Aunque se han implementado políticas y estrategias para reducir las pérdidas y desperdicios de alimentos, el país sigue perdiendo casi el 34 % de su producción agrícola. Las frutas, tubérculos y hortalizas son los más afectados, mientras millones de colombianos enfrentan inseguridad alimentaria y nutricional. El reto no es solo producir más, sino conservar mejor lo que ya se produce.

Colombia enfrenta una crisis que pasa desapercibida entre toneladas de alimentos que nunca llegan al plato. Según el Departamento Nacional de Planeación (DNP), en 2016 el país produjo cerca de 28 millones de toneladas de alimentos, de las cuales se perdieron aproximadamente 9,76 millones. (Lea en CONtexto ganadero: 2 millones 400 mil toneladas de alimentos se desperdician en Colombia)

Esto representa el 34% del total, un dato alarmante que contrasta con el 26,1 % de la población que sufre inseguridad alimentaria moderada o grave, según cifras del DANE 2024.

Las pérdidas no se concentran en un solo punto de la cadena, pues el 64 % ocurre entre la producción, la poscosecha, el almacenamiento y el procesamiento, mientras que el 36 % restante se da en la distribución, el mercado minorista y el consumo final.

Los productos más vulnerables son frutas y hortalizas (62%), seguidos por raíces y tubérculos (25%). Los cárnicos, pese a su valor económico, representan solo el 3% de las pérdidas, una cifra que, aunque menor, no deja de tener implicaciones para el sector ganadero.

Agrosavia y FAO

Agrosavia señaló que Colombia ha adoptado las metodologías de la FAO para medir las pérdidas, lo que permite comparar las cifras con otros países en desarrollo. Esto ha facilitado la identificación de los puntos críticos de la cadena agroalimentaria, aunque aún falta traducir esa información en acciones más concretas.

En un informe, la entidad indicó que “los resultados muestran una tendencia similar a otros países en desarrollo, lo que confirma que este no es un fenómeno aislado, sino estructural”.

El enfoque sistémico es clave, ya que no se trata solo de evitar que los alimentos se pierdan, sino de fortalecer cada eslabón de la cadena con tecnología, infraestructura y normativas más flexibles, sin comprometer la inocuidad.

En este sentido, Agrosavia insistió en que el problema tiene solución si se trabaja desde la poscosecha con procesos técnicos más eficientes y políticas alineadas a la realidad del campo colombiano.

Políticas públicas

El país ha hecho avances normativos importantes. El artículo 65 de la Constitución ya reconoce el valor estratégico de la producción de alimentos. En 2017 se construyeron lineamientos para abordar las PDA, liderados por el Departamento para la Prosperidad Social. Y en 2019, la Ley 1990 estableció una política específica contra la pérdida y el desperdicio de alimentos.

Sin embargo, aún hay tensiones entre las políticas de seguridad alimentaria y las de inocuidad. Restricciones sanitarias y estéticas amparadas en la protección al consumidor terminan desechando alimentos que podrían aprovecharse.

El Invima, aunque vela por la salud pública, podría jugar un rol más flexible en casos donde el producto sigue siendo seguro, pero no cumple estándares estéticos.

¿Soluciones?

Una de las medidas más destacadas ha sido el Banco de Alimentos, inspirado por la FAO, que rescata productos descartados para su distribución en comunidades vulnerables. Aunque eficaz, esta iniciativa no ataca el problema de raíz.

Las verdaderas soluciones requieren inversiones en infraestructura, como cadenas de frío o nodos logísticos, y circuitos cortos de comercialización que acerquen al productor con el consumidor. (Lea en CONtexto ganadero: América Latina desperdicia hasta 348 mil toneladas de alimentos por día)