La dieta en las semanas previas y posteriores al parto define la salud de la vaca, la calidad del calostro y la producción de leche. Un manejo equivocado puede abrir la puerta a enfermedades metabólicas y pérdidas económicas para la finca.
El parto es uno de los momentos más delicados en la vida productiva de una vaca. No solo porque define la llegada de una nueva cría, sino porque de la alimentación, antes y después de este suceso, depende la salud del animal, la calidad del calostro, la prevención de enfermedades metabólicas y, en última instancia, la rentabilidad del productor. (Lea en CONtexto ganadero: Antes, durante y después del parto de la vaca. Asistencia y casos especiales)
Lo que la vaca coma en estas semanas críticas marcará el éxito o el fracaso de toda la lactancia.
El médico veterinario Jorge Luis Ortega, consultado por CONtexto ganadero, lo explicó así: “Una vaca que no se adapta antes del parto al consumo de concentrados no será capaz de absorber los ácidos grasos volátiles con la rapidez necesaria. Esto abre la puerta a problemas de acidosis ruminal y a complicaciones metabólicas serias en la lactancia”.
Un artículo publicado en la revista Mundo Ganadero amplió que, durante el periodo seco, la vaca recibe forrajes de menor calidad energética, lo que provoca una reducción de hasta un 50% en la superficie de absorción del rumen en las primeras semanas.
Además, advierte que “el riesgo de acumulación de ácido láctico en el rumen se puede reducir considerablemente adaptando la flora ruminal a dietas con más almidón a partir de tres o cuatro semanas antes del parto”. (Lea en CONtexto ganadero: Claves para un parto exitoso en vacas primerizas)
Lo anterior quiere decir que la clave está en ir introduciendo ingredientes propios de la ración de lactancia, mantener fibra de buena calidad y garantizar un balance energético positivo. Así, el rumen llega preparado para enfrentar el salto productivo que se avecina.
Reto del posparto
Tras el nacimiento, la vaca se enfrenta a un cambio drástico: de no producir leche a volcar grandes cantidades de nutrientes en el calostro y en la lactancia. Aquí, el calcio se convierte en protagonista.
Ortega lo advierte y es enfático: “El calcio en el calostro triplica la concentración que encontramos en la leche normal, lo que significa que la vaca debe movilizar reservas corporales a una velocidad extraordinaria. Si no lo logra, aparecen los cuadros de fiebre de leche y pérdidas productivas importantes”.
El artículo de Mundo Ganadero confirmó esta realidad al señalar que “hasta un 50% de las vacas presentan hipocalcemia clínica durante los primeros días post-parto”. Allí se explica que la transición multiplica las necesidades de calcio y que la movilización de reservas corporales resulta imprescindible para cubrir la demanda inicial.
La publicación también recomienda estrategias preventivas como el uso de sales aniónicas —siempre con precaución para no reducir el consumo de materia seca— y subraya la importancia de la fibra. En palabras del texto: “La saliva tiene un alto contenido en bicarbonato, lo cual hace que sea el principal factor para mantener estable el ambiente ruminal y prevenir posibles problemas de acidosis”.
Productividad y rentabilidad
El manejo nutricional en esta etapa no es un gasto, sino una inversión que define el futuro de la lactancia. Una dieta estratégica antes y después del parto garantiza que la vaca alcance su potencial genético y reduzca el riesgo de enfermedades.
Ortega lo resume así: “Una vaca bien alimentada en el preparto llega al posparto con más defensas, menos riesgos de enfermedades metabólicas y mayor producción de leche. Esa es la diferencia entre perder dinero o lograr un incremento real en la rentabilidad”.
Como lo plantea la experiencia en campo y lo respalda la literatura técnica, el éxito productivo empieza antes del parto. Preparar a la vaca con la dieta correcta y acompañarla en el posparto es asegurar más litros de leche y años de vida productiva.