Desarrolladas por el INTA, ofrecen una solución real ante el estrés hídrico. Su resistencia, rendimiento y adaptabilidad las posicionan como opciones clave para enfrentar el cambio climático en los sistemas ganaderos.
En un escenario donde las sequías son cada vez más frecuentes y prolongadas, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria de Argentina (INTA) dio un paso estratégico: desarrolló dos nuevas variedades del pasto ‘Nilo’: Porãve INTA y Tuguy Hovy INTA, con la característica de tener alta tolerancia a condiciones extremas.
Este pasto forrajero, cuyo nombre científico es Acroceras macrum, llegó desde África hace más de treinta años. Desde entonces, se convirtió en una alternativa valiosa para regiones con suelos complicados y baja disponibilidad hídrica. (Lea En CONtexto ganadero: Claves de manejo para reducir las pérdidas ganaderas por la sequía)
“Esta especie demostró persistencia durante más de veinte años en los potreros del INTA Corrientes, pero la falta de semilla comercial sigue siendo una limitante importante. Por eso, nos propusimos avanzar en su mejoramiento”, explicó Silvana Consuelo Ferrari Usandizaga, investigadora del proyecto.
El trabajo del INTA comenzó en 2011 con la importación de 27 líneas del pasto Nilo desde Sudáfrica. Con ese material genético, se inició un proceso de cruzamientos, pruebas de reproducción y resistencia a estrés hídrico y anegamiento.
“De esas líneas generamos en el INTA unas 170 nuevas, que luego se convirtieron en 400 líneas de polinización abierta. A partir de ese universo, logramos seleccionar dos que hoy están inscritas en el INASE”, detalló Ferrari Usandizaga.
Dos nombres, dos estrategias
Porãve INTA, que en guaraní significa el mejor, es una variedad de porte rastrero, con una cobertura densa que retiene humedad y previene la erosión. Se adapta a suelos con salinidad moderada, como los del Chaco, donde otras especies forrajeras fallan.
“En esa región, muchas pasturas tropicales no logran desarrollarse bien por la presencia de sales. Porãve INTA se muestra fuerte ahí, aunque seguimos investigando hasta dónde llega su tolerancia”, indicó la especialista.
Tuguy Hovy INTA, sangre azul en guaraní, tiene una morfología más erguida y mayor resistencia al pisoteo, ideal para sistemas más intensivos. Tolera tanto encharcamientos como sequías, y su estructura foliar le permite un uso estratégico como pasto diferido.
“Su crecimiento es más lento que otras líneas, por lo que el diferimiento podría ser una estrategia de manejo recomendada, aunque seguimos estudiando su comportamiento”, añadió Ferrari Usandizaga.
Diversificar para resistir
Ambas variedades pueden superar los 15.000 kilos de materia seca por hectárea con buen manejo. En años críticos, logran entre 1.500 y 8.000 kilos. Además del rendimiento, el INTA destaca su calidad forrajera y el trabajo en marcha para lograr semillas viables y accesibles para los productores.
“Nuestro objetivo es brindar materiales forrajeros adaptados, de buena calidad y que permitan sostener la producción ganadera en distintas condiciones ambientales”, afirmó la investigadora.
Además, se están realizando estudios moleculares para seguir mejorando la selección genética de nuevas variedades.
Estas variedades no buscan reemplazar pasturas tradicionales, sino sumarse al abanico de opciones forrajeras. Esa diversidad es clave frente a un clima impredecible y suelos cada vez más exigentes.
“Las diferentes líneas o cultivares tienen usos específicos... cada una con sus ventajas y condiciones de uso”, explicó Ferrari Usandizaga.