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Hecho en Colombia, hagámoslo posible

Por - 02 de Octubre 2019

El país tiene un consumo anual de alimentos cercano a los 40 millones de toneladas, de acuerdo a los datos de la Sociedad de Agricultores de Colombia. Sin embargo, de ese total importó –en 2018– cerca de 10,8 millones de toneladas, según las cifras del Departamento Nacional de Estadística – DANE, lo que representa poco más del 27 %.

Paradójicamente, Colombia es uno de los seis países del mundo con posibilidad de ampliar su frontera agrícola, pues de 114 millones de hectáreas que conforman su territorio continental utiliza en actividades agropecuarias 44 millones de ellas.

Pero lejos de sustituir importaciones al tener mayor posibilidad en el uso de la tierra, lo que ha venido ocurriendo en las últimas décadas es la mayor entrada de productos de origen agropecuario vía importaciones. Desde la década de los 70, la economía colombiana tuvo mayor apertura al comercio internacional, lo que generó que muchos de los sectores agrícolas del país terminarán lesionados frente al ingreso de productos extranjeros.

Pero las consecuencias de mayor intensidad se dieron al empezar la década de los 90 con lo que se conoció como apertura económica, que expuso de nuevo, a muchos sectores agrícolas a más competencia internacional, desmejorando su rentabilidad local y llevándolos a la quiebra.

Hoy, a tal exposición, se suman diferentes Tratados de Libre Comercio que no tienen un aprovechamiento económico por parte del país, sabiendo que dichos acuerdos son en doble vía. Así las cosas, las importaciones de gran parte de productos agropecuarios han tenido rápido crecimiento por lo menos en la última década cuando empezó a aplicarse la mayor liberalización comercial.

Entre 2012, año en que se puso en vigencia el TLC con EE.UU., y el año 2018 el crecimiento total en la importación de alimentos es de 43 %. Más de USD 5.000 millones destinados a traer lo que podríamos producir aquí, e incluso internando bienes con calidades por debajo de las que alcanzaríamos con nuestra propia producción.

Vale la pena, en el marco de la política pública, que el país empiece a pensar en esquemas eficientes en la sustitución de importaciones, que no impliquen subsidiar o compensar recursos.

La sencilla idea que los alimentos adquiridos por las instituciones públicas como las Fuerzas Armadas, o el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, deban tener un origen 100 % en producción nuestra, estimularía en buena forma a los bienes agrícolas que se han dejado de producirse y que han tenido reemplazo en las importaciones.

Hoy el tema grueso está en los cereales, sin embargo, ya las señales de mercado marcan grandes amenazas en productos como la leche, algunas legumbres y hortalizas, e incluso frutos en los que tenemos una inmensa ventaja comparativa.

Diseñar una gran política teniendo bajo eje las compras públicas y el “made in Colombia” beneficiaría a muchos de los productores de nuestro sector rural. Organicémonos y hagámoslo posible.