Una operación política silenciosa puso en riesgo la unidad del partido, usando a Atlas Intel como instrumento para crear confusión y debilitar a los liderazgos auténticos.
Por Unidad Investigativa Tinta Indeleble
Hay momentos en la política en los que las máscaras caen con estrépito. Detrás de los discursos sobre ética y transparencia, a veces se ocultan los mismos vicios que se denuncian. Es el caso que hoy sacude al Centro Democrático: mientras el candidato Miguel Uribe Londoño clamaba por “transparencia” en el proceso para escoger al abanderado presidencial del uribismo, su propio equipo habría buscado en secreto a la empresa Atlas Intel —la misma encuestadora que ahora califican de “antiética” y “oportunista”— para negociar los términos de una medición interna.
El escándalo no estalla por azar. Estalla porque lo que empezó como un contacto privado terminó como una estrategia de desprestigio, una táctica vieja y conocida: golpear a quien no se dejó comprar.
El silencio que se volvió ruido
El 17 de octubre de 2025, el Centro Democrático envió una solicitud formal a la firma Atlas Intel para que presentara una propuesta de medición que ayudara a definir quién sería su candidato presidencial para 2026. Todo parecía rutinario hasta que, al parecer días después, asesores de la campaña de Miguel Uribe contactaron directamente a la encuestadora, por fuera de los canales oficiales, para pedir una cotización paralela.
El asunto se mantuvo en silencio… hasta que no hubo acuerdo.
Y cuando la negociación fracasó, el discurso cambió radicalmente: la empresa, que hasta hacía poco era útil, pasó a ser un blanco político. Desde el entorno de Uribe Londoño comenzaron los ataques: que Atlas no era transparente, que tenía “cartas marcadas”, que actuaba con “oportunismo”.
Pero el dato que no contaron es que los primeros en tocar su puerta fueron ellos mismos.
La moral relativa de una campaña en crisis
La secuencia es inquietante: primero negocian, luego se quejan; primero buscan beneficiarse, luego gritan trampa.
¿No es eso lo que en política se llama doble moral?
Uribe Londoño pide ética, pero su equipo fue sorprendido tratando de manipular el mismo proceso que ahora denuncia como amañado.
El problema no es Atlas Intel.
El problema es que el uribismo está siendo arrastrado a una tormenta fabricada desde adentro, con ingredientes importados y un libreto que no parece escrito en Colombia.
La mano extranjera que opera en la sombra
Porque detrás de todo esto hay un nombre que cada vez suena con más fuerza: Lester Toledo, venezolano, exasesor de Nayib Bukele, con procesos abiertos en Miami y nexos que lo vinculan a operadores del chavismo camuflado.
No se trata de especulación. Medios como Prensa Llanera ya habían advertido que Toledo estaba moviendo fichas dentro del uribismo, no para fortalecerlo, sino para fracturarlo, reproduciendo tácticas que en Venezuela terminaron por dividir a la oposición y entregar el poder al régimen.
¿Y quién dirige hoy la campaña de Miguel Uribe? Precisamente Toledo.
El mismo personaje que, según informes periodísticos, maneja presupuestos desconocidos, coordina estrategias de comunicación y financia eventos masivos en distintas ciudades del país.
¿De dónde sale el dinero?
Las preguntas son inevitables:
¿Quién paga los aviones tipo jet en los que se movilizan más de 25 personas de la campaña?
¿Quién financia los buses para llenar eventos en Tolima, Medellín o el Palacio de los Deportes?
¿Quién paga los millonarios volantes, pendones, campañas digitales y la publicidad segmentada?
Las cifras no cuadran con los informes oficiales. Y si se confirma que los recursos provienen de operadores externos con vínculos internacionales, estaríamos ante una operación que no solo compromete la legalidad de la campaña, sino la coherencia ideológica de todo el uribismo.
Porque resulta grotesco que el mismo partido que ha denunciado durante años al chavismo y a sus tentáculos regionales, hoy termine sirviéndose de un operador que proviene precisamente de esas redes.
El uribismo en jaque: el enemigo está dentro
La pregunta de fondo no es si Atlas Intel es fiable o no.
La verdadera pregunta es: ¿quién está usando este escándalo para dividir el uribismo?
Hay una estrategia, calculada y fría, para generar desconfianza en el proceso interno del Centro Democrático. Y esa estrategia no viene de la izquierda, sino de un ala interna manipulada por un operador extranjero que conoce muy bien cómo infiltrar movimientos y provocar su colapso desde adentro.
Si logran destruir la cohesión del uribismo, la consecuencia será directa: el campo quedará libre para que la extrema izquierda se mantenga en el poder en 2026, mientras el partido con mayor representatividad en la derecha se consume en una guerra interna.
El patrón: negociar, filtrar, atacar
Todo encaja bajo una misma lógica:
- Negociar con Atlas Intel para asegurar condiciones favorables.
- Filtrar la información al interior del partido cuando no obtienen ventaja.
- Atacar públicamente a la firma para victimizarse y sembrar desconfianza en el proceso.
Una estrategia de desgaste que, en apariencia, busca limpiar la imagen de un candidato, pero en realidad desacredita el mecanismo que el propio partido había aprobado.
Así se instala el caos, así se destruye una colectividad desde adentro, y así operan —con manual aprendido— los exportadores del caos político.
El verdadero riesgo: quedarse sin partido
Si este episodio no se esclarece, el uribismo podría quedar sin candidato presidencial legítimo, sin unidad interna y sin rumbo.
Y todo, paradójicamente, por haber permitido que la doble moral se infiltrara entre sus filas: la que predica ética mientras negocia en secreto, la que habla de transparencia mientras manipula cifras, la que señala de chavista al adversario mientras se asocia con un operador del chavismo exiliado.
El daño está hecho, pero aún hay tiempo de detener la implosión.
El primer paso es la verdad.
El segundo, la depuración.
Y el tercero, cerrar filas contra quienes —desde dentro o desde fuera— quieren dinamitar el proyecto político más representativo de la derecha colombiana.
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