Vivimos un período en que el populismo florece. Ya no es propio de los países pobres donde se consideraba que tenía una fuerte relación con la pobreza y la baja educación.
Hay populismo de Argentina a México pasando por Venezuela, en Estados Unidos, Rusia y Europa, incluso en naciones del Sur Este asiático que han brillado por la seriedad de sus políticas.
Con el viento favorable que sopla a nivel mundial, las propuestas populistas florecen en múltiples iniciativas legislativas locales. La pandemia ha roto los diques de la prudencia y la grave crisis económica es la justificación para emprender todo tipo de subsidios, beneficios, exenciones, descuentos o alivios. Algunos son necesarios y contribuyen a moderar el duro ciclo recesivo. Pero hay otros que son descabellados, inconvenientes, imposibles de financiar e insostenibles.
Lo preocupante de este proceso es que las fuerzas políticas que debían llamar a la cordura y la prudencia han entrado en una competencia por proponer medidas populistas. En Colombia estamos en un curioso concurso de populismos. Una amplia mayoría del legislativo es ideológicamente de centro izquierda. Se incluyen en este grupo fracciones de los partidos que se consideran de “centro derecha” como el conservador o el Centro Democrático.
En plena discusión del reajuste del salario mínimo se escuchan voces que, entre los “moderados”, reclaman un impulso de la economía a través de un aumento significativo del salario por encima de la inflación. El argumento de que los altos costos salariales explican una informalidad laboral del 60 por ciento cae en oídos sordos. En Colombia, según el DANE, las ganancias de productividad del trabajo han estado en promedio de los últimos cinco años, en un 0,24 por ciento. Impulsar una disminución de la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales es inconveniente, pero avanza sin resistencia en el Congreso. Aumentarán los costos laborales y no se generarán más puestos de trabajo como lo confirma la experiencia de otros países que se han dejado seducir por el silogismo de que se puede trabajar menos, ganar lo mismo y disminuir el desempleo.
Algo similar sucede con el debate sobre la renta básica universal o el ingreso mínimo garantizado. Centro derecha y centro izquierda se disputan a gritos la promoción de esta propuesta. En rapiña, luchan por ser reconocidos como los autores de esta iniciativa que tiene un gran atractivo en el electorado. Utilizar, como lo ha hecho el gobierno en los últimos meses a través del Fondo de Mitigación de Emergencias, recursos presupuestales temporales para ayudar a los más vulnerables tiene sentido social y económico. Algo bien diferente es proponer que, sin importar las condiciones económicas ni las circunstancias individuales, todos los ciudadanos reciban un ingreso garantizado. Los populistas de izquierda quieren que 30 millones de colombianos gocen de este ingreso que, hace poco, los suizos rechazaron en una consulta popular por considerarlo inviable. Pero lo grave es que los populistas de derecha están de acuerdo con el proyecto.
Menos mal, en medio de esta puja de populismos, el gobierno mantiene su sindéresis.
Miguel Gómez Martínez
Presidente de Fasecolda
migomahu@gmail.com
Portafolio, diciembre 08 de 2020