Ariel Fernando Galvis

Heroínas

Por Ariel Fernando Galvis - 23 de Junio 2025


Acaba de terminar un nuevo ciclo de vacunación contra la fiebre aftosa y la brucelosis. Como ha ocurrido durante muchos años, los ganaderos seguramente volvimos a cumplirle al país —eso lo confirmarán los resultados oficiales—, pero esta vez, para mí, el proceso tuvo un matiz diferente: el rostro visible de la vacunación fue el de una mujer.

Mónica fue la vacunadora asignada para visitar nuestra finca. Tiene unos 28 años, es alegre, decidida, con una actitud que inspira respeto y confianza. Nos contó, entre vacuna y vacuna, que es madre soltera de dos hijos y que lleva varios años en esta labor con Fedegán. Su presencia me llevó a reflexionar sobre el rol cada vez más protagónico que tienen las mujeres en el campo colombiano.

Durante décadas, tareas como esta fueron terreno exclusivo de los hombres, más por prejuicio y machismo que por razones reales de capacidad. Hoy, cientos de mujeres demuestran, día tras día, que no solo están a la altura del reto, sino que lo hacen con excelencia y entrega.

Mónica se levanta todos los días a las 4:00 de la mañana. Prepara el desayuno, organiza su casa y alista a Juliana y a Mateo, sus hijos, para la escuela. Luego, toma su equipo, revisa el cronograma y se lanza a la ruta: en un solo día puede vacunar en tres, cuatro, cinco y hasta seis fincas. Cuando regresa a casa, todavía le quedan fuerzas para revisar tareas y preparar todo para el siguiente día. Así durante 50 días seguidos, sin importar si llueve, truena o relampaguea, como diría ella misma.

Ese día, mientras nosotros lidiábamos con el barro, el frío y el ganado inquieto, ella no mostró un solo gesto de cansancio. Dominaba la escena con seguridad. Sabía lo que hacía, y lo hacía bien. Como ella, cerca de 500 mujeres hacen parte del equipo de vacunadores que recorren el país durante cada ciclo, enfrentando no solo el clima y las condiciones precarias de algunas fincas, sino también el mal estado de las vías, la inseguridad y las amenazas del orden público.

Me mostró algunas fotos de los lugares por donde ha pasado. Camina durante horas, atraviesa ríos, empuja motos varadas, se moja, se asolea y carga sus implementos sola. Las imágenes hablaban por sí solas. Son verdaderas “vacunadoras extremas”.

La experiencia con Mónica fue una lección. Me permitió ver más allá del corral y pensar en la logística monumental que implica vacunar cerca de 30 millones de animales en más de 600.000 fincas en tan solo 45 días. Y también en las personas que hacen posible esta hazaña, en lo duro que es su trabajo. Yo terminé mi jornada y me fui a descansar. Ella aún tenía fincas pendientes ese mismo día, y otras tantas al siguiente, y al siguiente...

A nivel nacional, las cifras aún reflejan una deuda con la inclusión laboral femenina en el campo. Según el DANE, apenas el 26% de las mujeres rurales participan en el mercado laboral, frente al 60% de los hombres. Y solo el 5% de las mujeres rurales ocupadas trabajan en actividades ganaderas, a pesar de su enorme potencial. Casos como el de Mónica muestran que abrirles espacios no es un favor, es una necesidad; el campo colombiano necesita más mujeres, no solo por justicia social, sino por eficiencia, compromiso y calidad humana.

Su trabajo me hizo valorar más a todos esos vacunadores y vacunadoras que muchas veces pasan desapercibidos, que no siempre reciben un trato justo, pero que siguen ahí, cumpliendo con rigor y compromiso. Mónica cumplió con nosotros, como seguramente lo hizo con los otros 180 ganaderos que tenía en su agenda. Y gracias a mujeres como ella, me atrevo a decir, sin conocer aún las cifras finales, que una vez más, los ganaderos le cumplimos al país. Pero esta vez, permítanme decirlo con orgullo: le cumplimos con rostro de mujer, con el rostro de las heroínas de la vacunación.


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