Durante más de un siglo, investigadores han documentado una extensa variedad de garrapatas en diferentes regiones del país. Muchas afectan directamente al ganado y otras se relacionan con especies silvestres, lo que plantea un riesgo sanitario y ecológico de gran alcance.
Colombia alberga una de las mayores diversidades de garrapatas del continente, con al menos 80 especies identificadas desde principios del siglo XX hasta hoy.
El trabajo del médico veterinario Gustavo López Valencia reveló no solo su distribución histórica, sino también su potencial impacto en la ganadería, la biodiversidad y la salud humana. (Lea en CONtexto ganadero: ¿Conoce usted el ciclo de vida de las garrapatas?)
La recopilación hecha por López Valencia muestra un mapa inquietante en el que las garrapatas de todos los géneros han sido encontradas desde la costa Caribe hasta los Andes, pasando por los Llanos y el Amazonas.
Rhipicephalus (Boophilus) microplus, identificado ya en 1931, es quizás el más conocido y temido por los ganaderos, afectando bovinos y equinos en casi todos los climas del país, pero no está solo.
En Viotá, Espinal y La Dorada se identificó en 1936 el Amblyomma cajennense group, también sobre bovinos y equinos. En la misma época, el Dermacentor nitens se detectó en équidos en todo el país.
Más adelante, en 1940, Amblyomma maculatum apareció en bovinos, caninos y equinos de zonas como Nariño, Espinal y la Sierra Nevada de Santa Marta.
En ese orden de ideas, la lista continúa, pues en 1942 se registró *Rhipicephalus sanguineus, que afecta principalmente a perros, y **Amblyomma ovale***, presente en bovinos, aves, y mamíferos como la mustela frenata en lugares como Zaragoza y Valle del Cauca.
El Amblyomma dissimile, que parasita iguanas y boas, ha sido reportado en climas diversos desde 1938, mientras que Argas miniatus fue detectado en aves en Santa Marta desde 1937.
Una de las características más preocupantes del inventario es la capacidad de muchas especies de infestar tanto animales domésticos como silvestres.
El Amblyomma crassum, por ejemplo, ha sido encontrado en tortugas terrestres como Testudo tabulata, mientras que Amblyomma rotundatum aparece en Bufo marinus y Geoemyda punctularia, según registros de los años 40 y 50.
En el río Raposo y Carimagua se detectaron especies como Amblyomma auricularium, que infesta al armadillo Dasypus novemcinctus, y al perro doméstico. Otras, como el Amblyomma tapirellum, atacan al Eira barbara y al pecarí, mientras que Ixodes tapirus se encontró en el tapir andino (Tapirus pinchaque) en San Agustín en 1951.
También se han encontrado especies asociadas a aves migratorias, reptiles y murciélagos, como el Ornithodoros marinkellei, detectado en Cartagena parasitando murciélagos del género Pteronotus, o el Antricola mexicanus, en la misma zona.
Ganadería en riesgo
López Valencia aseguró que “las garrapatas representan el parásito más importante en ganadería”. (Lea en CONtexto ganadero: Identifican clave genética que podría frenar a las garrapatas en bovinos)
Su presencia en animales productivos compromete su salud, reduce la eficiencia productiva y obliga a un gasto sostenido en acaricidas. La infestación con Boophilus microplus, por ejemplo, está asociada con enfermedades como la babesiosis y la anaplasmosis, que causan fiebre, anemia y hasta la muerte en bovinos.
Pero el problema va más allá de los animales de granja, ya que muchas de estas garrapatas están ligadas a especies silvestres, lo que las convierte en puentes perfectos para enfermedades zoonóticas.
En Río Baudó, por ejemplo, se reportó el Dermacentor imitans en humanos y en el tayasu tajacu (pecarí), revelando el potencial salto de patógenos entre fauna silvestre y humana.
Es por esto que López Valencia insistió en que el país necesita “un enfoque integral de control”, que combine vigilancia taxonómica, prácticas sostenibles, reducción de hábitats propicios, y menos dependencia de químicos. El uso indiscriminado de acaricidas ya ha provocado resistencia en varias especies, con consecuencias económicas y ambientales.