Ariel Fernando Galvis

Asistencia técnica ganadera: ¿estamos proponiendo soluciones o sembrando frustraciones?

Por Ariel Fernando Galvis - 12 de Mayo 2025


Hace unos días tuve la oportunidad de reunirme con un grupo muy diverso de ganaderos. Digo diverso no solo por el tamaño de sus fincas, que iban desde pequeños productores hasta empresarios ganaderos consolidados, sino también por sus edades, sus experiencias, y sus maneras de ver el campo. Hombres y mujeres, jóvenes y mayores, todos del mismo municipio, pero con historias productivas y realidades muy distintas. El tema del encuentro era el manejo de potreros, y mi intención era compartir algunas experiencias sobre rotación, recuperación de pasturas y mejoramiento de suelos.

Lo que comenzó como una charla técnica terminó siendo una valiosa lección para mí como asesor y para ellos como ganaderos. A medida que hablábamos, los productores me expresaban su confusión y frustración. Muchos me contaban que, cada vez que habían consultado con un técnico o en un almacén agropecuario, las respuestas siempre apuntaban a soluciones que les parecían inalcanzables: establecer cercas eléctricas, implementar rotaciones intensivas, introducir árboles, sembrar bancos mixtos de forraje... pero siempre con un mensaje implícito: si no lo hace todo, no sirve.

Y ahí me cayó una dura realidad: a veces, los técnicos estamos demasiado lejos de la realidad del productor, sobre todo del pequeño y mediano. Nos dejamos llevar por la teoría, los modelos ideales, las fincas demostrativas, las modas técnicas... y olvidamos que cada finca es un mundo, y cada productor, una persona con creencias, conocimientos, capacidades y sueños distintos.

La asistencia técnica en ganadería no es sencilla. Requiere más que conocimientos académicos, requiere empatía, escucha y respeto. Cuando presentamos proyectos demasiado rígidos, costosos o complejos —aunque estén técnicamente bien diseñados— corremos el riesgo de generar más frustración que avances. Lo he visto muchas veces, productores que se entusiasman con una idea, pero al ver lo que implica implementarla "como debe ser", se asustan. Y peor aún, comienzan a desconfiar de la asistencia técnica. Prefieren seguir como están, aunque no funcione del todo, antes que aventurarse en algo que parece diseñado para otros, no para ellos.

Hoy abundan términos como ganadería regenerativa, pastoreo de ultra alta densidad (PUAD) o sistemas silvopastoriles intensivos. Son enfoques interesantes, y muchos tienen bases científicas sólidas. No los cuestiono. Pero debemos tener cuidado con cómo los presentamos. En redes sociales y foros especializados se venden como soluciones milagrosas. Se muestra el “antes y después” de fincas que parecen de otro planeta, pero pocas veces se explica el camino recorrido, el nivel de inversión, el acompañamiento técnico o el capital humano que hizo posible ese cambio.

Cuando llevamos estos modelos a la finca de un productor que lucha en su día a día por cumplir con sus obligaciones, pagar el jornal o lidiar con el clima, y le decimos que ese modelo es la única forma válida de producir bien, lo que logramos no es motivarlo, sino alejarlo.

Aquí es donde los asesores y los ganaderos debemos cambiar el enfoque.

Como asesores, debemos volver a lo esencial, escuchar más y diagnosticar mejor. Innovar no siempre implica grandes inversiones. A veces, una mejora sencilla, implementada con sentido y sostenida en el tiempo, puede tener más impacto que un gran proyecto que nunca se lleva a cabo. Si logramos que un ganadero divida un potrero en dos, y después divida esos dos en cuatro, ajuste su carga animal o retrase el regreso del ganado unos días para darle más descanso al pasto, ya estamos generando cambio.

Porque en asistencia técnica lo perfecto muchas veces es enemigo de lo posible.

No todos los productores pueden hacer PUAD con 300 animales monitoreando biomasa por satélite y aplicando fertirriego. Pero tal vez sí puedan empezar con la implementación de una cerca eléctrica, con una rotación básica, con una mejora en la suplementación mineral y el suministro del agua. No todos pueden sembrar miles de árboles, pero sí pueden dejar crecer uno que ya está, o iniciar una cerca viva o ponerse una meta de sembrar 20 o 50 al año. Esos pequeños pasos son más sostenibles, más alcanzables, y sobre todo, más suyos.

La implementación gradual no es una señal de debilidad técnica. Al contrario, es una muestra de inteligencia, estrategia y humanidad. Nuestra labor no es llevar al productor al “modelo ideal”, sino ayudarle a construir el suyo, el que sí puede aplicar, el que le hace sentido y le permite avanzar a su ritmo.

La asistencia técnica no puede seguir siendo vista como un lujo o como algo lejano. Debe ser una herramienta accesible, adaptada y útil. Y para eso, tenemos que dejar de imponer formatos cerrados y empezar a construir soluciones compartidas y de aplicación gradual.

La ganadería en Colombia está conformada en su mayoría por campesinos, pequeños productores, el 75% de los predios ganaderos tiene menos de 100 animales, y solamente el 12% de nuestros ganaderos han tenido acceso a una educación superior, pero con ellos producimos el mas de 35% de nuestra leche y nuestra carne, son la esencia de nuestra ganadería y si queremos modernizarla y tener una ganadería sostenible desde lo ambiental, lo económico y lo social, es hacia ellos hacia donde debemos enfocar nuestros esfuerzos.

No se trata de renunciar a los modelos exitosos. Se trata de adaptar, acompañar y construir con lo que hay. Se trata de entender que es más importante lograr algún avance —por pequeño que sea— que quedarse estancado por la idea de que, si no se hace todo, no vale la pena hacer nada. Porque si el productor no cree que pueda hacerlo, simplemente no lo hará. Y ahí, habremos fallado todos.

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