CONtexto Ganadero - 13 años

columna

Matemáticos

por: CONtexto ganadero- 31 de Diciembre 1969

Hasta en vibrantes episodios de la política surge una presuntuosa jerga que confunde nexos entre ciencia y tecnología, matemáticas y pensamiento. Cada quien concede una definición a conceptos que unos tocan en forma superficial y otros que son admirados por su condición de docentes y su ecuanimidad.

Matemática ha sido desde la tierna infancia pesadilla de unos, o de virtuosismo elegante para otros.   De acuerdo con lo que pensaron hace milenios la ciencia primero fue denominada matemática. El término indica, que es algo que se puede aprender sin experiencia, solo por el hecho de pensar. Ahí está un principio de modernidad. La pasión humana por el sentido de la demostrabilidad.   En Siria, Egipto y Babilonia hubo conocimiento matemático, pero en Grecia alcanza su esplendor, el poder de la demostración de verdades que se habían quedaban en números. Un tal Euclides con la lógica de su geometría le dio contenido a la fuerza concluyente del análisis y la demostración.   Las ciencias exactas tienen respetabilidad cuando se afincan en porqués y desde luego, en análisis y corolarios, premisas y conclusiones.   El conocimiento es poder, “Knowledge is power”, dicen las grandes escuelas de pensamiento. Hay que escuchar, y cuestionar porque escuchar con obsecuencia trae los peligros de aceptar argumentos y observaciones que no deben convencer.   En ese viejo itinerario de las cifras salen los números arábigos, montados en la capacidad de pensar simbólicamente. Aunque nos esmeramos en rechazar los esfuerzos retóricos cuando no están respaldados en cifras, porque también fastidia la reiterada utilización cuando intuimos su manipulación.   Pero lleguemos al divino Platón. El dialogo es político. Las capacidades que debe tener un líder, especialmente en cuanto el conocimiento al servicio del bien común. En estos días de plenitud de la ciencia y del pensamiento vemos con preocupación que podemos estar cerca del posible ocaso de la humanidad.   Somos más exactos cada vez más en las mediciones por los artilugios que tenemos, no obstante abandonamos el método.   Nunca poseemos un saber definitivo, sino que, superamos las preguntas constantemente con nuevos interrogantes. La ciencia necesita de la filosofía y viceversa.   Nuestro respeto a los matemáticos nos lleva a inclinarnos con simpatía y respeto ante su autoridad. No obstante, recientemente algunos exponentes se destacaron por su imprecisión en respuestas nebulosas “como puede que si, puede que no, más bien puede que quien sabe”. Y tan campantes asumen doctorales posturas.   Los aires escolásticos que no dejan de llegar desde la academia, una institución erigida sobre la obsesión por la tesis y la prueba, rechazan algunos planteamientos que nos lleva a descalificar por su falta de rigor.