Somos conscientes de nuestra dependencia creciente y, en ocasiones enfermiza, de la tecnología. Muchísimas tareas y funciones son hoy imposibles sin el apoyo de los poderosos sistemas que han invadido todos los aspectos de nuestra vida.
La vida cotidiana es hoy más eficiente y sencilla porque tenemos a nuestro servicio todo tipo de posibilidades al alcance de un clic. No en vano, dentro de las diez principales fortunas del mundo, tan sólo dos (Amancio Ortega del grupo Zara y Bernard Arnault de LVMH) producen bienes mientras los demás son empresas relacionadas con tecnología.
Pero como dice el refranero popular “de eso tan bueno no dan tanto”. Recomiendo con insistencia el documental El dilema de las redes sociales que se encuentra en Netflix.
Es una apasionante descripción de los peligros que representan muchos de los aplicativos que forman parte de nuestra vida cotidiana. Hay testimonios relevantes de grandes expertos que han participado en el desarrollo de ellos y que conocen la funcionalidad de los mismos. El recorrido por este submundo tecnológico es aterrador. Con ayuda de simulaciones, se muestra el peligroso alcance del big data donde se almacena, procesa y manipula la información para identificar nuestras preferencias, sacarles beneficios económicos y transformar nuestras decisiones. El lío es que muchos de estos procesos operan sobre el subconsciente sin que sepamos el grado de manipulación al que estamos sometidos.
Algunas de las afirmaciones que del documental son radicales. “Si no estás pagando por un producto, el producto eres tú” lo que resume la lógica detrás de todas esas aplicaciones que saben más de nosotros que nosotros mismos. Estas empresas no venden información porque existe un producto de mayor valor. El objetivo central del negocio es atraer nuestra atención para llevarnos, sin que lo notemos, a tomar decisiones de consumo. Por ello lo que venden es nuestra atención pues tienen la capacidad, mediante algoritmos y procesos de machine learning, de que lleguemos al resultado definido por el programa.
Se habla incluso del capitalismo vigilante, pues ninguna de las actividades que hacemos utilizando tecnología es ignorada e incrementa la precisión de los modelos de predicción de comportamiento. Así como hay mercados de futuros en materias primas o en divisas, estamos presenciando el nacimiento de un mercado de futuros humanos. La tecnología permite transformar a las personas en productos que son inconscientes de cómo son llevados con certeza a cumplir los objetivos de mercadeo trazados.
Nos damos cuenta que hay riesgos en la tecnología. Lo percibimos en los jóvenes que desarrollan adicciones y problemas sicológicos. Lo vemos en las libertades públicas pues la protección de la privacidad está en entredicho. La política ha sido muy determinada por estas herramientas que pueden cambiar los resultados electorales mediante sofisticadas estrategias de publicidad.
En todos estos temores reales y fundados, hay riesgo de alienación cultural. El documental dice que hemos perdido el control de la tecnología y eso debería preocuparnos. El gran hermano (Big Brother) de George Orwell existe y no nos hemos dado cuenta.
Miguel Gómez Martínez
Presidente de Fasecolda
migomahu@hotmail.com
Portafolio, octubre 27 de 2020