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columna

¿Para qué son los militares?

por: - 31 de Diciembre 1969

Si usted es un cantante ¿cómo demuestra que es bueno en su oficio? Pues vendiendo muchos discos y dando muchos conciertos. Si es cirujano, operando gente. Si es arquitecto, diseñando planos o construyendo edificios. Si es cocinero, preparado suculentos platos…

Por: Enrique Ramírez Yáñez

Pero en Colombia, si usted es militar, o policía, ni siquiera se le ocurra hacer lo que hacen los militares y policías en todo el mundo: Defender a la gente buena y perseguir a los malos, incluso usando las armas que la República le entregó para que la defienda. No. No vaya a cometer semejante estupidez. Y si es comandante de un batallón, o de una brigada, o de una división, encierre a sus hombres en sus cuarteles y ordéneles que se pongan a jugar parqués o veintiuna. Pero ni de fundas los saque a la calle y menos los despliegue en los campos de la patria. Esto no se puede hacer en esta época de paz y de prevalencia de los derechos humanos. Eso de andar patrullando veredas es violatorio del “Nuevo Derecho”: La zona rural es exclusivamente para la narcoguerrilla y los “Nuevos Paras”, que tienen derecho a seguir sembrando coca, extorsionando y secuestrando, asesinando campesinos, sin que nadie los moleste. Por allá el Ejército de Colombia no debe asomarse: corre el riesgo de que tenga que matar a algún chusmero…

Aprenda de la experiencia ajena: Vea lo que le está pasando al general Nicacio Martínez, comandante de nuestro Ejército: Por ponerse a exigir a sus subalternos resultados operacionales (¡Qué atrevimiento el de ese general! ¡Cómo pretende que el Ejército Colombiano haga lo que hacen los ejércitos de todo el mundo, es decir, capturar o dar de baja a los enemigos de la Nación!) por exigir, repito, que sus subalternos cumplan con su deber, la mamertería criolla, esta vez con el refuerzo del New York Times, exige, aunque ya pasó Semana Santa, que crucifiquen al malvado general.

Yo no se si con los años me he vuelto más brutico de lo que era cuando nací. Pero no entiendo por qué los colombianos tenemos que repudiar y crucificar a un comandante porque ordenó darles bala a los enemigos de la Nación. ¿No es precisamente eso –que les den bala a esas bestias– lo que queremos la inmensa mayoría de los ciudadanos?

Tampoco entiendo el poco apoyo que en este país de cobardes y de hipócritas ha recibido el general Martínez. Me duele en el alma que su jefe supremo, el presidente Duque, se haya lavado las manos, cual Pilatos, nombrando una comisión para que investigue los protocolos militares, en lugar de defender abiertamente al jefe de su Ejército. Ni entiendo por qué siguen en servicio activo los generales que traicionaron su uniforme y filtraron al diario gringo documentos reservados de la institución. El periodista independiente Gustavo Rugeles ha dicho que ya están identificados, y aunque no dio nombres, sí mencionó que uno de ellos es un mayor general que trabaja en la Inspección General del Ejército, el otro está en Washington y el tercero es comandante de una división. Los tres, muy allegados al general Mejía, anterior comandante de las fuerzas armadas, y desde luego santistas de pura cepa. El mismo general Mejía que dejó crecer los cultivos de coca y los grupos narcoguerrilleros, porque andaba dedicado a “diseñar el ejército del postconflicto…”

De modo que ya sabemos de dónde le llega el agua al molino.

Ojalá esto no se resuelva dando de baja al general Martínez y designando en su reemplazo a uno de los conspiradores...