Ariel Fernando Galvis

El agropecuario, una imagen mal vendida

Por Ariel Fernando Galvis - 15 de Septiembre 2025


Si algo no representa al productor agropecuario en Colombia, es la imagen que se ha querido vender en redes sociales por cuenta de algunos artistas y algunos influencers, del hombre “millonario fachoso”, cadenas de oro, sombrero, botas mexicanas, Toyota del año, y pinta de traqueto. No, eso no somos. Ni la ganadería y la agricultura son minas de oro, ni la cultura y los valores del productor agropecuario nuestro corresponden a esa caricatura.

Nuestro campesino es noble, humilde, trabajador, honesto, y en la mayoría de los casos, pobre.

La producción agropecuaria en Colombia está en manos de pequeños campesinos, según el DANE, entre el 70% y el 76% de los productores agropecuarios tienen unidades productivas de menos de 5 hectáreas; es decir son minifundios con economía familiar.

El 78% de los campesinos, en el mejor de los casos, ha estudiado primaria y solo el 2% tiene formación profesional.

En el año 2024 la incidencia de pobreza monetaria más alta estuvo en las zonas rurales, el 42,5% de sus habitantes están dentro del índice de pobreza monetaria. ¿Millonarios? Las estadísticas dicen otra cosa.

En ganadería – el sector más visible y el primero que estigmatizan-, el 89% de los ganaderos tiene menos de 100 animales. Solo para poner un ejemplo, quien tiene 100 cabezas de ganado, tiene un capital que ronda los 250 millones de pesos, mucho menos de lo que cuesta un apartamento de 50 metros cuadrados en Bogota. Está lejísimos del “rico y poderoso” que quieren pintar.

No digo que todos somos pobres, ni que todos sean analfabetas, por supuesto que hay profesionales, hay grandes empresas, hay agricultores y ganaderos pudientes. Y si estamos en ese grupo, somos afortunados, pero estamos lejos de ser la mayoría.

Esta imagen que se ha querido vender a través de la música y las redes sociales, sin ninguna mala intención, por supuesto; que tiene una mezcla aspiracional del estilo de vida “traqueto” que algunos anhelan como señal de éxito, y que se alimenta de la visibilidad que logró nuestro sector gracias a la pandemia, donde el mundo por fin reconoció el papel tan importante que jugamos-; no nos hace bien, por el contrario, nos hace daño, nos pone cada vez más, en la mira de los delincuentes, y desafortunadamente, en la mira de las narrativas populistas que azuzan la lucha de clases y nos encajan en el lado equivocado.

Que estemos de moda está bien. Que se reconozca el trabajo duro de nuestros campesinos, también. Lo que no está bien es exhibir una imagen tergiversada de lo que somos: eso le resta mérito al reconocimiento.

A la Colombia citadina, tenemos que decirle que somos mucho más que eso; somos sacrificio y resiliencia; somos trabajo duro, al sol y al agua; somos la carne, la leche y la agricultura que llega a su mesa todos los dias. No somos el enemigo, probablemente seamos su principal aliado.

Vale la pena traer a la memoria una frase usada frecuentemente —con razón— en campañas públicas, por su verdad: si al campo le va bien, a la ciudad le va bien.


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