Productores, investigadores y entidades sanitarias alertan sobre una amenaza que puede destruir cultivos enteros del tubérculo si no se actúa a tiempo. Expertos de Agrosavia y el ICA explican cómo controlar la plaga mediante semillas certificadas, monitoreo riguroso y manejo químico responsable.
El complejo Punta Morada, asociado al insecto vector Bactericera cockerelli, se ha convertido en una de las principales preocupaciones para los papicultores. A través de la resolución 103325, el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) establece una serie de recomendaciones que, de ser seguidas con disciplina, permiten un manejo efectivo de esta problemática.
Expertos de Agrosavia y del ICA coinciden en que la clave está en tres pilares: semillas sanas, monitoreo frecuente y aplicación adecuada de insecticidas. (Lea en CONtexto ganadero: ¡No coma cuento! La papa y la ganadería si se pueden integrar)
Sandra Insuasty, investigadora máster de Agrosavia, insistió en que el primer paso para enfrentar el complejo Punta Morada es garantizar el uso de semilla certificada. Este tipo de material vegetal ofrece garantías sanitarias que reducen el riesgo de propagar la enfermedad.
Sin embargo, reconoció que en ocasiones no es posible acceder a semilla certificada. En estos casos, recomienda elegir material de plantas visiblemente sanas dentro del mismo predio, o de fincas vecinas libres del problema, siempre con extremo cuidado para no trasladar el patógeno.
La especialista también advirtió que si existe sospecha de que un lote ha sido afectado por el complejo o por el insecto vector, no se debe guardar semilla de ese cultivo. Para la experta, “simplemente se cosecha para consumo, no para siembra”.
Asimismo, recalcó la importancia de evitar la compra de semilla en mercados o centros de acopio, donde no se tiene control sobre la procedencia del material.
 Los siguientes pasos
 Por su parte, Isabel Rosero, representante del ICA, explicó que el monitoreo del cultivo debe ser sistemático y metódico, siendo este el segundo paso. La norma indica que para áreas menores a una hectárea, se deben revisar al menos 30 puntos diferentes dentro del lote.
Esta inspección visual debe cubrir desde las hojas inferiores, donde suelen encontrarse las ninfas del insecto, hasta las partes altas, donde se detectan los adultos.
Además del monitoreo directo, se recomienda el uso de trampas amarillas, ubicadas en los cuatro puntos cardinales del terreno. Estas permiten detectar la presencia del vector de manera indirecta, pero requieren conocimiento técnico.
En palabras de Rosero, “es fundamental que el productor sepa identificar al Bactericera cockerelli para evitar errores, o que cuente con asesoría de un técnico capacitado”.
Para el tercer paso, Carlos Marcillo, profesional de Agrosavia, señaló que la aplicación de insecticidas debe hacerse solo después de conocer el estado de desarrollo del insecto en el cultivo.
“No es lo mismo atacar huevos, ninfas o adultos. Cada etapa requiere un tipo diferente de producto”, explicó. (Lea en CONtexto ganadero: La papa, alternativa de suplemento alimenticio para el ganado)
La rotación de insecticidas con diferentes mecanismos de acción también es crucial para evitar resistencias y mantener la eficacia del tratamiento.
Marcillo subrayó que las decisiones deben considerar no solo el insecto, sino también el estado fenológico del cultivo. Una estrategia mal aplicada no solo es inefectiva, sino que puede provocar daños colaterales al ecosistema del suelo y a la rentabilidad del productor.
El manejo del complejo Punta Morada no depende de una sola acción, sino de la integración de buenas prácticas agrícolas, conocimiento técnico y disciplina en campo.



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