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El drama silencioso de los pequeños ganaderos en Colombia

Foto: Fedegán FNG

En la Colombia rural, una vaca representa ahorro, respaldo económico y, en muchos casos, el sustento básico del hogar.

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La ganadería que sostiene al país se muere en silencio

por: Melanny Orozco- 31 de Diciembre 1969

En Colombia, más de 394.000 predios ganaderos tienen menos de 25 cabezas de ganado. Son los pequeños productores quienes sostienen parte de la seguridad alimentaria del país, aunque enfrentan un cúmulo de retos estructurales, ambientales y sociales.

En Colombia, más de 394.000 predios ganaderos tienen menos de 25 cabezas de ganado. Son los pequeños productores quienes sostienen parte de la seguridad alimentaria del país, aunque enfrentan un cúmulo de retos estructurales, ambientales y sociales.


En las zonas rurales de Colombia, donde el ganado habita en potreros arrendados y las vacas son la única forma de ahorro, se libra una batalla silenciosa por la sostenibilidad ganadera.

La ganadería colombiana es tan diversa como su geografía. En palabras de Clara Viviana Rúa Bustamante, investigadora máster de Agrosavia, no se puede hablar de un solo modelo productivo ni de una única problemática:

“Tenemos una diversidad tremenda, tanto territorial como sociodemográfica, que condiciona los sistemas productivos y los mercados. La ganadería se mueve con esa variabilidad”. (Lea en CONtexto ganadero: El pequeño ganadero, clave en el desarrollo del sector)

En este amplio espectro, los pequeños ganaderos –aquellos con menos de 50 cabezas de ganado– conforman una porción significativa del sector.

Según datos de la Federación Colombiana de Ganaderos (Fedegán), en 2024 se registraron más de 242.000 predios con menos de 10 animales y cerca de 152.000 con entre 11 y 25. Son quienes crían su ganado en pequeñas parcelas, sin maquinaria especializada ni grandes extensiones, y muchas veces, sin acceso a asistencia técnica ni veterinaria.


La vaca como alcancía


En la Colombia rural profunda, la ganadería no solo es una actividad económica, es también una forma de subsistencia. Una vaca representa ahorro, respaldo económico y, en muchos casos, el sustento básico del hogar.

De acuerdo con Rúa Bustamante, “es una ganadería asociada al autoabastecimiento de leche y carne, pero también es un banco, una caja de ahorro. Una, dos o tres vacas son todo lo que una familia tiene para enfrentar necesidades sociales, educación o salud”.

Este modelo de producción, que aporta a la seguridad alimentaria del país, se ve seriamente amenazado por la falta de tierras adecuadas, alimentos para el ganado y servicios básicos. Muchos pequeños productores no tienen potreros propios, deben recurrir al arriendo de tierras.


Tecnología lejana


En la mayoría de los casos, los pequeños ganaderos no tienen acceso a prácticas como la rotación de potreros, el uso de forrajes mejorados o la elaboración de silos. La investigadora aseguró que “a pesar del gran conocimiento tradicional, no acceden fácilmente a tecnologías ni a programas de formación técnica”.

Aunque la ley establece una ruta de transferencia del conocimiento desde los centros de investigación hacia los productores, en la práctica este modelo se ha quedado corto.


Mujeres ganaderas


La ganadería colombiana está liderada, en su mayoría, por hombres. Sin embargo, cada vez más mujeres asumen roles clave en la producción y comercialización.

El problema, según Rua Bustamante, es que “los sistemas productivos liderados por mujeres enfrentan todavía más barreras de acceso a tecnologías, crédito y asistencia técnica”.

Pese a ello, muchas de ellas lideran procesos comunitarios, iniciativas de asociatividad y mejoras en prácticas sostenibles. (Lea en CONtexto ganadero: La ganadería sostenible llega a los pequeños productores de Guachucal, Nariño)


Costos y sostenibilidad


Los pequeños productores difícilmente cubren los costos de mantener su ganado, mucho menos de mejorar sus procesos. A menudo deben diversificar con bovinos, cultivos transitorios, elaboración artesanal de quesos o venta de leche cruda. “No viven solo de la ganadería porque esta, por sí sola, no da”, afirmó la investigadora.

A esto se suma el reto de la comercialización. La escala les juega en contra, pues transportar un solo animal a la planta de beneficio es costoso y logísticamente complejo. La cadena de frío, las licencias sanitarias y los permisos los excluyen del mercado formal, perpetuando un círculo de informalidad.

Aunque estos ganaderos tienen una menor huella ambiental por su escala reducida, su sostenibilidad es frágil. En palabras de Rua Bustamante, “cuando hablamos de sostenibilidad, no basta con pensar en el impacto ambiental. El pequeño productor también flaquea en lo económico y social. Está solo, y muchas veces, ni siquiera tiene la tierra que pisa”.


Asociatividad e innovación


La solución, aunque compleja, pasa por reconocer al pequeño productor como protagonista del sistema agroalimentario colombiano. Experiencias exitosas de cooperativismo, asociatividad y adaptación tecnológica en otros países muestran el camino, pero requieren identificación territorial, inversión y voluntad política real.

Como mencionó la académica, “necesitamos que lo que se genere en investigación llegue al campo. Que se active el sistema de innovación territorial, que las entidades asuman su rol y haya programas diseñados para las condiciones reales de estos productores”.