Los proyectos de infraestructura son la caldera que le mete vapor al crecimiento de la economía. Su papel es fundamental para mantener un ritmo de expansión superior al que se registra en el resto del mundo. Este es un sector que sufrió el impacto directo del escándalo de Odebrecht, que sigue produciendo olas judiciales. Muchos proyectos quedaron en suspenso mientras se aclaraban los alcances de los vínculos de corrupción con funcionarios nacionales.
El gobierno Duque encontró un panorama de estancamiento en el desarrollo de los proyectos que estaban iniciados y del cierre de los que estaban en proceso. En muy poco tiempo, y gracias al trabajo articulado de la Vicepresidencia, Ministerio de Transporte, el de Hacienda, la ANI y la ANLA entre otras entidades, se ha logrado reactivar 23 proyectos de carreteras, férreos, fluviales y de aeropuertos. Esto representa cerca de un 30 por ciento del crecimiento de la economía.
En este contexto adquiere importancia el reciente seminario organizado por el Ministerio de Hacienda, el Banco Mundial y el gobierno suizo titulado “Infraestructura: Mercado de Capitales y riesgo fiscal”. Con la presencia de expertos internacionales, se pudieron analizar los retos que tiene el sector para poder una mejor administración de los riesgos de estos proyectos de alta complejidad.
La curva de aprendizaje con los errores cometidos en las primeras generaciones de proyectos, nos permite hoy recoger los beneficios. La experiencia acumulada, la información disponible y las opciones financieras a las que el país tiene acceso, permiten afirmar que existen condiciones para que vivamos un verdadero boom de infraestructura que contribuya a superar el aislamiento y la baja productividad de la economía.
Hay avances importantes en la coordinación institucional para reducir los riesgos de sobrecostos de los proyectos. La dificultad de adquirir predios, obtener las licencias ambientales o el manejo de las comunidades afectadas por los proyectos, terminan generando contingencias y demoras con enormes impactos financieros. Todo acompañado de una cascada de acciones judiciales que entran en el túnel de lentitud de la justicia colombiana. El resultado se refleja en problemas con los financiadores, constructores, aseguradores, reaseguradores y demás actores participantes en los proyectos.
Otro elemento muy positivo para mencionar son los beneficios que el sector de infraestructura deriva del avance de la profundidad financiera que adquiere Colombia. Han caído las tasas para los papeles colombianos y los retornos exigidos a las inversiones. También se desarrolla un mercado secundario de proyectos que ya están en operación. La posibilidad de realizar emisiones en moneda local, a plazos cada vez más largos, reduce de manera significativa el riesgo de cambio, que tiene mucho impacto dada la volatilidad de nuestra tasa de cambio.
Avanzar en los temas de infraestructura requiere un conocimiento cada vez más profundo de los riesgos de este tipo de actividades. Quedan todavía temas jurídicos y técnicos por afinar. Pero el país ha recorrido un tortuoso camino para transformar el sector de infraestructura, de un dolor de cabeza, en una promesa para nuestro desarrollo.
Coletilla: Llegó, como era de esperarse, el coronavirus. Mientras la ciencia produce la vacuna, debemos inyectarnos de serenidad.
Miguel Gómez Martínez
Presidente de Fasecolda.
Portafolio, marzo 10 de 2020