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Hatem Dasuky

columna

De la tarima a las pantallas

por: Hatem Dasuky- 31 de Diciembre 1969


Hasta hace muy poco el éxito de una campaña política dependía de las plazas llenas a punta de grito herido y tamales. Si las personas de los barrios y veredas que llegaban(y siguen llegando) en buses, lograban rellenar el espacio, se decía que el candidato tenía posibilidades y así se medía eltermómetro del respaldo popular.

Pero los tiempos han cambiado y política ya no se grita desde una tarima sino que se desliza por una pantalla, las emociones que antes estallaban en la plaza pública ahora se miden en “me gusta”, comentarios y compartidos. Ganar una elección implica entender cómo funciona la atención digital, cómo se construyen audiencias y cómo se gana confianza en un entorno tan inmediato como volátil.

Facebook, X, Instagram, TikTok y YouTube no solo han transformado la comunicación, sino que han revolucionado la manera de hacer política. El electorado —cada vez más digitalizado— consume información y toma decisiones desde su celular. El viejo esquema de recorrer pueblos en caravanas ahora se complementa y (seguramente después del atentado a Miguel Uribe se va a reemplazar por razones de seguridad) con la presencia estratégica en las redes.

Las campañas ya no se miden por la cantidad de refrigerios repartidos sino por el número de interacciones, visualizaciones, compartidos, lo que se conoce como “engagement”.

Lamentablemente ya no son tan importantes las propuestas, sino las narrativas virales, videos cortos, memes efectivos y transmisiones en vivo. Un candidato que sabe mirar a cámara, que entiende las reglas del algoritmo y que conecta con las emociones del usuario puede superar incluso a rivales con estructuras políticas más robustas.

El poder del algoritmo y la segmentación.

La publicidad tradicional lanzaba globos al aire, sin saber a dónde caerían, hoy gracias a la segmentación, cada mensaje puede ser dirigido a públicos específicos: jóvenes de tal a tal edad, madres solteras, emprendedores, pensionados, etc. Esto permite personalizar el discurso, aumentar la empatía y mejorar el rendimiento del gasto publicitario.

Los algoritmos “premian” la interacción y la polarización, por eso los discursos extremos, controversiales o disruptivos tienen más visibilidad. Los candidatos lo saben y alinean su estilo a estas dinámicas, priorizando la viralidad sobre la profundidad.

Pero no vamos tan rápido, lo digital ofrece ventajas, pero también riesgos. La manipulación emocional, los fake news, la posverdad y la fragmentación del debate público son desafíos que vienen de la mano con esta tendencia.

En este nuevo escenario aparecen tras el telón, los “influencers” que se han convertido en actores políticos, ya sea promoviendo candidaturas o generando tendencia, altiempo que en simultánea proliferan las campañas de desinformación con las famosas bodegas, ejércitos digitales pagados para dispararle al enemigo, lo que exige al electorsentido común y pensamiento mucho más crítico.

Sin embargo, las redes ofrecen alcance y eficacia, pero no reemplazan por completo el contacto directo, a la gente le gusta ver a su candidato de cerca, tocarlo y hasta tomarse la selfie, por eso una campaña híbrida que combine lo digital con lo territorial, suele ser más efectiva, pero es innegable que un político que no sepa comunicar digitalmente está condenado a la irrelevancia.

El político moderno necesita en su campaña estrategas digitales, creadores de contenido, community managers y analistas de datos, porque el verdadero escenario electoral está en la palma de la mano.