La presidenta de la Asociación Nacional de Criadores de Razas Criollas y Colombianas, Mariana Navarro, hizo un llamado urgente a reconocer el valor del ganado autóctono. Adaptados al trópico, resistentes y con gran potencial productivo, estos ejemplares siguen siendo subestimados en su propio país.
Las razas criollas colombianas son resistentes, productivas y están completamente adaptadas a los suelos y climas del país. Aun así, siguen siendo vistas con desdén frente a razas extranjeras.
Desde hace más de dos décadas, la Asociación Nacional de Criadores de Razas Criollas y Colombianas (Asocriollo) ha trabajado para cambiar esa percepción. Hoy, su presidenta, Mariana Navarro, insiste en que ha llegado el momento de sentir orgullo real por lo nuestro.
“El primer reto de las razas criollas es, tristemente, el hecho de ser colombianas. Suena extraño, pero en muchos aspectos, no solo en la ganadería, se le da más valor a lo que viene del extranjero”, aseguró Navarro. (Lea en CONtexto ganadero: Ganado precursor, con potencial y mucho valor: Asocriollo)
Su diagnóstico no es nuevo, pero sigue siendo preocupante: el desprecio por lo propio ha impedido que razas como el blanco orejinegro o el romosinuano ocupen el lugar que merecen en la ganadería nacional.
Navarro dirige Asocriollo desde hace más de siete años. La asociación nació en el año 2000 como una iniciativa para consolidar esfuerzos que antes estaban dispersos en asociaciones separadas para cada raza. El cambio fue estratégico: “Nos dimos cuenta de que, trabajando juntos, era posible crecer, tener mayor popularidad y una imagen más sólida”.
Potencial ignorado
En Colombia, hablar de ganadería moderna todavía suele asociarse con razas traídas de otras latitudes. Pero esa idea parte de un desconocimiento técnico: las razas criollas, lejos de ser una opción inferior, ofrecen ventajas claras en los sistemas tropicales.
“No se trata de decir que una raza es la mejor, sino de entender que todas son buenas, dependiendo de dónde se apliquen y del sistema de producción”, señala Navarro. Esa es la filosofía con la que Asocriollo ha trabajado durante años: promover un enfoque basado en la adaptación y no en la moda ganadera.
En este sentido, el ganado criollo colombiano no tiene nada que envidiar. El ganado blanco orejinegro ha demostrado ser altamente eficiente en Colombia. El romosinuano, por su parte, ha cruzado fronteras: ha sido trabajado en Venezuela, Costa Rica y Estados Unidos, incluso en la Universidad del Sur de Florida, antes de llegar a México.
Tarea pendiente de Estado y gremio
Asocriollo cuenta con aval del Ministerio de Agricultura como entidad encargada del manejo de las razas criollas. Tiene funciones clave: emitir registros genealógicos, certificar pureza racial y garantizar resultados en cruzamientos F1. Pese a eso, su labor aún no cuenta con el reconocimiento institucional que merece.
“Queremos fortalecer nuestra asociación, certificar que estos animales son realmente puros, para que al utilizarlos en cruzamientos F1, los resultados sean los esperados”, expresó Navarro. A su juicio, la política pública debería impulsar un mayor uso de estas razas en programas de mejoramiento genético y sostenibilidad productiva.
“El término 'criollo' significa hijo de europeos nacidos en América, en este caso, ganado traído con la colonización y adaptado a nuestras condiciones”, explica Navarro. Esa adaptación no es menor: implica décadas de evolución en condiciones específicas, lo que se traduce en rusticidad, resistencia a enfermedades y eficiencia alimenticia.
Llamado urgente
La apuesta por el ganado criollo no es nostálgica ni nacionalista: es técnica, económica y ambiental. En un escenario de cambio climático y presión sobre los recursos, usar razas adaptadas al medio es una decisión estratégica, no simbólica. (Lea en CONtexto ganadero: Asocriollo realiza un censo de razas criollas y colombianas)
Por eso, Asocriollo insiste: es hora de mirar hacia adentro, de apoyar lo que tenemos y de construir una ganadería que reconozca su herencia genética como ventaja, no como obstáculo. Porque, como dice Mariana Navarro, “tenemos razas que, con un buen manejo, representan una excelente opción para mejorar la productividad del país”. Y están aquí. Son nuestras. Solo falta que las valoremos.