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¿Tienen dueños la Memoria y la Verdad Histórica?

Por CONtexto ganadero - 07 de Marzo 2020

Para que se entienda de dónde parte la campaña de desprestigio que se adelanta en mi contra desde hace más de un año, conviene recordar quiénes dirigían el CNMH y fueron coautores del informe insignia titulado ¡Basta ya! Colombia: Memorias de Guerra y Dignidad.

Por Darío Acevedo Carmona, Director del Centro Nacional de Memoria Histórica Doctor en Historia

El director general del CNMH desde la creación de la entidad por la Ley 1448 de 2011 hasta diciembre de 2018 fue el sociólogo y abogado Gonzalo Sánchez Gómez, un académico reconocido y respaldado por su hoja de vida como investigador de las violencias políticas en el país. Él ha manifestado en varias entrevistas su preocupación por mi forma de pensar que le genera desconfianza, pues según él yo niego el conflicto armado y puedo convertir el CNMH en un “paria” en el mundo de la memoria y los derechos humanos.

Según él voy a destrozar el Basta Ya y a crear una nueva verdad. La politóloga María Emma Wills, profesora de la Universidad de los Andes, quien fue la mano derecha de Sánchez durante varios años, y es, en mi entender, la ideóloga y una de las promotoras de la campaña y de la defensa del intocable e indiscutible legado que le dejaron al país.

Sostiene la novedosa tesis de que en Colombia todo el que se oponga o sea contradictor con la caracterización de la violencia en el país como un conflicto armado, es un “negacionista”, asimilando el holocausto judío a manos del régimen nazi con la situación nacional. Es la gestora de varios de los pronunciamientos de académicos en los que se me condena sin derecho a la defensa. Su metodología de “debate” consiste en decir falsedades, lanzar afirmaciones sin sustento (argumentos de autoridad) y de contera, cerrar las puertas al necesario debate de ideas.

En el equipo de cerebros del Basta Ya figura el jurista Rodrigo Uprimny, columnista de El Espectador, encargado de la vigilancia y preservación del legado del que es coautor y corresponsable. Él ha esbozado dos propuestas que se le vienen a su mente ahora, que no se le ocurrieron antes cuando hacía parte del templo de la verdad revelada, a saber: que el CNMH debe tener estatus de autonomía total como el Banco de la República, y que la escogencia de su director (ya que yo no soy de su gusto o de su idea) debe estar a cargo de una asamblea de sabios o de un enjambre de Ongs (¿de su gusto?).

¿Cómo no iba a estar entre los propietarios de la memoria y la verdad histórica León Valencia?, exdirigente nacional del Eln, guerrilla en la que de seguro no dirigía el coro de los niños guerrilleros, y que, una vez se desmovilizó, se convirtió en experto lagarto y asiduo contratista del Estado, así como en oráculo del análisis político de obligatoria consulta casi diaria por los medios nacionales. Mi opinión: ¿un victimario escribiendo análisis sobre las víctimas e interpretando a su manera el conflicto armado de cuenta del erario nacional? Todo un oxímoron.

También exguerrillero, del Epl, ya desmovilizado, Álvaro Villarraga, otro oxímoron. ¡Imagínese el lector que el CNMH convocara a un jefe paramilitar desmovilizado a hacer el análisis del fenómeno guerrillero! ¡Gulp!

Eso en cuanto a lo que podemos llamar los guardianes de la verdad revelada, que sienten haber perdido el control del que consideran su territorio sagrado. ¿La misión?: impedir que alguien que piense diferente sea su director, agobiarlo, extenuarlo, anularlo, acosarlo, exasperarlo, asarlo en vivo, provocarlo, desencajarlo, humillarlo, rebajarlo, desconocerlo.

En ese empeño, que creían fácil, han ensayado diversas tácticas que van desde atribuirme frases cortadas adrede, grabarme, inventarme pensamientos y declaraciones, insultarme, organizarme plantones, juzgarme. Pura propaganda de esa que hace ver el sol de noche y las estrellas al mediodía. Como Stalin, como Hitler y Goebbels, como Mao y Fidel: una mentira dicha miles de veces, se convierte en una verdad.

Y han tenido compañía de dirigentes políticos y congresistas, los mismos que le organizan al presidente Duque paros, marchas y protestas “pacíficas” de nobles encapuchados.

Una de ellas, María José Pizarro, la hija del comandante “Papito”, que se babea pidiendo la renuncia de Acevedo después de haber sido contratista hasta el 30 de noviembre de 2017 (hagan cuentas con elecciones de 2018 para Congreso) por cerca de seis años en calidad de profesional especializada (socióloga, antropóloga, economista, etc., con posgrado) cuando solo acreditó el título de técnica en joyería.

No dudo que este tándem es fuerte en relaciones nacionales e internacionales, pues en lo relativo a lo primero, ha mostrado gran eficacia publicitando comunicados de más de 150 organizaciones que se mueven para el lado izquierdo del espectro político. Y ahora, esa experticia se ha traducido en el apoyo de 63 intelectuales, entre los que se encuentra gente muy prestigiosa como Alain Touraine, Daniel Pécaut, Herbert Braun, entre otros, y académicos colombianos como Marco Palacios, famoso por su temperamento de alacrán y por haber dejado colgada de la brocha la rectoría de la Universidad Nacional, a la que yo le ayudé a subir luego de haber ocupado el último puesto en la consulta para nombrar rector en el año 2003, y a quien socorrí ante la avalancha de las huestes estudiantiles y profesorales que se opusieron a su nombramiento, pues lo tildaban de “el paraco de Palacio”.

Estos prestigiosos académicos no se dignaron mostrar algún hecho, declaración o cifra, como era su deber, para firmar un manifiesto que les enviaron desde Bogotá. Hicieron igual que los docentes de historia de la Universidad Nacional un año atrás, al erigirse como tribunal de la Santa Inquisición de la Verdad y la memoria.

Uno entiende que los usuarios de redes eludan el deber de demostrar lo que dicen, pero que los académicos se sumen acríticamente, cual loros parlanchines, a condenar a un par por su forma de pensar y por ser un peligro potencial, es caer en la gritería y el bochinche, en el bullying y hacer creer que la razón está del lado de quienes hagan más bulla, de quien grite más duro y de quien “movilice a las masas”.

Uno hasta puede entender los esfuerzos de algunos líderes de esta persecución, por crear un expediente teórico que justifique su cacería, pero lo que es inadmisible es que hayan anulado, a punta de anatemas, de descalificaciones absurdas y de falsedades, el debate académico, el debate de las ideas y de las tesis que circulan libremente en una sociedad libre como la nuestra.

Por convicción y por formación ética creo que es la opinión, y sobre todo la opinión ilustrada y las comunidades académicas, las que validan la pertinencia, la solidez y el acierto de una obra o un pensamiento, o una hipótesis, y no un grupo cualquiera por bulloso y escandaloso que sea.

Aunque lo nieguen, el cuerpo de directivos y los políticos mencionados, han elevado a la calidad de dogma no solo la noción de conflicto armado, como si de su reconocimiento se desprendiera la luz sobre todos los problemas del país, sino todo lo que publicaron. Hablan de libertad de pensamiento, de tolerancia, de reconocimiento del otro, pero no soportan el disenso ni la diferencia.

No estamos en la China de la revolución cultural maoísta, ni en la Cuba castrista de los Comités de Defensa de la Revolución, ni la URSS de Stalin con sus Gulags, cuando los disidentes (malpensantes, díscolos, extraviados, rebeldes, herejes, revisionistas o renegados) eran vapuleados y agredidos en las calles, por turbas de guardias rojos y agentes de la seguridad del estado o del partido, y enviados a campos de concentración o de reeducación. Y si quieren más ilustración al respecto, recomiendo que lean a literatos, artistas e intelectuales. Pero, es como si en Colombia estuviéramos en el preámbulo de un horror similar.

Como si la verdad y la memoria se construyeran y se defendieran a punta de bochinche, de movilizaciones de agresivos activistas; como si ya nadie pudiera decir o hacer diferente a lo que esa especie de Comité de la Verdad, tan parecido al Ministerio de la Verdad y a la “policía del pensamiento” de la novela 1984 de George Orwell, haya dejado escrito en mármol. Ese es el estilo del pensamiento totalitario, de los comunistas, del nazismo y del fascismo, que los “dueños de la verdad” quieren imponer.

Entre los “dueños de la verdad”, por supuesto, encontramos dirigentes comunistas como la senadora Aída Avella, el congresista filocomunista Iván Cepeda, el exguerrillero del ELN, Antonio Sanguino. Se han sumado numerosos intelectuales progre, columnistas, editorialistas, medios, que dan por ciertas todas las cosas que se dicen en mi contra. Advierto la ausencia del Foro de Sao Paulo y otras ramas de la Yihad de la verdad.