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Foto: abc.com.py

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Se requieren tres lactancias para cubrir costos del levante de una vaca

por: - 31 de Diciembre 1969

Teniendo en cuenta circunstancias como el costo de levante, el precio de venta de la leche y el margen por litro, para amortizar el costo incurrido durante el levante de un animal se requiere alrededor de 3 lactancias, y de allí en adelante, la vaca empieza a generar utilidad.

Teniendo en cuenta circunstancias como el costo de levante, el precio de venta de la leche y el margen por litro, para amortizar el costo incurrido durante el levante de un animal se requiere alrededor de 3 lactancias, y de allí en adelante, la vaca empieza a generar utilidad.

Así lo planteó Fernando Osorio Sierra, especialista en gerencia y nutrición de rumiantes de Alimentos Finca, quien indicó que uno de los factores que juega en contra de este objetivo es la presencia de “productos fallidos”, como los califica el Dr. Alex Bach, 2019, quien en una revisión reportó que en el Reino Unido el 16 % de las novillas de primer parto no completaron su primera lactancia; en Canadá dicho porcentaje fue del 15 % y en Hungría, 19 %. (Lea: Conozca en qué consiste el pico de lactancia de las vacas)

En una evaluación que se hizo entre 2010 y 2015 en diversas regiones en Colombia, se rastreó el descarte de cerca de 9.500 vacas y se encontró que en Cundinamarca el 21.1 % de éstas fueron descartadas durante o al terminar su primera lactancia, el 19.2 % en Antioquia y el 22.1 % en Nariño; es decir, valores aún más altos que los reportados en los países citados.

Además del lucro cesante que dejan estos animales porque ni siquiera alcanzan a cubrir su costo de levante, se eleva la presión de mantener más reemplazos y se dificulta alcanzar la madurez del hato, lo que representa un alto costo al negocio.

Así mismo, señaló que cuando se observa la evolución de las dos principales cuencas lecheras del país entre 2008 y 2019, se encuentra que en Cundinamarca los hatos tienden cada vez a ser más jóvenes; en efecto, en el año 2008 el 43.4 % de los mismos tenían menos de 3 partos en promedio; para el 2019, este grupo aumentó al 56.9 %. En Antioquia, por el contrario, parece que los ganaderos tratan de aumentar la edad promedio de sus hatos, ya que las fincas de menos de 3 partos pasan del 40.1 % del total en el 2008, al 29.7 % en 2019.

Esta diferencia no es menor pues en la medida que se mantenga un hato más maduro, su promedio de producción será mayor. En el caso de las poblaciones analizadas, la diferencia de un parto representa entre 0.5 y 1 litro de leche diario por vaca, sólo por el efecto de la edad. (Lea: Cómo analizar una curva de lactancia en vacas lecheras)

Para calcular la estructura “ideal” de un hato especializado en nuestro medio, se asume una tasa de descarte de 16.5 %, intervalo entre partos de 410 días, lo que arroja una edad promedio en términos de número de partos de 4.2.

Cuando se analizan los datos reales se observa que hay un buen trecho por recorrer en este sentido, lo que implica una importante área de oportunidad para mejorar la rentabilidad de nuestros hatos, sostuvo el experto.

De igual manera indicó que el promedio de vida de las vacas en Estados Unidos está estimada en 2.8 partos, las cuales de acuerdo a FAOSTAT (2017), producen 14.5 toneladas por lactancia, siendo éstas las mayores productividades por vaca en el mundo. “En nuestro sistema pastoril hemos recalcado la importancia de mantener la mayor longevidad posible de las vacas en la medida en que sus producciones por parto son significativamente menores a aquellas obtenidas en sistemas estabulados. En un análisis de alrededor de 1.500 lactancias completas con información diaria (Finca S.A.S., 2010), encontramos que las mayores producciones en nuestro medio se obtienen entre el cuarto y el sexto parto e incluso las vacas en su octavo, lactaron más que las novillas de primer parto”. (Lea: Lactoinducción permite recuperar animales considerados 'problema')

Como siempre se ha tenido como referente el hato norteamericano, parece hace normal que un 50 % o 60 % de nuestros animales estén en primer y segundo parto; esto, aunque es válido en el sistema estabulado e intensivo de Estados Unidos no tiene ninguna lógica en el nuestro. En las estructuras de nuestras lecherías, lo ideal es tener no más de un 35% de los animales en primer y segundo parto; lo que garantizaría tener un mayor número de vacas maduras que son las que finalmente les dan la rentabilidad a los hatos.

Osorio también planteó que durante los últimos años los ganaderos han tratado de compensar el incremento de sus costos a través de la intensificación en pastoreo; y en tal sentido señaló que aproximadamente el 70 % o más de la productividad en sistemas pastoriles se alcanza vía intensificación de las cargas; es decir, el desempeño (litros/vaca/día) normalmente explica menos del 30 % de la productividad.

“Como es común en nuestras ganaderías, sobre este parámetro encontramos nuevamente una gran diversidad de valores; sin embargo, hay un momento crítico en que la rentabilidad de las lecherías especializadas se incrementa linealmente y es a partir de cargas superiores a 3.0 U.G.G./Ha (una U.G.G. en nuestro sistema equivale a una vaca en producción de 600 kilogramos de peso vivo); el problema es definir en cada finca desde el punto de vista ambiental hasta dónde es posible presionar más la carga”.

Destacó que un buen número de ganaderías se encuentran ya en valores que difícilmente pueden superarse, a no ser que se incorporen sistemas adicionales de suplementación, lo cual no es fácil en un país carente mayoritariamente de residuos de cosecha o subproductos agrícolas. (Lea: Cómo lograr mayor producción de crías y de leche)

Concluyó señalando que “cuando hablamos de este sector como un todo, se mete en la misma bolsa una gran diversidad de modos de producción, medio ambientes, genéticas, niveles de tecnificación e incluso diferencias culturales, y finalmente se trata de buscar soluciones comunes a diferentes situaciones”. 

Para un productor pequeño y alejado de la ciudad, su solución puede ser la adecuación de las vías a su finca, un aporte del estado para la mejora de su genética, o incluso la simple extensión del servicio eléctrico para poder mejorar la calidad de su producto. Para otros ganaderos de zonas cálidas, la ayuda en la implementación de sistemas silvopastoriles, con soportes reales para la siembra y recomendaciones técnicas de especies a sembrar, con un incentivo económico que reconozca su labor en beneficio del medio ambiente, por ejemplo. En cambio, para un ganadero en la Sabana de Bogotá, alivios en la carga tributaria, considerando que su actividad está centrada en un elemento básico de la política de seguridad alimentaria del país, al igual que una tarifa de servicios públicos más acorde con la actividad y menos con la ubicación.