banner

Cargando...

‘Mañe Chocho’: el legado de un faro que iluminó la ganadería en el Caribe

Melanny Orozco 19 de Mayo 2025
Manuel Pedrozo Paba QEPDFoto: CortesíaUn hombre de bajo perfil, sin sociedad registrada, pero cuya sola mención era suficiente para generar confianza entre comerciantes y colegas de todo el país.

En Mompox vivió un hombre cuya fama no se escribió con tinta, sino con palabra firme y manos trabajadoras. Durante más de 6 décadas, Manuel Pedrozo dedicó su vida a criar ganado y guiar nuevas generaciones. Acompañado de su esposa y 9 hijos, nunca buscó aplausos ni títulos, pero dejó una marca indeleble en el campo colombiano.


Manuel Pedrozo Paba, conocido por todos en Mompox como ‘Mañe Chocho’, se dedicó a la ganadería desde muy joven y durante más de seis décadas, hasta que la enfermedad lo obligó a soltar las riendas. Su historia, contada hoy con orgullo por su hija, es testimonio de una vida marcada por la pasión, la honestidad y la fuerza de la palabra empeñada.

Nacido en 1939, a los 14 años comenzó a dedicarse a las labores del campo. Sin más escuela que la vida misma, y armado únicamente de su destreza para los números, su honestidad inquebrantable y su pasión por la ganadería, logró convertirse en uno de los ganaderos más respetados en la Depresión momposina.

Su historia es una de las muchas que raramente ocupan los titulares, pero que construyen el alma del campo colombiano. Un hombre de bajo perfil, sin sociedad registrada, pero cuya sola mención era suficiente para generar confianza entre comerciantes y colegas de todo el país.

Así lo contó Mayolis Pedrozo, hoy ganadera y quien tomó las riendas del negocio familiar:“Mi papá fue un hombre que se hizo a pulso, empezó desde joven, primero administrando fincas”. (Lea en CONtexto ganadero: Cómo seleccionar y cuidar a un caballo de finca)

Y añadió: “Él apenas estudió primaria, pero era más rápido que una calculadora. Con mi madre levantaron juntos una ganadería próspera. Traía los mejores caballos desde Venezuela y le gustaba regalarlos a sus amigos para que tuvieran buenos animales en las cabalgatas. Esa generosidad era parte de su forma de ser”.

La historia del señor Mañe Chocho es también la historia de una generación de hombres y mujeres del campo que construyeron su vida con valores hoy en peligro de extinción, la palabra empeñada, el trabajo desde la madrugada, la guía a los más jóvenes sin esperar nada a cambio. Para quienes lo conocieron, Pedrozo representaba esa estirpe de ganaderos que ya casi no quedan.

Su hija recordó con orgullo que “él nunca firmó papeles. Todo era la palabra. La gente del interior del país venía a comprar sus ganados porque sabían que cebaba 2.000 novillos con una calidad inigualable. Confiaban en él de una forma que ya se ha perdido”.


Ganadero de admirar


El impacto de Manuel Pedrozo no fue solo económico, fue humano. Padre de nueve hijos, esposo amoroso y referente moral para muchos, su finca se convirtió en un punto de partida para emprendedores rurales a quienes ayudaba con animales reproductores o consejos sabios.

Según su hija, “cuando veía a un joven con ganas de comenzar a trabajar en el campo, lo guiaba. Les decía que tenía toros que les podía servir y se los regalaba”.

Su vida cambió hace cinco años, cuando contrajo una difícil enfermedad, que lo debilitó poco a poco. Sin embargo, hasta el último mes antes de morir, aun orientaba a su hijo sobre cómo tratar una búfala enferma. (Lea en CONtexto ganadero: El búfalo toma fuerza en Colombia: cifras y razones del auge)

Además, seguía las ferias ganaderas por televisión y reconocía con emoción a sus animales en pantalla. “Él vivió el campo hasta el último día”, aseguró su hija Mayolis.

Hoy, los ganados de Mañe Chocho siguen siendo conocidos por su calidad y origen. Y aunque nunca buscó reconocimiento, su nombre se convirtió en una referencia indiscutible en toda la región.

En tiempos en los que el campo lucha contra el olvido, la historia de Manuel Pedrozo es un recordatorio del valor de quienes lo construyeron con las uñas, la palabra y la convicción de hacer las cosas bien. Su legado no se mide en premios ni certificados, sino en la huella que dejó en la gente y en su tierra.

“Eso era mi padre. Un guerrero incansable. Un hombre ejemplo para las generaciones. De esos ganaderos que ya casi no queda”, concluyó su hija Mayolis Pedrozo.


banner