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columna

Netchaev: el inspirador de las tiranías totalitarias del siglo XX

por: Eduardo Mackenzie- 31 de Diciembre 1969


Si los bolcheviques hubieran malogrado su golpe de Estado de octubre de 1917 el nombre de Sergei Netchaev no habría pasado a la Historia como el triste heraldo del terrorismo nihilista ruso.

Nacido en 1847 en una familia campesina pobre de Ivanovo, una ciudad industrial de Rusia, Netchaev fue una de las figuras centrales del movimiento anti-monarquista de la primera hora, en la década de 1860. Enviado a estudiar en la Universidad de Moscú a los 18 años, el joven brillante y ambicioso se relaciona con activistas que percibían, como él, la desigualdad de la sociedad rusa de aquella época. La gente los llamaba “nihilistas” por la negación que impulsaban de todos los valores morales y por conspirar por el derrumbe del sistema zarista para generar un cambio social, aunque no sabían muy bien qué otro orden podría substituirlo.

En ese entonces, no había partidos rusos, pero sí células de intelectuales, unos moderados —como el de Alexandre Herzen, escritor y pensador político original y honesto—, y otros violentos y exaltados que vivían en la clandestinidad. El grupo del nihilista Dimitri Pissarev, por ejemplo, le había declarado la guerra a las instituciones y a la cultura existente. El de Vissarion Bielinski, un crítico literario radical, jacobino, que se decía “occidentalista” pero que detestaba la Madona de Rafael y la ciudad de París, proclamaba: “La negación es mi dios”. Otro personaje exaltado, Mijaíl Bakunin, un agitador y organizador de revueltas, como la de Lyon (Francia), en 1870, atrajo la atención de Netchaev. Bakunin llegó a ser el teórico de la revolución espontánea y un fuerte contendor de Karl Marx en el congreso socialista de La Haya en 1872. La ruptura entre los “antiautoritarios” de Bakunin y los “autoritarios” de Marx separa hasta hoy los campos del anarquismo y el marxismo.

Las formaciones iniciales rusas, de perfiles inciertos, “no tenían nombre, ni organización, ni programa, ni objetivos”, explica Isaiah Berlin, el historiador de las ideas políticas y profesor de Oxford. Entre las facciones más fanáticas figuraba el grupúsculo conocido como “El infierno”. Otro no menos feroz pero más organizado y extendido y de nombre poético, era Tierra y Libertad (Zemlia i Volia). Uno de sus activistas plantó una bandera roja en la catedral de Kazan de San Petersburgo donde están enterrados los zares. Para vengarse de la acción de las autoridades, una de sus militantes, Vera Zasoulich, hiere de un tiro, el 24 de febrero de 1878, al general Trepov, jefe de la policía local. Zasoulich es juzgada y, gran sorpresa, es absuelta por el jurado. Huye entonces a Suiza y entra al grupo del exilado Georgi Plejanov, considerado como el fundador del marxismo ruso. Cinco años más tarde, ella pasa al campo del “socialismo científico”. Zasoulich, de espíritu libre, se opondrá en 1917, junto con Plejanov, al golpe de Estado bolchevique de Lenin y Trotski.

Los populistas eran pues cenáculos heterogéneos, minúsculos, con visiones y actitudes diversas. Gente poco enterada de la realidad de su país eran, pese a todo, incondicionales de la acción individual violenta. Un miembro del grupo de Dimitri Karakozov, de “El infierno”, intentó eliminar a Alexandre II en 1866. Este zar había obtenido la liberación de los siervos en 1861 y era visto como una promesa de cambio. Se rodeaba de ministros que comprendían que la reducción del retraso de Rusia frente a Europa dependía de poner fin a la autocracia imperial e instaurar una monarquía constitucional. Sin embargo, él será asesinado 15 años después por un miembro de La Voluntad del Pueblo, una fracción de Tierra y Libertad, donde había militado Netchaev junto con Karakozov.

Años antes, en 1869, el autodidacta Netchaev creó en Moscú un grupúsculo, la ‘Sociedad de la Hacha’, cuya mayor atrocidad fue el asesinato de uno de sus propios miembros, el estudiante Iván Ivanovich Ivanov, acusado sin fundamento de traición. Ese crimen estremeció a la sociedad de la época. Para escapar a las autoridades, Netchaev huye a Ginebra, donde escribirá bajo la influencia de Bakunin El Catecismo del revolucionario. Empero, la promoción de sus ideas, su insistencia en la brutalidad sin límites y su carácter obscuro y autoritario le crean enemigos, incluso dentro de los extremistas. En 1872 es arrestado por la policía suiza y extraditado a Rusia, donde es encarcelado en la Fortaleza de Pedro y Pablo en San Petersburgo hasta su muerte en 1882, a los 35 años. Tras el cobarde asesinato de Ivanov (1) Bakunin comprendió que había sido burlado y chantajeado por Netchaev.

El Catecismo del revolucionario es un corto y explosivo texto en 26 puntos donde fluyen frases como esta: “El revolucionario, en el fondo de su ser, no sólo en palabras sino en actos, ha roto todo lazo con el orden público y con todo el mundo civilizado, con todas sus leyes, conveniencias, convenciones sociales y reglas morales de ese mundo. El revolucionario es un enemigo implacable de ese mundo, y él no vive sino para mejor destruirlo.” (2)

Esa proclama invita a desatar una devastación humana y material sin concesiones y sin objeto que ella llama revolución. Según Netchaev, el revolucionario debe estar dispuesto a sacrificarlo todo, incluida su propia vida y la de los demás, para lograr sus objetivos. El justifica el uso de la violencia extrema, la manipulación y la traición si fuera necesario, para demoler el viejo orden. Pero no se interesa por el carácter que tendrá el nuevo régimen: “La asociación no tiene, por lo tanto, ninguna intención de imponer desde arriba una nueva organización para el pueblo. (…) Esta es tarea de las generaciones futuras. Nuestra tarea es la destrucción general, apasionada, completa y despiadada”.

El filósofo Jean Granier cuenta que Fiodor Dostoievski, aunque conservador y eslavófilo, frecuentó por poco tiempo el círculo de Mijaíl Petrashevski, de tendencia Fourierista y en lucha contra el absolutismo de Nicolás I. El gran escritor anotó en 1866, en los “cuadernos” de Crimen y Castigo: “El nihilismo es la bajeza del pensamiento. El nihilismo es el lacayo del pensamiento” (3).

Otros analistas creen vislumbrar en el carácter de Netchaev el típico psicópata, un ser humano desprovisto de sentimientos de empatía por los otros seres de la Tierra.

Isaiah Berlin no está lejos de esa severa apreciación cuando describe sin ambages algunos rasgos del populista ruso: “Netchaev era perverso. Era un mentiroso tremendo, un manipulador totalmente sin escrúpulos. Él le dijo a Bakunin que existía un poderoso movimiento pro-Bakunin en Rusia. Hasta le indicó cómo la gente estaba organizada. Nada de eso era cierto.” Entusiasmado, Bakunin regresó a Rusia y terminó en la cárcel.

Netchaev no fue el precursor de los terroristas rusos, pues éstos actuaban desde años atrás. Fue, más bien, la expresión rústica y premonitoria de las revoluciones totalitarias del siglo XX. La radicalidad de Netchaev produjo un texto que va lejos en el campo del mal: condensa el odio más implacable contra la civilización y contra la humanidad. Ese odio específico será adoptado años más tarde por los bolcheviques de Lenin, Trotski y Stalin y sus émulos subsiguientes convirtiéndose en la guía de la devastación de lo humano y en sostén psicológico de los verdugos comunistas del mundo entero.

La noción de “Todo está permitido” dará nacimiento a los totalitarismos del siglo XX donde los dictadores forjan el terror de Estado y justifican millones de crímenes contra quienes se oponen a sus ideas. El terrorismo ruso primitivo tendía en cambio hacia la acción individual aislada, en cuanto al agresor y al agredido, y el atacante terminaba pagando su crimen inevitablemente.

El totalitarismo bolchevique, que se puede resumir en masivo terror de Estado y la mentira sistemática, era y es protegido por la burocracia comunista. El historiador Gerard Chaliand aporta un dato significante sobre el papel central jugado por Netchaev en la formación de esa psicología y sobre el alcance de su doctrina. “Situado en el cruce de caminos entre el populismo, el anarquismo y el nihilismo, Netchaev anuncia la dictadura de un pequeño circulo de revolucionarios (…) Él es por quien la revolución entra en su fase activa y el terrorismo se convierte en un medio de esa acción.”

A diferencia de lo que algunos sostienen, Netchaev no fue un elemento sin lazos con el marxismo. Chaliand detalla: “Netchaev anuncia la dictadura preconizada por Piotr Tkatchev, uno de los primeros que dio a conocer en Rusia el materialismo histórico de Marx y lo introdujo en la polémica desarrollada en los círculos populistas”.

Y no solo Marx. Tkatchev fue, digamos, el primer leninista antes de Lenin. Hélène Carrère d’Encausse, en su biografía de Lenin, saca del olvido a Tkatchev al resumir sus ideas: “El consideraba que la suerte histórica de su país era la ausencia de burguesía. Pero no creía en las virtudes especiales del pueblo, aunque, pensaba, es imposible una revolución sin éste”. Tkatchev estimaba que el pueblo “debe estar enmarcado, dirigido, guiado, y no librado a una supuesta sabiduría histórica innata, que no existe” y que, al rechazar la opción campesina de los populistas, Tkatchev “condenó vigorosamente el rechazo del Estado de Bakunin”. No hay que destruir el Estado, decía Tkatchev, sino “reemplazarlo por instituciones revolucionarias rigurosamente organizadas”. Es más, Tkatchev completó su doctrina diciendo: “La revolución significa toma del poder y conservación del poder, no por las masas, sino por una minoría de revolucionarios perfectamente organizados”. En otras palabras: Lenin, con su teoría del partido revolucionario sistematizó algo que ya había bosquejado el ideólogo Tkatchev.

El historiador Stéphane Courtois, compilador de El libro negro del comunismo, también admite que hay un hilo conductor entre el terrorismo ruso de los grupos conspiradores de la primera época y el comunismo. Courtois ya había escrito en 1997: “Si ellos se decían vinculados a la tradición europea del marxismo, los bolcheviques hundían también sus raíces en el movimiento revolucionario ruso. Durante todo el siglo XIX este mantuvo una relación estrecha con la violencia minoritaria cuya primera expresión radical se debe a Serge Netchaev”.

Courtois recuerda que el nihilista Tkatchev llegó a proponer la exterminación de todos los rusos a partir de los 25 años, que fueran considerados como “incapaces de realizar la idea revolucionaria”. Ello escandalizó al mismo Bakunin quien, en una carta a Netchaev, le responde: “Nuestro pueblo no es una hoja en blanco sobre la cual toda sociedad secreta puede escribir lo que le parece bueno, su programa comunista por ejemplo”.

Stéphane Courtois reitera: “Es cierto que la Internacional Comunista exige ‘Del pasado hagamos tabla rasa’ y que Mao se comparaba a un poeta genial que caligrafiaba sobre la famosa página en blanco. ¡Como si una civilización varias veces milenaria pudiera ser vista como una página en blanco!”.

Courtois admite que el fanatismo extraordinario de Netchaev tuvo repercusiones vastas y profundas. “Stalin fue hasta el extremo de la acción realizada por Lenin y preconizada por Netchaev: él adoptó medios extremos para implementar una política extrema”.

El cita una frase del excelente filósofo polonés Leszek Kolakovski, cuyas palabras deberían tener un eco especial en la Colombia de hoy: “La idea de que el mundo existente es tan totalmente corrompido que es indispensable mejorarlo y que, precisamente por eso, el mundo que lo sucederá aportará la plenitud de la perfección y de la liberación última, esta idea es una de las aberraciones más monstruosas del espíritu humano”.

Hay una relación íntima, sistemáticamente ocultada por la extrema izquierda, entre el furor devastador de masas del comunismo de Lenin y el populismo terrorista de Netchaev. Aunque éste murió en 1882, su nihilismo basado en la creencia de el “todo está permitido” y en la negación de toda idea que no fuera la suya, y su convicción de que la violencia en todas sus formas abriría caminos al estallido de la revolución rusa, impresionaron y perdieron, entre otros, al hermano mayor de Lenin, Alexandre Ulianov.

Este, turbulento e intransigente, compartía las doctrinas de Pissarev y Tchernyshevski, autor de la novela ¿Qué hacer? (4), título que años después Vladimir Ulianov utilizará para titular su diatriba contra los mencheviques y en favor de construir un partido sin democracia interna, con disciplina militar y bajo el control de un jefe (5). Alexandre Ulianov, quien había figurado como jefe no proclamado de una operación destinada a asesinar a Alexandre III, fue juzgado y condenado a muerte. Utilizando sus altas relaciones en la administración zarista, su madre, María Alexandrovna, remueve tierra y cielo para obtener la liberación de su hija Anna, y salvar la vida de su hijo. Al cabo de miles de esfuerzos, logra que le permitan asistir al proceso y días después de la condena obtiene una gracia especial del zar: si su hijo acepta expresar un arrepentimiento la pena de muerte será anulada. Sin embargo, Alexandre rehúsa: él prefiere la muerte a renegar de sus ideas y, en la madrugada del 20 de mayo de 1887, junto con los cuatro otros conjurados, es ahorcado. Anna deberá pagar una pena de prisión domiciliaria vigilada en la casa de su madre en Kokouchkino.

Stephen Courtois evoca un episodio sangriento de venganza que exhibe el apetito de Lenin por la violencia política inútil que venía de Netchaev: “El odio de Lenin por ese régimen estaba profundamente enraizado. Lenin es quien, personalmente, y a espaldas de los miembros del buró político, decide y organiza la masacre de la familia imperial de los Romanov”. El 17 de julio de 1918, Nicolás II, su esposa Alexandra, sus cinco hijos y cuatro secretarios, detenidos en Tobolsk, al este de los Urales, fueron fusilados y rematados con bayonetas. Sus cadáveres fueron mutilados con granadas, ácidos y cal, incinerados en una mina y arrojados después en dos fosas excavadas para que nadie pudiera recuperarlos.

Hélène Carrère d’Encausse escribe en Le Malheur russe: “Este país en su desgracia sin igual aparece como un enigma a aquellos que escrutan su destino. (…) Esta larga tradición homicida ha modelado sin duda alguna una conciencia colectiva en la que la esperanza de un universo político pacificado ocupa poco lugar”. Nada es más cierto. La vida rusa de 2025 confirma que el odio Netchaeviano y leninista perdura hasta hoy ¡y de qué manera!


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(1).- Dostoievski, en su novela Los demonios (o Los poseídos), evoca el asesinato de Ivanov, cometido por Netchaev. Éste aparece, solamente desde la edición de 1922, bajo los rasgos de Piotr Verkhovensky.

(2).- Ver el excelente editorial de José Alvear Actualidad del Catecismo revolucionario de Netchaev, del 14 de abril de 2025, y el texto completo de El Catecismo del revolucionario, en: https://lalinternaazul2.wordpress.com/2025/04/14/actualidad-del-catecismo-revolucionario-de-netchaev/

(3).- En abril de 1849, los miembros del grupo Petrashevski fueron arrestados. Considerado en esa época como un escritor de segundo orden, Dostoievski es llevado con los otros a la Fortaleza de Pedro y Pablo. Juzgado y condenado a muerte, el hombre de letras sobrevivió tras sufrir un simulacro de fusilamiento. Temiendo un nuevo motín sangriento como el de 1825, con extensiones dentro del ejército, el zar Nicolás I, decidió en diciembre de ese año apaciguar los ánimos y conmutar, a última hora, esa pena por otra de exilio en Omsk, Siberia, durante cuatro años.

(4).- Tchernyshevski fue detenido en 1862 por llamar a los campesinos a la revuelta. En su obra de 1863 ¿Qué hacer? aborda desde una perspectiva socialista moderada temas como la reforma educativa y la irrupción cultural de Europa occidental en Rusia. Él se interroga, además, sobre las dificultades que plantea la ciencia en un país dominado por la agricultura, el cristianismo y la tradición.

(5).- En su obra Lénine, autopsie d’un dictateur, Paul Mourousy dice que, en uno de los primeros números del periódico Iskra (La chispa), el líder bolchevique escribió: “Jamás una clase ha llegado al poder sin tener jefes políticos, hombres capaces de organizar el movimiento y conducirlo. Así pues, nada de democracia en la organización interna del partido, pero sobre todo jefes o, más exactamente, ¡un jefe!”.

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La Linterna Azul, Bogotá. https://lalinternaazul2.wordpress.com/2025/04/22/netchaev-el-inspirador-de-las-tiranias-totalitarias-del-siglo-xx/

Costa Noticias, Barranquilla. https://costanoticias.com/netchaev-el-inspirador-de-las-tiranias-totalitarias-del-siglo-xx-por-eduardo-mackenzie/

21 de abril de 2025