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columna

¿Qué hacer?

por: - 31 de Diciembre 1969

Me estoy preguntando si debo decorar el árbol navideño con mis corbatas. Puede ser que quede bonito. Un testimonio a un pasado que no volverá.

Todo empezó con una pregunta suelta de mi señora: “¿qué vamos a hacer con tus corbatas?” Mi cara de sorpresa fue grande. “¿Cómo así?”, respondí ganando tiempo. Pero el interrogante es profundo y válido. La verdad, desde marzo, me he puesto corbata en cuatro oportunidades.

Una de ellas fue para la ceremonia virtual del grado universitario de mi hijo, al que decidimos darle solemnidad, a pesar de estar en familia. ¿Qué hacer entonces con las decenas de corbatas que cuelgan tristes y abandonadas?

¿Qué hacer con las oficinas a las que no volvimos? Es muy probable que, superada la pandemia, necesitemos una tercera parte del espacio que tenemos disponible. Pero ¿es prudente salir a vender lo que hoy estimamos que nos sobra? Lo cierto es que el inventario de oficinas disponibles en el mundo no debería crecer porque es evidente que no volveremos a lo mismo de antes.

Los viajes de trabajo también se volverán esporádicos y solemnes. ¿Las convenciones, asambleas y ferias son un asunto del pasado? Algunos sostienen que nunca volverán a tener la trascendencia que tuvieron. Otros estiman que, por el contrario, tendrán un auge porque la gente quiere salir, ver a otras personas, estar en eventos colectivos y gozar con las multitudes. Todo dependerá de la vacuna y de la posibilidad de que no se presenten otros virus.

¿Qué hacer con los automóviles? ¿Realmente es necesario tener más de uno? Salvo en el caos bogotano, es evidente que la movilidad se va a reducir. Menos trayectos laborales tendrán un efecto en la infraestructura del transporte público. Lo lógico sería tener un único vehículo para los viajes largos que se seguirán presentando.

¿Es posible vivir en la finca? Antes de la pandemia era una opción inviable. Hoy depende de la calidad del servicio de internet. Pero es perfectamente posible estar en otra ciudad o en otro país sin que ello afecte en absoluto la productividad y la conectividad. Para muchos, la residencia secundaria se volverá la principal. Trabajar no estará ligado al domicilio.

¿Sobran centros comerciales desplazados por las ventas por internet? ¿Qué deben hacer las universidades y colegios con sus costosas infraestructuras que hoy están semivacías? La misma pregunta aplica para teatros, cines, estadios, hoteles o casinos.

Es cierto, estas preguntas aplican para personas acomodadas que trabajan en el sector servicios. No son tan relevantes para la manufactura y las labores agropecuarias donde los cambios son, por el momento, mucho menores. Para millones de conciudadanos, especialmente los más pobres, lo cotidiano en la pandemia se parece mucho a su realidad antes del virus. Lo que ha cambiado es la mascarilla que ahora nos acompaña todo el tiempo.

La respuesta a cada una de estas preguntas tiene graves consecuencias económicas. Por lo pronto me estoy preguntando si debo considerar decorar el árbol navideño con corbatas. Puede ser que quede bonito. Un testimonio a un pasado que no volverá.

Coletilla: Desde el 20 de julio de 2020, se han presentado al Congreso de la República 815 proyectos de ley. De estas proporciones es la inestabilidad jurídica.

Miguel Gómez Martínez

Presidente de Fasecolda

migomahu@hotmail.com

Portafolio, diciembre 01 de 2020