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Vacunar ganado en Maicao, una misión al filo de la muerte

Melanny Orozco 26 de Noviembre 2025
Ni vacunar es seguro: Robo de moto a vacunador en Maicao atemoriza a profesionalesFoto: CortesíaEl hecho ocurrido en Maicao fue el robo de la moto a un vacunador, el mismo que en ocasiones anteriores se la habían hurtado a cambio de dinero.

En los campos del municipio de La Guajira, los funcionarios del ciclo contra aftosa trabajan bajo amenaza constante. Robo de motos, rescates exigidos y la ausencia de seguridad estatal obstaculizan la campaña sanitaria y ponen en jaque la economía de pequeños productores.


Hace pocos días, durante una jornada habitual del ciclo de vacunación contra fiebre aftosa y brucelosis bovina, el equipo del Fedegán en Maicao arrancó su ruta con optimismo, sin esperar que fueran víctimas de un nuevo hecho de violencia.

Esta vez se trató del robo de la moto a un vacunador, la misma que ya le habían robado en ocasiones anteriores a cambio de dinero. (Lea en CONtexto ganadero: Vacunadores del ciclo contra aftosa, víctimas del crimen organizado en Colombia)

Al frente de esta problemática está Javier Suárez, quien lleva más de 25 años al mando de la campaña. El funcionario aseguró que “este problema de inseguridad lo hemos vivido desde que yo comencé, pero en los últimos 5 años esto se ha agudizado más”.

En una de las zonas clave para la ganadería regional, la falta de acción de las autoridades y la persistencia de tratos delictivos convierten la inmunización del hato en una misión de alto riesgo.

Los ganaderos de Maicao cuentan con cerca de 8.000 cabezas de ganado, repartidas entre unos 130 pequeños y medianos productores que han dedicado generaciones a la cría. Es por esto que Suárez resaltó que la inseguridad no es nueva, pero la virulencia sí.

Ante el incremento de motos robadas y rescates que se elevan a un millón y medio de pesos o más, varios funcionarios han tenido que renunciar ante la presión de vivir y trabajar bajo amenazas constantes.

La campaña de vacunación, esencial para prevenir enfermedades como la fiebre aftosa o la rabia bovina, se ve comprometida cuando los equipos no pueden desplazarse con seguridad, o deciden no hacerlo. Una ruta abandonada implica animales sin inmunizar, fincas sin asistencia técnica y ganaderos con menos opciones para sostener su ­actividad.

En una región ya golpeada por el aumento de delitos, en 2025 se reportaron 1.044 hechos de inseguridad en el departamento, siendo Maicao uno de los municipios con más incidentes.


Vacunadores en riesgo

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Suárez señaló que la vía por la que circulan los vacunadores está catalogada como de alto riesgo, pues “ahí atracan todos los días durante los 365 días del año, no hay control del Estado como tal”.

El relato da cuenta de cómo las motos del equipo han sido robadas para luego exigir rescates. En un caso se pidió 2 millones de pesos para devolver el vehículo. Esta extorsión por parte de bandas que operan en zonas de frontera, con mezcla de delincuencia común y comunidades vulnerables, convierte la labor sanitaria en un blanco claro.

Pese a que se han convocado consejos de seguridad con alcaldes, Policía y batallón, Suárez advirtió que “nosotros ya estamos cansados de hacerlo. Con las autoridades no se cuenta”.

Los ganaderos, desanimados, prefieren resolver sus problemas por su cuenta pagando rescates, instalando guardias o simplemente dejando de ir a las fincas. La consecuencia no solo es la pérdida del equipo o del ganado, sino de la confianza institucional.

Esta ausencia de respuestas claras se convierte en impulso para que el abandono rural avance, la producción se frene, la inversión se retrae, y que en las zonas clave de la ganadería se pierda competitividad.


¿Qué pasa si no se vacuna?


El abandono de campañas sanitarias y el debilitamiento del hato bovino no solo afectan a los propios productores, sino que tienen repercusiones en la cadena alimentaria del país.

Si un solo animal resulta infectado, todo el hato debe ser sacrificado, no solo el del productor sino que incluso es necesario sacrificar el de los vecinos. Esto se traduce en una menor oferta de animales así como en más vulnerabilidad para comunidades rurales que dependen de esta actividad.

Las 8.000 cabezas, los 130 ganaderos, las rutas concluidas con temor: todos dependen de que esta “otra cara” de la inseguridad en Colombia sea visibilizada y atendida. (Lea en CONtexto ganadero: Conozca el tesón, compromiso y dedicación de nuestros vacunadores)


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