Una paradójica evidencia arrojó el reciente encuentro entre productores lecheros y el gobierno en la Cuarta Mesa Láctea, convocada por el senador Richard Humberto Fuelantala, en la Comisión IV del Senado el pasado 19 de junio.
A decir verdad, sorprendió no tanto por las conclusiones, sino porque puso sobre el tapete el desconocimiento que tiene el gobierno del sector lácteo, así como la falta de comunicación y coordinación de funciones que existe entre sus instituciones, pero, especialmente, la ausencia de una política pública que le dé un norte a este sector productivo, pues da la sensación de que todo queda sumergido en el trámite operativo con la atonía usual de la marcha del gobierno, olvidando que del sector lechero dependen más de 350 mil productores la mayoría de ellos muy pequeños y que a la vuelta de un año o menos enfrentarán la competencia de leche y derivados lácteos provenientes de Estados Unidos con cero arancel.
Si bien hay que destacar que por parte del Gobierno estuvieron presentes representantes —que no sus cabezas— de los ministerios de Agricultura, Comercio Exterior, de Salud, del Trabajo, del Interior, el DNP, DIAN, Invima y de la Polfa, sus exposiciones dejaron un sinsabor toda vez que los representantes de los ganaderos esperaban resultados concretos y con soportes estadísticos de los resultados de los compromisos adquiridos en las anteriores 3 mesas técnicas.
Las exposiciones de los funcionarios del gobierno dejaron ver que andaban como ruedas sueltas y, al igual que su máximo jefe, colocan sobre la mesa propuestas con total desconocimiento del sector y de su funcionamiento, como por ejemplo la de reformar los fondos parafiscales para que destinen recursos a la asistencia técnica, cuando ha sido uno de los pilares impulsados por Fedegán en la medida que le permiten los recursos de la parafiscalidad y de los recursos que, por su iniciativa, logra obtener de fuentes internacionales. ¡Bueno, ya estamos acostumbrados a que la ‘reformitis’, que es el sello característico de este gobierno!, desconozca lo que Ricardo Arenas, representante de Fedegán, denominó en este encuentro, como la curva de aprendizaje.
Pero tal vez lo que más llama la atención de la línea del gobierno es su convicción de que el problema del sector lácteo colombiano consiste en el exceso de oferta de leche, que el consumo interno siempre llega a un techo, y que su solución es crear una cultura exportadora de leche a través de toda la cadena, en donde ¡todos ganen!. No se debe olvidar que la distribución de beneficios que genera las exportaciones se da a través de precios.
Muy seguramente se les perdió la hojita de los consumos por estrato social. ¿Será que esa gran porción de hogares que no tienen ingresos o que es muy bajo y donde reside una gran cantidad de niños, no requieren ese ‘exceso de producción lechera’ que los funcionarios proponen que se exporte? La leche es un bien fundamental para la nutrición de los niños. El consumo per cápita de leche en ese segmento de la población está alrededor de los 36 litros por año. ¿No es una gran contradicción de las directrices del gobierno en el país ‘potencia de la vida’, sin desconocer la importancia de las exportaciones?
Además, identifican la baja competitividad del sector en razón a los altos costos de producción y bajas eficiencias, que impiden, precisamente, ser competitivos a nivel internacional, amén del argumento de la baja calidad de nuestra leche que ellos mismos argumentan.
Pero también llama la atención la duplicidad de funciones entre las mismas entidades del Estado. ¡Pese a que esta tarea no le corresponde a esta entidad se ha realizado esto!, se escuchó en varias exposiciones, aun cuando todas argumentan estar trabajando coordinadamente entre ellas. A propósito, no estuvo presente la entidad rectora de la sanidad animal, el ICA, ni Agrosavia, que son fundamentales para el sector agropecuario. ¿Se olvidó invitarlas? Tampoco estuvo presente la industria, que es parte de la solución.
La verdad es que son dos mundos diferentes: uno el que percibe el gobierno desde el escritorio y el otro el que vive el productor lechero que sufre la baja de precios, la inseguridad, y la falta de vías para sacar sus productos, amén de que ya está cansado de las promesas incumplidas del gobierno; que ve que se crean mesas y submesas de trabajo (que dice el gobierno que son pedidas por los mismos productores) cuyo trabajo no se traduce en ejecuciones, mientras el contrabando, por ejemplo el de quesos, trabaja sin descansar.
Hoy este sector le exige al gobierno respuestas estructurales; le exige respeto; le exige respuestas concretas en la estabilización de precios cuyos ingresos van al vaivén del mercado, de las condiciones climáticas y de los crecientes costos de producción, que afectan especialmente a los pequeños productores, muchos de ellos hoy presos de los cruderos; que no son sujetos de crédito, ni de muchos beneficios de que gozan personas que nunca han cogido un azadón. Como lo afirmaron, es un gobierno que no quiere al campo, que no ha ido al campo. Le piden que se ponga las botas. Le piden «Menos escritorio y más territorio».