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Ariel Fernando Galvis

columna

La crisis arrocera, un problema de todos

por: Ariel Fernando Galvis- 31 de Diciembre 1969


El problema del precio del arroz no es solo de los cultivadores de arroz, es un problema de todos los colombianos, pero, sobre todo, de todos los que producimos en el campo para llevar el alimento a las mesas colombianas.

El arroz es el insumo más importante en la canasta familiar, mas del 98% de los hogares colombianos consumen arroz diariamente, con una media de consumo nacional de 46 kg por año, un consumo alto si consideramos que en América latina solamente somos superados por Perú y Cuba.

La quiebra de los arroceros, una situación que podría implicar el retiro de muchos agricultores, para dedicarse a otras actividades agropecuarias, o de otro sector, podría generar un déficit en la producción lo que nos llevaría a depender de las importaciones para cubrir el consumo nacional, esto generaría con seguridad, una mayor exposición a la volatilidad internacional de los precios y en última instancia, un incremento inevitable del precio del arroz al consumidor final en el mediano y largo plazo.

Con la quiebra perdemos casi todos, los agricultores, los trabajadores del campo, los transportadores, los comerciantes de las zonas de influencia del cultivo, donde el arroz mueve la economía, almacenes de insumos, ferreterías, estaciones de servicio, restaurantes, talleres de mecánica, tiendas de ropa; y los colombianos que a futuro tendremos que comprar arroz importado, de menor calidad y con precios superiores.

¿Quienes no pierden?

La industria molinera, que seguirá comprando arroz barato, importando y ganando su jugosa intermediación, los grandes importadores, las cadenas de supermercados -que siempre ganan-, y el gobierno que, en lugar de buscar solución a la crisis, capitaliza esta protesta como un logro en su discurso de lucha social poniendo a los arroceros como un gremio de ricos quejosos porque el arroz está barato y eso beneficia es al pueblo. Y es que, en el corto plazo, -solo en el corto plazo- los precios bajos, si se trasladan al consumidor final; ayudarían a contener inflación de alimentos. Un caramelo envenenado, porque si desaparece el productor, desaparece el equilibrio.

La situación es muy compleja, el paro ya está afectando las economías locales, mientras los industriales siguen esperando que la movilización de los agricultores de resultado y el precio del arroz suba para vender a buen precio el arroz que ya compraron barato, y el gobierno no muestra ningún interés por solucionar la crisis, por el contrario, aprovecha la situación para reforzar su discurso populista y de lucha de clases estigmatizando a quienes producen. Ya en situaciones anteriores ha utilizado el mismo patrón recurrente: protesta → negociación → anuncio de medidas → incumplimientos → nueva protesta.

Solidaridad y empatía con nuestros hermanos arroceros, un gremio tan sufrido como el nuestro. Los colombianos no podemos ser indiferentes con su lucha, hoy son ellos, mañana, cualquiera de los otros sectores productivos del país, porque el problema de fondo no es precio actual, el problema, es el modelo económico que tenemos, que premia al que transforma y comercializa, y castiga al que produce.

La pregunta ahora es, ¿Qué hacer? ¿Qué debe hacer el gremio ante el silencio del gobierno? ¿Y qué podemos hacer nosotros como ciudadanos?

El gremio deberá solidificar su estructura, unificar sus voces, escalar la protesta para convertir el paro en una campaña nacional con respaldo ciudadano, internacionalizar la denuncia y escalar políticamente la presión sumando fuerzas con otros gremios productivos del país.

Y si usted es un colombiano del común, que no tiene nada que ver con este gremio, su contribución con la causa la hace consumiendo arroz colombiano, cuando compre revise el empaque, la ley colombiana exige que se informe si el producto es importado, no compre arroz importado, hoy puede ser más barato, pero a futuro será una condena más que tendremos.

Un país que destruye su aparato productivo es un país condenado a la pobreza.