Dichas críticas suelen ser simplistas y, además, no tienen suficientemente en cuenta la complejidad y diversidad de los sistemas de producción, los contextos y las necesidades nutricionales; ni la inevitabilidad de tener que hacer concesiones en todas las dimensiones de la sostenibilidad a la hora de evaluar los pros y los contras de la producción y el consumo de productos cárnicos y ganaderos, ni la necesidad de adoptar un enfoque integrado y no “monotemático” para alimentar de forma adecuada, saludable y asequible a una población mundial de 8 000 millones de personas. Además, muchas de estas críticas se basan en investigaciones deficientes o en pruebas y datos limitados y muy selectivos.
Por el contrario, la OPIC basa sus opiniones sobre las repercusiones del consumo de alimentos de origen animal en datos científicos sólidos. En este sentido, un importante estudio publicado por Beal et al. en el Journal of Nutrition en enero de 2023 titulado «¿Amigo o enemigo? El papel de los alimentos de origen animal en una dieta saludable y sostenible» revisa los riesgos y beneficios para la salud y el medio ambiente de estos alimentos. En el estudio se analiza el equilibrio entre nutrición y medio ambiente y se resumen las pruebas existentes sobre las proteínas alternativas y los alimentos ricos en proteínas.
Nutrición y salud
Un hallazgo fundamental, que corrobora las pruebas presentadas ante diversos comités de la OPIC (Profesora Alice Stanton, Boletín de la OPIC 646, Comité de Carne Sostenible), es que los alimentos de origen animal son ricos en aquellos nutrientes biodisponibles población mundial. Los alimentos de origen animal son la única fuente alimentaria intrínseca de vitamina B12 y contienen formas más biodisponibles de vitaminas A y D, hierro y zinc que los alimentos de origen vegetal. En términos generales, el hierro de los alimentos de origen animal es de 1,5 a 2 veces más biodisponible que el de los de origen vegetal. “La deficiencia de estos micronutrientes durante periodos críticos de la vida puede tener consecuencias graves y duraderas, desde defectos congénitos hasta anemia, reducción del crecimiento, deterioro cognitivo, mayor susceptibilidad a las infecciones, raquitismo, disminución de la productividad laboral, ceguera e incluso la muerte.”
Además de vitaminas y minerales, los alimentos de origen animal también contienen ácidos grasos esenciales y una alta densidad de aminoácidos importantes para el crecimiento, el desarrollo y la preservación de la salud. Las necesidades nutricionales varían a lo largo de la vida cambiantes, como el crecimiento y el desarrollo, la reproducción o el mantenimiento general de un buen estado de salud. Una nutrición deficiente durante los primeros 1.000 días de vida puede tener consecuencias graves a largo riesgos para la salud. plazo, tales como un crecimiento y desarrollo deficientes, una mayor probabilidad de malnutrición intergeneracional, una disminución del potencial económico y un mayor riesgo de muerte. (Lea: Colombia es reconocida globalmente por su ganadería sostenible, natural y ecológica)
Si bien muchas poblaciones del África subsahariana y el sur de Asia pueden beneficiarse de una mejor nutrición con un mayor consumo de alimentos de origen animal, en los países donde su consumo es elevado debería limitarse la carne procesada y consumirse carne roja con moderación para reducir los riesgos para la salud. En vista del aporte para la nutrición y los resultados positivos para la salud de la carne roja no procesada, la Escala Mundial de Calidad de la Dieta (Global Diet Quality Score) sugiere que una ingesta moderada de entre 9 y 46 gramos al día (g/d) contribuye de forma positiva a la calidad de la dieta, a diferencia de las ingestas inferiores y superiores. En las recomendaciones del Fondo Mundial para la Investigación del Cáncer para la reducción del riesgo de cáncer y otras enfermedades no transmisibles se reconocen los beneficios de una ingesta moderada máxima de 50-71 g de carne roja no procesada al día. Del mismo modo, las directrices dietéticas actuales también recomiendan limitar la ingesta de grasas saturadas por debajo del 10% de la ingesta calórica, tanto las de origen animal como las vegetales. No obstante, sustituir las grasas saturadas por hidratos de carbono refinados y azúcares no mejora los marcadores de las enfermedades cardiovasculares.
Medio ambiente
El ganado utiliza grandes extensiones de terreno, sobre todo para pastos y cultivos forrajeros. De los 2.000 millones de hectáreas de pastizales utilizados actualmente por el ganado, unos 700 millones de hectáreas podrían transformarse en tierras de cultivo para producir cosechas. Los 1.300 millones de hectáreas restantes no son convertibles y la única forma de dedicarlas a la producción de alimentos es a través de la ganadería. El total de tierra cultivable utilizada para la alimentación del ganado, principalmente para pollos y cerdos, es de unos 550 millones de ha, lo que corresponde al 40% del suelo cultivable mundial.
El aumento de la demanda mundial de alimentos de origen animal ha provocado una expansión de la tierra necesaria para pastos y producción de piensos en algunas regiones, lo que contribuye a la deforestación o degradación del suelo. El estiércol del ganado aplicado al suelo en forma de nitrógeno y fósforo ralentiza o limita el declive de la fertilidad del suelo. Sin embargo, el uso de cantidades excesivas de estiércol provoca la pérdida de nutrientes a través de las emisiones gaseosas, la lixiviación y la escorrentía, con los consiguientes efectos negativos para el medio ambiente.
En la actualidad, la agricultura utiliza alrededor del 70% del agua dulce disponible en todo el mundo, mientras que la ganadería utiliza alrededor del 41% del agua agrícola mundial. La mayor parte del agua utilizada por el ganado es “agua verde” (94%) procedente de las precipitaciones almacenadas en los pastos, que caerían sobre la tierra con o sin ganado. Los pastos situados en tierras marginales no compiten por el agua con las tierras de cultivo. La contribución del ganado al uso total de agua procedente del riego (agua azul) es relativamente baja: un 6% en el caso de los pollos de engorde y un 14% en el de los cerdos. La productividad del agua del ganado (la cantidad de alimento producido por unidad de agua) es mayor en el caso de la leche, los huevos y el cerdo, con valores globales de 24 a 26 g de proteína bruta comestible/m3 de agua, mientras que para el ganado vacuno es de 4,9 g de proteína bruta comestible/m3 de agua.
La ganadería tiene efectos tanto positivos como negativos sobre la biodiversidad, y es una importante fuente de biodiversidad en sí misma. La liberación de un exceso de nutrientes en los ecosistemas, el uso de sustancias ecotóxicas y la conversión de la selva amazónica en pastos o tierras de cultivo forrajero y el sobrepastoreo dañan la biodiversidad, que se beneficia del reciclaje del estiércol y del mantenimiento de praderas seminaturales. El pastoreo adecuado mantiene la biodiversidad, pero si se abandonan los pastizales, pueden convertirse en matorrales y bosques con una biodiversidad y una resistencia reducidas. (Lea: Ganadería sostenible: disminuir la contaminación aumentando la productividad)
Los alimentos de origen animal desempeñan un papel importante en los diversos agroecosistemas circulares mediante el reciclaje, la reducción de la pérdida y el desperdicio de alimentos y el aumento de la productividad, lo que ayuda a restaurar la biodiversidad y el suelo degradado, así como a mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de la producción de alimentos.