Hace unos días el DANE reveló las cifras de crecimiento del segundo trimestre de 2021, llegando a 17,6% en el periodo abril a junio, mientras que para el año corrido alcanzó 8,8%. Las cifras para la economía pudieron ser aún más dinámicas de no haberse registrado el vandalismo y bloqueo de vías durante el mes de mayo.
El sector agropecuario registró un crecimiento de 3,8% en el segundo trimestre, mientras que el sacrificio de bovinos se incrementó 6,9% al igual que la producción de leche cruda que tuvo una subida de 12%.
En el caso del sacrificio, por fortuna, el ritmo de exportación de carne le ha contribuido de muy buena manera, pero también el mismo dinamismo económico ha hecho que el consumo interno de carne vaya recuperándose poco a poco, esperando que en 2022 se tengan cifras similares a las de antes de la pandemia. En el caso de la producción de leche cruda se merece un especial análisis sobre tan importante incremento.
Justamente la semana pasada en la audiencia que desarrolló el Ministerio de Comercio en relación con la solicitud de salvaguardia hecha por FEDEGAN frente a las altas entradas de leche de en polvo provenientes de Estados Unidos, uno de los argumentos de los importadores de este producto es que tales importaciones no registran ningún daño al sector primario teniendo en cuenta que nuestra producción sube típicamente.
Es un argumento fuera de lugar. Precisamente nuestro sector, en donde la producción está a cargo de unos 320 mil ganaderos, siendo 83% de ellos pequeños y micro productores, mantienen una realidad innegable que es un precio real cada vez más contraído.
Ante tal situación, la lógica económica del pequeño ganadero es producir más litros para tratar de compensar su ingreso, lo que paradójicamente hace que su precio no reaccione pues la oferta se incrementa. Tal situación en buena medida explica que trimestre a trimestre se noten más alzas que bajas en los niveles de producción.
Pensar que el incremento de las importaciones de leche en polvo no le ha hecho daño al sector primario es un argumento utópico y convenientemente utilizable ante la discusión de la salvaguardia. Pero además no se puede desconocer que el ritmo del acopio industrial a nuestros productores se ha ralentizado desde 2014 como consecuencia de que diferentes industrias disponen de mayor oferta extranjera.
Claro, si Colombia fuera Suiza o Dinamarca, países con niveles de ingreso monetario superior, seguramente resultaría más sencillo implementar políticas pecuarias para controlar los niveles de oferta de leche en función de los precios y el hato lechero. Pero como diría Darío Echandía esto no es Dinamarca sino Cundinamarca, en donde hay unas consideraciones sociales y económicas adicionales.
Sin embargo, solo piensen en que pudiéramos controlar el nivel de oferta de leche. Si los precios fueran mal, bajar la producción o dedicar buena parte de ella para la cría pensando en el mercado de animales sería una herramienta para que reaccionara el precio. Claro, solo en ciertas zonas geográficas se lograría.
Pero de allí la importancia que al sector exportador de carne también le vaya bien. Para que exista movilidad en los factores de producción, como ya ocurre en algunas zonas de trópico bajo, y algunos productores hoy estén pensando en el mercado de carne y animales vivos migrando desde la lechería sin abandonarla de tajo.
Pensar en que el mercado de la leche solo se ajusta por el mercado de la leche, o el de la carne y animales en pie lo hace por sí solo, puede generar sesgos y no permitir ver oportunidades que el mismo mercado está ofreciendo. Hay que estar en la jugada.
@ojcubillosp