Alfonso Santana Díaz

Repartija territorial, paros armados y nomofobia

Por Alfonso Santana Díaz - 07 de Agosto 2025


¡Tras olvidadizos, bisoños!, dirían nuestras abuelas frente a lo que estamos viendo con nuestro terruño que, con el embeleco de la deuda histórica, la desigualdad, la paz total, y creer que somos el ombligo del mundo -por lo menos desde el punto de vista gubernamental-, se afianza una realidad que no es virtual: hoy el país vive una repartija territorial y recorre un camino cuyo rumbo hará más difícil y tortuoso encarrilar nuestro país hacia la búsqueda de fines realmente sociales y de progreso.

Unos buscan con ansiedad tener más territorios. Según amazonteam.org, la población indígena -que asciende a 1.9 millones de personas-, posee actualmente (2025) cerca de 34.1 millones de hectáreas. En esta área, que equivale al 29.7% del territorio continental colombiano, vive cerca del 58% de la población indígena, en resguardos indígenas. No se sabe cuál es el volumen total de su producción agropecuaria, la cual se destina en gran medida al autoconsumo y a la venta de excedentes en plazas de mercado y cooperativas. Algunas publicaciones indican que un 65% de las tierras se destinan a bosques o plantaciones forestales, y un 85% a pastos y rastrojos.

Otros buscan uso de la tierra, pero no la propiedad. Usan la tierra de otros incluyendo tierras del estado, muy seguramente algunas de la de los indígenas y de privados. ¿De quién es la propiedad de las tierras utilizadas para el cultivo de ilícitos? Es un dato que no se tiene.

Se estima que el área en cultivos ilícitos ascendió en 2023 a 273.000 hectáreas (el 67.3% del total de cultivos de coca en el mundo), pero lo que aquí interesa es el ingreso que genera la explotación de los productos de la cocaína. Para 2023 la producción de cocaína en Colombia se estima en 2.600 toneladas (un 70.1%), mostrando un aumento del 53%.

Y aquí es donde entran en juego las bien denominadas narcoguerrillas, con las que el gobierno ha promovido un proceso de paz, con un fallido resultado, pues ni disminución áreas ha logrado y menos sustitución de cultivos. Por el contrario, estos grupos se han fortalecido tecnológicamente. Dice el ministro de defensa que estos grupos se han sofisticado en el uso de drones, incrementado los ataques con estos artefactos en 138% y produciendo importantes bajas al ejército. Con inocencia supina el gobierno presentó un proyecto de ley para limitar el uso de drones para tender a evitar este impacto por parte de las narcoguerrillas. El porte de armas es ley es otro saludo a la bandera para estas insurgencias, pues es también controlada por el Estado, pero, que se sepa, las narcoguerrillas no piden permiso para portarlas.

Los paros armados impuestos por estas narcoguerrillas ya se volvió paisaje, y a la par, la retención en masa. Actualmente, están en el sur de Bolívar 5.000 personas retenidas, y se celebra como un gran logro, que haya corredores humanitarios; o el paro armado en Guaviare o en Chocó y en otras regiones del país.

El ganadero colombiano sí que ha sufrido la violencia de los grupos armados ilegales, así como de la violencia común. Invasión de fincas, secuestros, abigeato, y asesinatos. Son numerosas las noticias que dan cuenta de esa realidad, con los efectos de pérdidas económicas y de libertad que ello genera. La efectividad de la gestión de las narcoguerrillas para conseguir armamento, drones, personal (incluidos niños), supera con creces a la del estado.

Así lo reconoce el mismo ministro de defensa. Y es que contraponer la chequera y métodos de sometimiento a la población de las narcoguerrillas frente a los instrumentos del estado y su capacidad de gestión administrativa para superar el conflicto, no puede arrojar sino fracaso, pues cada bando especialmente el de la narcoguerrilla que busca acrecentar su riqueza. En eso no existe equivocación. La equivocación está en pensar en convertirlos en ángeles de la caridad.

A la larga eso es como ¡pelea de tigre con burro amarrao!, pero además porque la nomofobia y el síndrome del personaje central, solo le permite al mandatario tener su atención en cómo lograrlo. Todos los días busca la noticia, el pronunciamiento para hacerlo, el con quién pelear, con sus ministros, con su propia sombra, para no hablar de la oposición. Hoy el país está socialmente a la deriva, y económicamente sin rumbo, esperando cada día a ver qué se le ocurre y al borde de la desertificación de Estados Unidos.

Lástima que en sus guachafitas no se le perdiera el celular. Eso sería un gran regalo para Colombia.