Alfonso Santana Díaz

¿Qué hay detrás de los ‘hp’ que espeta el mandatario?

Por Alfonso Santana Díaz - 09 de Mayo 2025


«Decía Efraín Cepeda, ‘si esas son las preguntas que ustedes presentaron ahora si podemos discutirlas en el Congreso’. Yo no digo groserías, pero quise decir una: mucho hp»

«Por sobre todas las cosas, a quien se debe respetar en una democracia es al pueblo. Y anda por ahí mucho HP que irrespeta al pueblo»

«El que no quiera estas reformas es porque es un HP esclavista. No he dicho ninguna grosería, ojo. HP, honorable parlamentario, o periodista, o político».

«Igual que hay mucho HP, (Honorables periodistas), calumniandome en los medios y poniendo de cabeza los intereses del pueblo, también hay muchos HP, (Honorables Parlamentarios dañando el interés general)».

(Textos de los trinos del mandatario)

Para nadie es un secreto el significado del acrónimo ‘hp’ y menos la connotación que evoca. Tampoco es desconocido el uso generalizado que ha alcanzado, así como su amplio uso en las clases populares. Y es precisamente esta última característica sobre la que el mandatario está fortaleciendo su base de comunicación con lo que él denomina el ‘pueblo’.

No se trata, por tanto, de un simple enfrentamiento del ejecutivo contra el legislativo para presionar, en esta oportunidad, la consulta popular. Se trata de un elemento más –y tal vez fundamental– del entramado semiótico que cuidadosamente utiliza el mandatario para perpetuar su proyecto político.

El hablar como ‘el pueblo’ junto con la ‘potencia’ que le imprime (otra de sus palabras favoritas), le permite estrechar esa relación con su base electoral y lo consagra como ‘uno de los nuestros’, aumentando la polarización –que es su caballito de batalla– en la medida en que aviva sentimientos de odio entre clases sociales, entre quienes tienen y los que no tienen (por ejemplo, la tierra, a cuyos propietarios tilda de terratenientes) y entre los que los han robado y explotado por siglos y los han sometido a la esclavitud, incluyendo en esta bolsa además, a los empresarios, al sector financiero, a los periodistas y a todos los que no le sean afines.

De ahí su insistencia en el símbolo de la espada de Simón Bolívar (cuando se posesionó y ahora en la celebración del Día Internacional del Trabajo) que indudablemente rememora en ‘el pueblo’, el ideario bolivariano –que sintetiza en ‘libertad’ para darle más fuerza al concepto, y lo convierte, por su alto contenido emotivo, en ‘el nuevo libertador’. Mantiene así vigente su discurso del malestar social y multiplica las aspiraciones de las bases populares de llegar al poder (porque el pueblo es el que manda y los funcionarios, sus sirvientes). No en vano señala que se ataría a la silla antes que dejar el poder.

Es temeraria su directriz: guerra o muerte, que afianza con el símbolo de la bandera (blanca, roja y negra) o el castigo del voto popular para los parlamentarios que no voten en favor de su consulta popular. Además, promete más inmovilizaciones para el país con sus efectos económicos y sociales, con movilizaciones en las carreteras: "La jornada de ayer urbana hay que complementarla con la jornada campesina en las carreteras porque esta vez el pueblo no puede hincar la rodilla", que se traduje en más castigo para el comercio, para los transportadores, para la industria, y, por supuesto, para el campo y para todo ‘el pueblo’.

Entre tanto, el país se debate entre la creciente violencia –de la que no se sabe si es producto de un fallido o intencionado proceso de paz que fortaleció las narcoguerrillas–, la potencial pérdida de empleo por acercarnos a la ruta de la seda al despreciar los esfuerzos que tanto nos ha costado a los colombianos el conquistar el mercado de Estados Unidos, y las graves y crecientes falencias en los sistemas de salud y educación que ya se han vuelto ‘paisaje’ en las noticias cotidianas. Es el sino del poder, ¡del poder que nos depara el mandatario!