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columna

Quedó claro...

por: José Félix Lafaurie Rivera- 31 de Diciembre 1969


Estas fueron las palabras más utilizadas en el alegato final del expresidente Uribe, con el cual concluyó el juicio oral en su contra. En un ejercicio contundente de “disección persuasiva” desmenuzó mentiras, inconsistencias, contradicciones y hasta yerros de la fiscal del caso, para dejar al desnudo la verdad y en claro su inocencia.

Reiteró también su afirmación de “ni mentir, ni callar”, refiriéndose a la instrucción a sus defensores y, en especial, al abogado Cadena en relación con las gestiones de este último, en su nombre, sí, pero no para sobornar testigos, sino para “verificar” los testimonios que el senador Cepeda, en 2012, autoinvestido y camuflado como defensor de derechos humanos, se dedicó a recoger en las cárceles para inculpar al expresidente de conformación de grupos paramilitares.

Sin embargo, aunque “quedó claro” que Álvaro Uribe es inocente y, por el contrario, en entredicho la inocencia y las intenciones del senador Cepeda, la fiscal insistió tozudamente en la solicitud de condena, en oposición a la de absolución presentada por la Procuraduría y precedida por las de preclusión de sus antecesores, los fiscales Javier Cárdenas en 2022 y Gabriel Jaimes en 2021.

Pareciera entonces que el juicio habría necesitado tantos fiscales como fueran necesarios para lograr solicitud de condena. Hay una famosa frase atribuida a Alfonso X, “El sabio”, pero con versión más reciente de Konrad Adenauer, primer canciller alemán de la posguerra: “En política -y en la justicia en este caso-, lo importante no es tener razón, sino que te la den”.

Quisiera sumarme sin reservas a la frase de cajón con la que políticos y hasta personas injustamente inculpadas suelen responder en entrevistas de ocasión: “creo en la justicia colombiana”. Yo quisiera creer, pero me cuesta. ¿Cómo hacerlo en un país donde criminales confesos de miles de secuestros, asesinatos, reclutamiento y violación de menores y cuanto lo quepa al Código Penal, están en el Congreso sin recibir condena alguna y, cuando la reciban, será de mentirillas?

¿Cómo creer si, mientras la impunidad ronda el 90% y hasta se paga por no matar, la razón se niega contra toda evidencia? Recuerdo otra lapidaria de Francisco de Quevedo: “Donde hay poca justicia es un peligro tener razón”, y añado: donde hay poca justicia y la poca que hay se politiza para atacar adversarios en los estrados judiciales, el Estado de Derecho y la democracia tambalean.

Quedó claro que el juicio contra Uribe fue político y pasará a la historia, no solo por la insigne condición del inculpado, sino por las contradicciones y mentiras, pruebas perdidas y manipuladas y testigos que no aparecen a conveniencia; por el sitio preferencial de una presunta víctima compartiendo mesa con la Fiscalía, por sus “señitas” a los declarantes y los papelitos que se dejan caer…

Quedó claro que, al margen del fallo, las fuerzas civilistas del país, que aún somos mayoría -Academia, gremios, partidos, medios- debemos unirnos en una suerte de Acuerdo Nacional desde la sociedad civil para salvar la democracia a partir de la restauración de la justicia.

Quedó claro para el senador estadounidense Bernie Moreno, que “Colombia necesita detener el uso de su sistema judicial como arma contra el expresidente Álvaro Uribe”.

La juez del caso -es de esperarse- fallará en derecho y tendrá en sus manos la oportunidad de reivindicar la autonomía y credibilidad de la justicia que el país reclama.

Porque la justicia es la médula espinal de la democracia liberal y un daño irreparable en la primera puede paralizar y hasta matar a la segunda. Porque la justicia… es la última trinchera del hombre libre ante el asedio a la democracia amenazada.

@jflafaurie