El manejo eficiente de las pasturas es mucho más que un detalle técnico: representa la base sobre la que se sostiene la salud, la productividad y la rentabilidad de cualquier hato ganadero. Experto advirtió que descuidar estos suelos significa perder oportunidades clave de sostenibilidad y competitividad.
En medio de un panorama donde los costos de producción suben y el clima desafía cada día la estabilidad de los sistemas ganaderos, el mantenimiento de las praderas es una de las prácticas más estratégicas para asegurar el abastecimiento constante de alimento de calidad al hato. (Lea en CONtexto ganadero: ¿Por qué sembrar pastos a la antigua si hoy puede hacerlo con menos esfuerzo y mejores resultados?)
Detrás de cada litro de leche y cada kilo de carne hay una cadena de procesos que empieza en la raíz de las praderas. La calidad del forraje determina no solo la nutrición del ganado, sino la eficiencia con que cada peso invertido regresa convertido en producción.
El Manual Práctico Ganadero subrayó que mantener estas superficies en óptimo estado permite garantizar una producción sostenida de biomasa, que se traduce directamente en animales más sanos, con mejores índices de reproducción y un aprovechamiento máximo de la genética.
Para Ricardo Arenas Ovalle, médico veterinario y autor-presentador del Manual Práctico Ganadero, “existen unas necesidades de mantenimiento de los potreros para su uso. Por lo tanto, la inversión que realizamos en la siembra debe ser lo más eficiente y duradera posible, generando que nuestra ganadería sea lo más rentable posible”.
La experiencia ha demostrado que los suelos pobres en materia orgánica responden deficientemente a cualquier fertilizante químico, mientras que aquellos con abundante microflora y microfauna optimizan la absorción de nutrientes, reduciendo la dependencia de insumos externos.
Esta combinación inteligente de prácticas es, además, una forma efectiva de proteger la fertilidad y estructura del suelo frente a la erosión y el desgaste natural.
Control de malezas y regeneración
Uno de los grandes enemigos de las praderas productivas es la proliferación de malezas que compiten por luz, espacio y nutrientes. El Manual Práctico Ganadero recomendó priorizar métodos manuales o naturales de control, evitando en lo posible el uso excesivo de herbicidas.
Paralelamente, prácticas como la rotación de cultivos y la labranza controlada mejoran la aireación y reducen la compactación, favoreciendo la infiltración del agua y manteniendo la cobertura vegetal que protege la superficie de la resequedad y el lavado.
Pastoreo planificado
No basta con que el pasto crezca, la forma en que se maneja el pastoreo es decisiva para su recuperación y su valor nutricional. Según las recomendaciones, especies como raigrás o alfalfa deben pastorearse cuando alcanzan entre el 70 y el 80% de su biomasa máxima, justo antes de la floración. Pastorear demasiado temprano o tarde reduce su capacidad de rebrote y calidad alimenticia.
El modelo de pastoreo rotacional es una herramienta esencial, por lo que dividir los potreros en espacios más pequeños y rotar a los animales permite aprovechar mejor cada metro cuadrado, reduciendo el pisoteo y el sobrepastoreo.
Este sistema también requiere de tiempos de descanso que, dependiendo del clima, varían entre 30 y 60 días. Arenas Ovalle destacó que mantener registros de estos ciclos es indispensable para adaptarse a las variaciones climáticas y tomar decisiones basadas en datos reales.
Sostenibilidad y rentabilidad
El impacto ambiental también es parte de la ecuación, ya que un uso responsable de las praderas aumenta la captura de CO2, reduce la presión sobre otros recursos y fortalece la resiliencia de los sistemas ganaderos frente a la variabilidad climática.
Cada kilogramo de carne o litro de leche producido bajo estas prácticas representa no solo la eficiencia económica, sino un compromiso con la sostenibilidad. (Lea en CONtexto ganadero: ¿Por qué la materia orgánica es el "oro" que nutre suelos y engorda el negocio ganadero?)
Finalmente, Arenas Ovalle insistió en que “para ser un buen ganadero, debemos ser primero, buenos agricultores”. Esta frase esconde la certeza de que la rentabilidad y el cuidado del planeta empiezan por el suelo que se pisa.