El veterinario Ricardo Arenas Ovalle insistió en que un plan de saneamiento bien diseñado es la clave para blindar la rentabilidad y evitar riesgos legales, ambientales y productivos. Un descuido en la implementación de esta estrategia podría costar la salud del hato y de los trabajadores de la finca, así como una pérdida económica significativa.
En muchas fincas ganaderas, las pérdidas productivas y los problemas de salud animal no se deben únicamente a enfermedades inevitables, sino a fallas en la higiene, el manejo del agua y el control de plagas.
Estas debilidades, que a menudo pasan desapercibidas en la rutina diaria, pueden corregirse con un plan de saneamiento bien estructurado como el que propone Arenas Ovalle en su Manual Práctico Ganadero. (Lea en CONtexto ganadero: Cinco recomendaciones para optimizar el agua en ganadería)
El profesional fue enfático en asegurar que “el plan de saneamiento en las buenas prácticas ganaderas es, sin duda, uno de los temas que quizá más preocupan a los ganaderos. Implementarlo correctamente es un freno fundamental en la propagación de enfermedades, un blindaje para la salud de todos y una vía directa para optimizar la producción en la finca”.
El Manual Práctico Ganadero estableció que el primer paso es identificar los puntos críticos de control como la calidad del agua, la limpieza y desinfección de equipos e instalaciones, y el manejo adecuado de residuos y plagas.
Esto significa que no se trata solo de cumplir con un requisito, sino de construir un sistema que reduzca riesgos sanitarios y proteja la calidad del producto final.
En el primer punto, el manual indicó que el agua destinada a los animales debe ser de calidad, abundante y fácilmente potabilizable, sin representar riesgo de contaminación. La legislación colombiana, a través del Decreto 475 de 1998 y el Decreto 3930 de 2010, regula este aspecto, exigiendo análisis periódicos que deben archivarse por mínimo tres años.
Además, las fuentes hídricas deben estar debidamente protegidas y reconocidas. Este control es esencial para garantizar que la leche y la carne lleguen al consumidor libres de contaminantes.
En ese orden de ideas, el segundo punto expuesto en el manual relató que cada procedimiento de limpieza y desinfección debe estar por escrito, en un lugar visible y ser comprendido por los operarios. Se debe especificar qué sustancias se usan, en qué dosis, con qué frecuencia y en qué condiciones deben almacenarse.
El siguiente aspecto se relaciona con residuos sólidos y líquidos, los cuales deben estar detallados en el plan. Con esto se evita la contaminación de productos, agua y ecosistemas, además de frenar la propagación de plagas.
Arenas Ovalle destacó que el uso de compostajes y biodigestores son clave para aprovechar la materia orgánica y las aguas residuales, mientras que las aguas domésticas requieren pozos sépticos diseñados técnicamente.
Luego siguen los residuos médicos, como material cortopunzante, que deben manipularse bajo normas técnicas estrictas. En el caso de cadáveres, placentas o camas de animales enfermos, se recomienda enterrarlos a una profundidad que permita al menos 30 centímetros de cobertura de tierra, lejos de fuentes de agua, linderos y viviendas.
El manual incluso habló sobre los residuos de maquinaria, como aceites o filtros, que requieren un manejo responsable para evitar la contaminación de suelos y pastos, una práctica que muchas veces se pasa por alto y puede derivar en sanciones.
Otro punto importante que los productores deben tener en cuenta es el manejo de plagas. La prevención comienza con bodegas limpias y ordenadas, el uso de estivas para almacenar alimentos y la correcta implementación de angeos (mallas mosquiteras), trampas y plaguicidas. (Lea en CONtexto ganadero: El secreto para mantener el rendimiento del predio y preservar su salud)
Arenas Ovalle mencionó que la higiene en el almacenamiento y el manejo adecuado de residuos son las mejores armas contra moscas, roedores y otras plagas que afectan tanto la salud animal como la calidad del producto.
Finalmente, el profesional concluye que la prevención es la mejor herramienta para mantener la producción estable, segura y rentable.