Muchos se lanzan al engorde sin tener claro cuánto les cuesta cada animal ni cómo calcular la utilidad real. Mariana Flandes, experta ganadera, compartió una guía precisa para evitar pérdidas, reducir riesgos y mejorar la rentabilidad desde el primer ciclo productivo.
Para quienes inician en el negocio ganadero, especialmente en sistemas de engorde, la clave del éxito está en los números y en los hábitos de control.
Mariana Flandes, ganadera y especialista en negocios agroalimentarios, explicó desde su experiencia cómo calcular la rentabilidad por cabeza y evitar los errores más comunes al comenzar en esta actividad que, por su accesibilidad, atrae a cada vez más emprendedores rurales en América Latina.
Saber qué se compra
El primer paso, señaló Flandes, es saber exactamente cuánto costó cada animal. Aunque es común comprar lotes “al ojo”, sin pesarlos, lo recomendable es llevar a la báscula cada res de forma individual en el lugar de origen. Esto permite calcular el precio por kilo y tener una referencia precisa.
Además, hay que considerar que durante el traslado los animales pierden peso, por lo que deben pesarse nuevamente al llegar al predio para identificar la merma y ajustar los cálculos. (Lea en CONtexto ganadero: Evite estas 5 trampas al iniciar en la ganadería de engorde)
Costos fijos, directos y extras
Un error frecuente entre nuevos ganaderos es no separar los diferentes tipos de costos. Flandes insistió en que identificar los costos fijos es esencial, pues estos no dependen del número de animales y se deben cubrir se tenga o no producción. Incluyen sueldos, servicios básicos y mantenimiento de instalaciones.
Luego vienen los costos directos, que sí varían según la cantidad de ganado. Aquí entran alimentos, vacunas, medicamentos y suplementos. Para evitar sorpresas, es vital calcular el punto de equilibrio, enfocado en cuántos kilos se necesitan producir por animal para cubrir los costos y empezar a generar utilidad.
Los costos extras son muchas veces los más olvidados, pero pueden ser los más peligrosos porque están relacionados con tratamientos, accidentes, enfermedades y otras eventualidades que afectan la producción o provocan bajas.
Hábito de registro
Para Flandes, la diferencia entre un negocio rentable y uno a la deriva muchas veces está en una libreta. "Llevar registros constantes es más importante que el tipo de herramienta que se use. Puede ser una libreta, Excel o software. Lo vital es el seguimiento", aseguró.
Además de costos, deben llevarse registros de entrada, salud, tratamientos, genética y rendimiento individual. Por ejemplo, si se compra una vaca preñada sin saberlo, se corre el riesgo de enfrentar abortos, tratamientos costosos o incluso perder al animal, lo que implica un gasto no planificado y un impacto directo en la rentabilidad.
Genética y recepción
Otra recomendación de Flandes es revisar cuidadosamente a cada animal al momento de la recepción para evitar enfermedades visibles, diarreas o signos de tristeza. Estos detalles pueden ser señales de futuros problemas sanitarios que afecten al hato completo.
En la inspección post mortem, el médico veterinario está obligado a decomisar partes del animal que no sean aptas para el consumo humano. (Lea en CONtexto ganadero: Cuál es el error más común en el engorde de bovinos)
Finalmente, la experta destacó la importancia de conocer la genética, pues no todas las razas se adaptan igual a todas las condiciones climáticas ni responden de la misma forma al sistema de ceba.
"Hay animales que por genética no engordan bien o requieren más inversión para rendir. No se trata de comprar vacas por comprar, sino de elegir con estrategia", concluyó.



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