El manejo correcto de fármacos veterinarios no solo garantiza la salud del hato, sino que es un pilar clave para obtener certificaciones de calidad y cumplir con los estándares sanitarios exigidos por el mercado nacional e internacional. La trazabilidad, los tiempos de retiro y el control documental son elementos fundamentales para una producción ganadera moderna.
El uso de medicamentos en ganadería debe regirse por criterios técnicos rigurosos. Cada tratamiento implica decisiones que afectan directamente la inocuidad de los productos animales, la eficacia de los antibióticos, y la reputación comercial de las fincas.
Implementar Buenas Prácticas Ganaderas (BPG) no es solo una exigencia legal, sino una estrategia técnica para asegurar productividad con responsabilidad. (Lea en CONtexto ganadero: Guía práctica para aplicar las BPG sin desgastarse y perder dinero)
Según el Manual Práctico Ganadero, uno de los errores más comunes en el uso de medicamentos es la ausencia de un profesional veterinario en el diseño del tratamiento.
Toda finca debe contar con asesoría técnica y tener archivadas las fórmulas médicas por al menos dos años, como lo exige la certificación de BPG. Este registro permite auditorías efectivas y garantiza trazabilidad en caso de inspecciones o problemas sanitarios.
Además, cada producto veterinario aprobado por el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) debe aplicarse siguiendo rigurosamente la dosis, la vía de administración y, especialmente, el tiempo de retiro. Este es el periodo necesario para que el medicamento sea eliminado del organismo del animal antes de que su carne o leche sean aptas para el consumo humano.
Hacer caso omiso a esta norma puede dejar trazas en los alimentos, lo que representa un riesgo sanitario, incrementa la resistencia a los antibióticos y puede tener efectos teratogénicos en gestantes.
Prevención desde la finca
Evitar errores humanos requiere implementar protocolos internos bien definidos, en los que los animales tratados deben identificarse claramente con collares o manillas, y en la finca debe haber un lugar visible donde se indiquen los tratamientos vigentes y sus fechas de retiro.
Además, todos los medicamentos deben estar almacenados bajo llave, correctamente etiquetados y separados según su uso, siguiendo un registro estricto de entradas y salidas.
En ese orden de ideas, el uso de jeringas, agujas o sistemas de aplicación debe realizarse con insumos desechables o esterilizados para evitar contaminaciones cruzadas que puedan comprometer la eficacia del tratamiento y la sanidad del rebaño.
A esto hay que añadirle que más allá de los medicamentos, la calidad del agua y la alimentación animal son determinantes en la salud del ganado. El agua debe cumplir con las normativas establecidas en los decretos 1594 de 1984 y 475 de 1998 porque una mejor calidad de agua se traduce en mayor consumo voluntario, mejor aprovechamiento del alimento y mayor productividad.
Es por esto que los suplementos alimenticios deben tener registro ICA, y las materias primas deben ser de origen certificado y conocidas.
Hay que destacar que no se deben utilizar harinas de sangre, hueso, carne ni despojos animales, ya que estos no están aprobados para consumo animal y pueden poner en riesgo la cadena productiva.
Responsabilidad técnica
De acuerdo con Ricardo Arenas Ovalle, médico veterinario y presentador del Manual Práctico Ganadero, “es cierto que algunas normas nos pueden parecer exageradas, pero sin lugar a dudas el seguimiento de las buenas prácticas busca que produzcamos más y mejor carne y leche con seguridad sanitaria e inocuidad suficientes para nosotros, para nuestros vecinos y para los consumidores”.
Finalmente, el cumplimiento técnico de las BPG no es una carga burocrática, sino una herramienta para posicionar la producción ganadera en mercados que exigen calidad y seguridad alimentaria. (Lea en CONtexto ganadero: Fedegán-FNG y SENA lanzan 16 cursos gratuitos de BPG en Cundinamarca)