024


La gran desgracia de Petro es que no logra salir del vértigo de lo posible. Su problema es que él piensa lo real a partir de lo posible. Él está atrapado en ese predicamento y éste aparece en cada una de sus propuestas políticas para Colombia, sobre todo las aterradoras que está planteando, y realizando bajo cuerda, como si fuera la cosa más normal del mundo.

En lugar de partir de la realidad, Petro hace sus planes políticos para quedarse con el poder absoluto desde la perspectiva de lo posible. Esa postura es una constante de los revolucionarios marxistas, aunque muchos de los marxistas-wokistas de hoy ignoran todo al respecto.

Ellos no trabajan desde la realidad pues en la realidad operan los individuos, las personas, las sociedades establecidas, con sus avances y sus fallas, con sus sueños y sus limitaciones. Trabajar desde la realidad exige tener en cuenta esa complejidad, los individuos y grupos que existen con sus relaciones humanas y de trabajo, y sus vidas y sus perspectivas, siempre diferentes y hasta contradictorias, pero que hay que respetar en el marco de la ley. Pues todas las sociedades, llegaron a ser avanzadas y menos avanzadas, pero viables y en paz, funcionando así.

La gente como Petro no quiere saber nada de eso. El “progreso” para ellos está por encima de todo y ese “progreso” implica destruir lo existente, el capitalismo y la democracia, para edificar otra cosa. Para edificar algo que no está ahí, en la realidad, sino que está en el campo mental, etéreo e inexistente de lo posible. Para realizar el “cambio total”, es decir las “reformas” atroces y depredadoras es más fácil para el jefe revolucionario desaparecer de su intelecto esas personas, esos conglomerados humanos y sus relaciones reales.

Es muy fácil obrar así, pasar por encima de la realidad y proponer lo posible. Es decir un constructible no construido, no existente, que se mueve en un plano diferente de la realidad: en el plano de un futuro no preciso, no visible, no cuantificable ni modificable.

Cuando Petro se obstina, por ejemplo, en destruir el sistema de salud existente en Colombia y montar un sistema colectivista y fracasado de salud, él está cediendo a esa facilidad, a esa pereza: pensar a partir de un esquema ideológico posible, pensar un ente sin extensión y sin forma. Y como las personas reales no son idiotas el escándalo cunde y la resistencia aparece y el lloriqueo de Petro se hace audible y llega como parte del subterfugio general: me quieren dar un “golpe blando”.

Lo peor es que la contramedida de Petro, su respuesta a la hipotética amenaza de “golpe blando”, es la violencia: la fuerza, cree él, es necesaria para legitimar lo posible. La realidad debe ser derrocada.

Lo que está en juego no es un “golpe blando” (Petro es hábil en la fabricación de oxímoros). Lo real que lo mira de frente no sería más que una destitución legal y justa que evitará una catástrofe: el derrumbe de lo real a manos de un posible.

No solo los comunistas obran de esa manera. El fascismo también parte de esas fantasías y llega a utilizar la violencia más extrema para defender sus posibles. Ese enfoque es típico de los dictadores totalitarios. Los fascistas y los comunistas tienen obsesiones parecidas: rechazan los principios del liberalismo, odian el capitalismo y la democracia parlamentaria y derrumban las instituciones. Ambos quieren conquistar el Estado para modificarlo a su antojo y hacer que su ideología devenga la ideología del Estado y de la colectividad. La febrilidad del presidente Petro en sus 21 meses de “reformas” grotescas y rechazadas por las personas reales da pistas sobre su andadura político-ideológica. ¿En cuál de las dos él está?