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La Bolsa o la Vida

Por Luis León - 26 de Mayo 2020

Cualquier elección de un hombre siempre será una decisión ética. Siempre que admitamos que cualquier decisión tiene consecuencias nos enfrentamos al dilema de lo que es mejor o de lo que puede ser peor.

Desde el “imperativo categórico” de Kant, el “Juramento hipocrático” o cualquier deontología profesional, todos los humanos pretendemos que nuestras acciones sean certificadas por una racionalidad universal, “el deber ser”.

Ahora bien, el término “ética” puede ser confusamente generalista puesto que podemos hablar de ética médica, ética deportiva, ética periodística, ética económica o ética política.

Y no es gratuita esta puntualización porque antes de desarrollar mi relato me siento obligado a referirme al reciente artículo de Lafaurie Rivera (Un falso dilema https://www.contextoganadero.com/columna/un-falso-dilema”>Un falso dilema) en el que apuntaba al perverso dilema populista entre economía y salud con el que la izquierda pretendía dinamitar los equilibrios que el Presidente Duque quería priorizar.

El artículo mencionado se circunscribe, con afinado acierto, al cálculo político y la mezquindad con la que la izquierda pretende demonizar al gobierno de Duque por, supuestamente, preferir la economía de unos pocos a la salud de la mayoría.

Pues nada más lejos de la intención de este artículo de obstinarme en el enfoque de Lafaurie, porque 30 días después, la dialéctica economía-salud queda desbordada por la pulsión inmediata de un “lockdown” y el diabólico dilema entre salvar la bolsa o salvar la vida, la intempestiva necesidad (como en el “dilema del tranvía”) de elegir una de las dos vías.

Wendy’s se ha quedado sin suministro de carne, Costco ha limitado la venta de carne por cliente (¿alguien sabe la situación de “Tyson Foods Inc.”?) En España se van a perder millones de hortalizas y frutas porque están cerradas las fronteras a los emigrantes marroquíes que las recolectan, las ovejas de Castilla-León van a perder la lana porque los esquiladores rumanos no pueden venir, los buques petroleros se están convirtiendo en enormes depósitos de “stockage” ante la baja demanda de crudo, los sistemas financieros están desbordados y el dinero es una entelequia de bancos centrales imprimiendo dinero compulsivamente.

¿En qué diablos se ha convertido el mundo real en menos de tres meses?

Los políticos no tienen ni idea si existe un “imperativo categórico”, no saben si importan más los votos que los muertos, el mundo se ha convertido en un laboratorio experimental de decisiones que pueden significar inflación, deflación, recesión, estagnación o, simplemente, la más desesperante indefensión y desamparo.

Una inmensa angustia existencial nos conmueve la conciencia. ¿Dónde reside la responsabilidad y el deber si vacilamos entre el estómago y las funerarias? - ¿De qué es más digno morir, …de hambre o de enfermedad?

Admitiendo que todos entendemos que el valor supremo es la vida, el “socialismo sentimental” nos quiere hacer creer que el maná es el Estado, olvidando que el único maná son los impuestos a las actividades económicas que sustentan todas las prestaciones sociales.

Margaret Thatcher ya lo dijo con meridiana claridad: "No olvidemos nunca esta verdad fundamental: el Estado no tiene más dinero que el dinero que las personas ganan por sí mismas y para sí mismas. Si el Estado quiere gastar más dinero, solo puede hacerlo endeudando tus ahorros o aumentando tus impuestos. No es correcto pensar que alguien lo pagará. Ese 'alguien' eres tú. No hay 'dinero público', solo hay dinero de los contribuyentes".

Quizás es Hamlet quien nos vuelve a poner contra las cuerdas en su “Ser o no Ser”: Ser o no ser, esa es la pregunta. ¿Cuál es más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades, y darlas fin con atrevida resistencia?

¿La bolsa o la vida?

¿Vale la pena vivir la vida en un encierro manso y subyugado o hay que salir a derramar la sangre de unos cuantos para izar la bandera de la vida?

Siempre nos acusaremos de cada muerto, pero nunca nos perdonaremos la cobardía de haber dejado de luchar.

Y si alguien no soportara el peso de la culpa que repita con Billy Wilder: “Nadie es perfecto”.

Entretanto y mientras no podamos colgar el cartel de “Covid free” el equilibrio entre la bolsa y la vida continuará siendo una cruel metáfora de la encrucijada entre un estómago lleno o unos pulmones con respiración asistida.

Luis León

(…desde algún rincón de Madrid)