En el segundo día de la XIX Gira Técnica Nacional de Fedegán, cerca de 400 productores recorren dos fincas del Cesar convertidas en referentes por su innovación, ética empresarial y respeto ambiental. Ambas empresas demuestran que el trópico bajo puede ser competitivo y rentable.
Hoy, en el segundo día de la Gira Técnica Nacional Ganadera 2025 organizada por Fedegán – FNG, productores de distintas regiones del país se reúnen en el Cesar con el propósito de observar modelos de ganadería que van más allá de la tradición.
En este recorrido, las ganaderías Betancur y Rancho Alegre han sido seleccionadas como verdades vivas, ejemplos a replicar que demuestran que la innovación, la sostenibilidad y la visión empresarial pueden transformar la producción ganadera en el trópico bajo. (Lea en CONtexto ganadero: Estas perlas ganaderas del Cesar y Magdalena harán parte de la Gira Técnica Nacional 2025)
En la ganadería Betancur, propiedad de Jesús Betancur, la apuesta desde hace 16 años ha sido trabajar un programa de leche especializado con vacas élite preñadas con toros gyr, con el fin de elevar fertilidad, productividad y adaptabilidad. La meta es que este modelo sea un referente no solo en el Cesar, sino en La Guajira, Magdalena y Atlántico, y eventualmente en toda la Costa Caribe.
Actualmente, Ganadería Betancur cuenta con 140 hectáreas, de las cuales 40 están destinadas exclusivamente a la productividad lechera, mientras que las otras 100 hectáreas se enfocan en el ganado horro, es decir, levante, novillo y destete.
En total, se manejan 671 animales en todo el predio, con una raza predominante girolando F1. La finca tiene en ordeño 150 animales, lo que representa una producción diaria de 2.700 litros de leche, con un promedio individual de 18 litros por vaca.
David Suárez, administrador de la ganadería, aseguró que “por supuesto que es posible hacer lechería especializada en el trópico bajo. Hoy, en este trópico, ganadería Betancur es el modelo para ser potencia mundial de Colombia. Podemos sostener 5 animales por hectárea, fertilizamos igual que las tierras del trópico alto”.
La finca no solo apuesta por genética sobresaliente, sino también por la mejora constante de suelos, la arborización y el manejo de materia orgánica.
De acuerdo con Suárez, “nos dedicamos a hacer suelos porque aprovechamos el abono de las vacas para fertilizar los potreros”. Además, han montado un sistema de pozo estercolero que recolecta residuos del ordeño y los recicla como abono líquido en potreros mediante aspersores.
Mariana Monsalve, miembro clave del equipo, refiere que su rol administrativo permite que la finca sistematice la operación con tecnología. En sus palabras, “nos apoyamos en el software Dairy Plan, donde tenemos datos reales de producción, partos, secados… si la vaca entra al ordeño con alguna anomalía, el software detecta una alarma”.
Además, Monsalve señaló que replicar este modelo exige tierra fértil, genética superior e inversión precisa.
El renacer de Rancho Alegre
Rancho Alegre, en manos de Fabián Daza, ha dado un giro radical desde su origen agrícola. Enfrentando la crisis del algodón, la finca se reinventó como un proyecto ganadero con enfoque técnico, ambiental y visionario. Según Daza, “la crisis del algodón nos enseñó que innovar no era una opción, era sobrevivir”.
Hoy, su especialidad es la cría de red sindhi puro y cruces F1 jerbrah (jersey x brahman), apoyada por tecnologías como la transferencia de embriones e inseminación artificial.
Pero más allá de genética, la finca ha convertido su territorio en un escenario de sostenibilidad con sistemas silvopastoriles, manejo rotacional de potreros, cero herbicidas, cero baños químicos, producción de energía solar y riego tecnificado.
Después de años de restauración ecológica, Rancho Alegre sostiene hasta seis animales por hectárea en temporada húmeda, alcanza producciones de 700 kg por hectárea y ha logrado altas ganancias diarias de peso, con destetes que superan los 270 kg anuales.
La finca también ha recuperado ecosistemas enteros, favorecido fauna nativa (más de 25 monos aulladores protegidos) y ha eliminado por completo el uso de insumos químicos. Este esfuerzo le valió el reconocimiento como Finca Élite en la Costa, en categoría de menos de 100 ejemplares, otorgado por Asocebú.
“Aquí producimos preñeces, cuidamos el suelo, apostamos por el aprendizaje abierto y seguimos sembrando sostenibilidad para cosechar rentabilidad”, sostuvo Daza. (Lea en CONtexto ganadero: Esta finca dejó el algodón para convertirse en una potencia ganadera del Caribe)
Lo que comparten Betancur y Rancho Alegre es una visión estratégica que articula tres pilares: genética adaptada, infraestructura técnica y responsabilidad ambiental.
Para quienes participan en la gira técnica, estos modelos no son propiedad exclusiva de grandes capitales ni terrenos de altura. Se pueden adaptar, escalar y replicar en diferentes municipios del Caribe colombiano, si hay voluntad, inversión y formación técnica.