Un estudio científico cuestiona el futuro de las alternativas a la carne: son caras, poco saludables en algunos casos y con obstáculos de aceptación en el mercado europeo. La investigación señala que, pese a la innovación tecnológica, aún están lejos de reemplazar los aportes nutricionales y culturales de la carne tradicional.
El Consejo Asesor Científico de las Academias Europeas (EASAC) acaba de publicar un informe que analiza a fondo las llamadas alternativas cárnicas. Los resultados ponen en duda la capacidad de estos productos para sustituir, al menos por ahora, a la carne convencional.
El primer foco está en las hamburguesas vegetales elaboradas con garbanzos, espinacas u otros ingredientes de origen vegetal. Aunque son las más comunes en supermercados y restaurantes, no salen bien libradas. (Lea en CONtexto ganadero: ¿Cuál es el reto de la ganadería frente a la carne artificial o sintética?)
“Implican un alto nivel de procesamiento, con altos niveles de grasas saturadas y de sodio, que se asocian con resultados negativos para la salud cardiovascular”, explica Bert Riemer, copresidente del Panel Directivo de Biociencias y Salud Pública de EASAC, en un articulo publicado por ABC Ciencia.
Los expertos coinciden en que el atractivo de estas hamburguesas está más en la innovación que en la salud. La búsqueda de sabor y textura semejantes a la carne tradicional requiere procesos tecnológicos complejos que encarecen el producto y lo alejan del consumidor medio. (Lea en CONtexto ganadero: La carne de laboratorio contamina más que la de animal)
Fermentación e insectos
Otra de las opciones estudiadas son los alimentos obtenidos por fermentación de biomasa, creados con bacterias, algas, hongos o levaduras.
“Por ejemplo, los hongos se han utilizado como una de las fuentes de todos los productos de maíz que llevan mucho tiempo en el mercado y han tenido buena aceptación. Sin embargo implican altos costes energéticos y, en muchas ocasiones, el crecimiento de estos organismos requiere un alto consumo de agua”, indicó Reimer.
Más experimental aún es la carne cultivada en laboratorio, presente únicamente en países como EE.UU., Israel o Singapur. Su viabilidad en Europa es todavía incierta.
“Por ejemplo, actualmente el pollo cuesta unos 30 dólares el kilo, lo que probablemente sea cinco, seis o siete veces más caro que en otras circunstancias”, detalló Riemer. La escalabilidad y el precio son los muros más altos para este tipo de carne.
En el caso de los insectos, los científicos los consideran una fuente de proteína con potencial ambiental positivo. Podrían cultivarse a partir de residuos agrícolas y con bajas emisiones de gases de efecto invernadero. Aun así, el mayor obstáculo está en la percepción del consumidor.
“Aunque se consuman en todo el mundo en cantidades considerables, en Europa es poco probable que lleguen a nuestros platos grillos o insectos enteros”, adviertió Riemer.
Además, existe una alerta sanitaria: algunos estudios sugieren que las personas con alergias a mariscos podrían presentar reacciones ante estos productos. “Se necesitan más estudios al respecto”, señalaron los autores.
Transparencia y confianza
El informe recuerda que las alternativas cárnicas pueden ser fuentes válidas de proteínas, pero no reemplazan todos los nutrientes presentes en la carne, como el hierro, el zinc o la vitamina B12. Ante ese vacío, algunos investigadores recomiendan fortificación con vitaminas y minerales, aunque la regulación al respecto sigue sin estar clara.
La profesora Hanna Tuomisto, coautora del informe, subrayó para ABC Ciencia el papel de la confianza en la relación con los consumidores: “La confianza se pierde rápido si los productos están sobrevalorados o mal etiquetados. Necesitamos total transparencia, no solo en ingredientes, también en impacto ambiental y proceso de producción”.
El debate está abierto. Por un lado, la ciencia avanza en ofrecer nuevas alternativas para responder a la creciente demanda mundial de proteína. Por otro, los consumidores europeos siguen mirando con recelo a unos productos que, de momento, se presentan como opciones más caras, menos accesibles y con dudas sobre su seguridad y beneficios reales.