En los municipios de San Alberto, San Martín y González, los técnicos encargados de la vacunación fueron testigos de un asesinato mientras cumplían su labor. Grupos armados controlan corredores rurales, amenazando la continuidad del programa y exponiendo a diario la vida de quienes trabajan por la sanidad animal del país.
Un disparo interrumpió la jornada de vacunación en González. No fue un accidente, fue un asesinato frente al equipo técnico, que apenas alcanzó a refugiarse. La guerra volvió a cruzarse con la salud animal.
La situación de inseguridad en la región está incontrolable. De acuerdo con el testimonio de Carlos Cantillo*, habitante de la región, “el miércoles pasado mataron a un señor delante de nosotros. Era un retén ilegal. ¿Quién garantiza nuestra seguridad?”.
Su relato es aterrador y se suma a los de otras personas que, a diario, se juegan la vida por el campo colombiano en regiones atrapadas por el conflicto armado. (Lea en CONtexto ganadero: ¿Por qué se perpetúa la inseguridad y la impunidad en el sector rural?)
En plena ejecución del primer ciclo de vacunación de 2025, vital para la erradicación de enfermedades como la fiebre aftosa, técnicos de la Federación Colombiana de Ganaderos (Fedegán) y el Fondo Nacional del Ganado (FNG) han sido interceptados por grupos armados ilegales que controlan corredores rurales entre el sur del Cesar y el Catatumbo, zonas marcadas por la presencia de estructuras disidentes, el ELN y bandas criminales.
Los riesgos no son una simple suposición, la amenaza es real, constante y desprotegida. La persona asesinada ese miércoles fue John Jairo Villegas Pedroza, quien fue dejado en El Chamizo, lugar donde fueron marcados varios carros con las letras FARC EP.
Efraín Vargas*, trabajador de la zona, aseguró que “la semana pasada me detuvo el ejercito por presencia de explosivos en el área. Y al día siguiente fue un grupo armado que marcó carros con las siglas de las FARC-EP. Hoy me detuvieron otra vez, pero no me dijeron nada”.
Vargas contó que ese mismo día, estos grupos al margen de la ley hirieron a un policía, por lo cual consideró que están en “una zona de guerra”. Para este trabajador del campo, en una sola jornada se encontró con hombres armados a cinco minutos del casco urbano, y unos minutos después se encontró con los policías.
En sus palabras, “lo peor es quedar en medio de un enfrentamiento. Uno no sabe si lo matan por hablar o si una bala pérdida lo alcanza”. El miedo se ha instalado como compañero más en los recorridos por las veredas, pero el trabajo no se detiene. Porque si no se vacuna, el hato ganadero corre peligro, y con él la economía de toda una región.
Ausencia de garantías
El conflicto no da tregua, pero el Estado sí parece haberle dado la espalda a estos incansables miembros del campo colombiano. Tras los hechos recientes, se llevó a cabo un consejo de seguridad en San Alberto, sin embargo no se mencionaron ningunas medidas, expuso Cantillo.
En estos momentos, los habitantes urbanos y rurales no tienen ni la presencia permanente de fuerza pública, ni rutas seguras, ni acompañamiento institucional efectivo; solo incertidumbre.
El programa de vacunación contra la fiebre aftosa no es solo una meta sanitaria, es una estrategia nacional para conservar el estatus sanitario del país ante organismos internacionales y proteger el comercio de carne y ganado. Si esta labor se interrumpe, se pueden presentar brotes de aftosa, lo que conduciría al cierre de exportaciones y graves pérdidas económicas para los ganaderos.
Conflicto en zonas productivas
El corredor rural entre el Catatumbo y el sur del Cesar no es ajeno al conflicto. Esta franja estratégica es usada por actores armados para el tránsito de armas, drogas y personas. Pero lo alarmante es cómo el fuego cruzado afecta actividades civiles esenciales como la salud animal.
Las veredas más apartadas están muy expuestas. Y en esas montañas es donde se deciden las vidas de quienes cumplen con el deber de proteger el patrimonio pecuario de Colombia. Uno de los testimonios aseguró que “lo más tristes es que nos pueden colocar de blanco”. (Lea en CONtexto ganadero: ¿La inseguridad pone en riesgo la inversión en ganadería?)
Mientras no haya una estrategia de seguridad rural que se enfrente con estos grupos, los trabajadores del campo y vacunadores seguirán siendo los héroes invisibles de un sistema productivo que depende de ellos, pero que poco los protege. Y mientras tanto, la vacunación sigue, aunque sea entre disparos.
*Nombres cambiados a petición de las fuentes.
(Si no ve el video, refresque la página)