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Bichos vs. bichos

Por Juan Lucas Restrepo - 04 de Agosto 2016

Todo el mundo le gustaría que sus alimentos fueran orgánicos, sin residuos químicos, y que su producción no afecte el medioambiente. Pero así me encanten las acelgas cien por ciento orgánicas, con las hojas mordidas, que se producen en mi huerta, alimentar a la humanidad con este tipo de productos resulta imposible. Al menos por ahora.

Todo el mundo le gustaría que sus alimentos fueran orgánicos, sin residuos químicos, y que su producción no afecte el medioambiente. Pero así me encanten las acelgas cien por ciento orgánicas, con las hojas mordidas, que se producen en mi huerta, alimentar a la humanidad con este tipo de productos resulta imposible. Al menos por ahora. 

Se estima que aproximadamente el 20 % de las cosechas se pierde por la acción de los insectos, y que para que el otro 80 % llegue a la mesa, las multinacionales del agro les venden anualmente a los agricultores unosUSD45 mil millones en productos de control químico. Estos, que provienen de la síntesis de algunas moléculas, en conjunto con semillas más productivas, nutrición y mecanización intensivas, han conformado la receta de la revolución verde, que por décadas ha logrado producir suficientes alimentos para la humanidad (así no todos tengan acceso a ellos). 

Sin embargo, este modelo comienza a hacer agua, ya que sus tasas de aumento de la productividad son marginalmente decrecientes y sus impactos ambientales empiezan a hacer mella, por ejemplo, en el agotamiento de los suelos agrícolas. En el caso del control químico, algunas plagas han venido desarrollando resistencia a moléculas particulares, que, por lo tanto, van perdiendo su efectividad. Y cada vez es mayor el esfuerzo y menor la probabilidad de descubrir nuevas moléculas que renueven el portafolio del control químico. Se calcula que hay que analizar unas 139 mil moléculas candidatas para encontrar una que sirva, y que el costo hasta llevarla al mercado puede superar los USD200 millones.

Ante este panorama, se ha venido integrando el conocimiento de entomólogos, biólogos, químicos farmacéuticos y de otras disciplinas para crear una nueva industria de biocontrol, que no parte de moléculas químicas, sino de virus, bacterias, hongos, metabolitos y extractos vegetales entre otros, que se desarrollan y formulan en productos de origen natural, que cada vez más se acercan a la eficiencia, la efectividad y los costos de sus alternativas químicas.

Se trata de una industria que a principios de los años 90 prácticamente no existía y que hoy vende unos USD4.000 millones y crece 16 % al año. Esta nueva industria aprovecha la biodiversidad en la búsqueda de sus materias primas y, en conjunto con otras tecnologías como la agricultura de precisión y enfoques más agroecológicos de la producción, parece estar sentando las bases para una nueva revolución agrícola que produzca alimentos suficientes de forma eficiente y más sostenible.

Se trata de un cambio de juego, en el cual habrá que saber cómo mover las fichas. El control químico está concentrado en unas pocas multinacionales de países desarrollados. En biocontrol –por lo menos hasta ahora– la cancha está más pareja: Estados Unidos tiene unos 400 registros de productos de biocontrol; Brasil no está tan lejos, ya tiene 100, y Colombia, anda por esos mismos niveles. Corpoica completa cuatro registros y tiene 10 candidatos más en investigación y desarrollo.

Pero la industria del control químico está haciendo las primeras jugadas. Bayer, Basf, Syngenta, Monsanto y los otros peces gordos andan de compras y han adquirido las principales empresas que se han venido conformando en biocontrol. Y no es claro si sus intenciones son las de acelerar el cambio hacia el biocontrol, o ralentizarlo para terminar de ordeñar la vaca de su negocio químico tradicional. Ya veremos.   Tomado de Portafolio, jueves 4 de agosto de 2016