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Alinear industria y Estado

Por José De Silvestri - 09 de Septiembre 2025


La ganadería de leche es un pilar de la economía rural colombiana. Con más de 7.700 millones de litros producidos al año, el país se encuentra entre los más grandes productores del mundo y ostenta la posición 23 a nivel global. Es una situación que se debe capitalizar de manera ágil y efectiva.

Ese volumen es producido por 320.000 familias de pequeños ganaderos que colocan la materia prima esencial para mover o dinamizar, a la vez, un mercado lácteo de 24,9 billones de pesos, equivalente a US$ 6.116 millones.

Es claro el motor que tiene el sector ganadero especializado en lechería para empujar dicho mercado. Colombia es, por naturaleza, un país lechero. No obstante, existen imperfecciones que tarde o temprano se deben corregir para proporcionarle la debida competitividad.

De los 7.700 millones de litros que produjo en 2024, la industria formal acopió solamente 3.300 millones (43 %). Detrás de estas cifras hay cientos de miles de familias campesinas que ordeñan cada mañana, sosteniendo economías locales y garantizando un producto esencial para la nutrición de millones de hogares.

Hay tres desafíos que resultarían determinantes para aprovechar ese gran volumen y dinamismo de producción.

En el primer eslabón industrial, encabezado por las empresas Colanta, Alpina, Alquería y Nestlé, acompañadas por Auralac, Pomar, Lactalis, Gloria y otras, su papel es decisivo: recogen, transforman y ponen en los anaqueles la leche y sus derivados. Allí se define la dinámica de precios y la capacidad de diversificar la oferta hacia yogures, quesos maduros, leches en polvo o productos funcionales.

Una herramienta clave es el Sistema de Pago por Litro de Leche (SPLL), que debería garantizar transparencia y premiar la calidad. Cuando se aplica con rigor, impulsa productividad; cuando no, debilita la confianza y resta competitividad.

Otro es el consumo. Aunque la leche es parte de la dieta diaria de los hogares colombianos, el consumo per cápita oscila entre 145 y 150 litros al año, cifra inferior a los 170 litros recomendados por la FAO. Es un rezago —a corregir— que limita la absorción de la producción e impide que cumpla plenamente su rol nutricional.

La informalidad es visible y ronda el 43% del mercado, con leche que circula sin cadena de frío ni controles sanitarios, que afecta y erosiona el valor para la industria formal y pone en riesgo la salud pública.

En contraste, las exportaciones empiezan a mostrar un camino esperanzador. En 2024 superaron las 12 mil toneladas, con un crecimiento del 140 % frente al año anterior y tienen a Venezuela como principal destino. La leche en polvo, el suero y yogur, lideran la canasta exportadora.

Colombia tiene potencial competitivo, calidad, escala productiva y sanidad, de ahí la necesidad de poner en marcha una hoja de ruta para corregir imperfecciones y avanzar en el aprovechamiento de las virtudes.

¿Qué hacer hacia adelante? Establecer prospectiva de mediano plazo con cinco estrategias: fortalecer las compras públicas nutricionales que se lograría al poner en marcha la entrega diaria de un vaso de leche en el sector escolar de educación de primaria; y, de manera simultánea, avanzar en la formalización mediante microplantas y centros de acopio asociativos.

Previo a esto, garantizar la aplicación estricta del Sistema de Pago por Litro de Leche, SPLL, para premiar la calidad y la transparencia; apostar por el valor agregado con productos diferenciados; y consolidar una agenda sanitaria que abra nuevos mercados.

Colombia produce leche en abundancia y con calidad. El reto es aumentar el consumo interno entre la población, pero a la vez contrarrestar la informalidad y, posteriormente, conquistar mercados internacionales para aumentar las exportaciones y aprovechar las oportunidades en el comercio global.

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