Por primera vez desde que iniciaron las negociaciones de paz, esta sociedad está aterrada con las mil y una exigencias de las Farc. Sus pretensiones, hasta el momento, son tan inverosímiles como irrealizables.

Lo dicho. Ningún gobierno se sentaría a negociar con un pederasta la política pública para la niñez. ¿Por qué este Gobierno negoció la política pública de tierras con quienes se han robado más de 700 mil hectáreas? Cuando menos, su devolución debió haberse impuesto como condición para el famoso primer punto de las negociaciones con las Farc, que hoy el Gobierno muestra como uno de sus grandes logros para el desarrollo rural.

En el momento más crítico para la ganadería, con una inflexión negativa nunca antes sentida y sin instrumentos de reconversión productiva, se puso en vigor el TLC con la Unión Europea.

Este debe ser el único país donde una alarma contra la seguridad nacional, pasa inadvertida para la opinión pública. Pero más abrumador resulta el hermetismo del Gobierno, luego de las versiones que señalan la frontera ecuatoriana, como destino del cargamento ilegal de armas fletado por Cuba, en el buque norcoreano retenido en Panamá.

Los “indignados” del campo y la ciudad, se están tomando el país. Lo grave del fenómeno es que puede acentuarse en lo que resta de esta administración, por cuenta de las crecientes demandas sociales sin atender y el pobre crecimiento económico.

No es casualidad que el Catatumbo convulsione justo ahora, que las Farc creen haber coronado en La Habana su reforma agraria expropiatoria.

El informe sobre el acuerdo rural de La Habana, deja inmensas inquietudes por las propuestas que revela y las amenazas que oculta.

Porque de eso se trata toda negociación. Se supone que las partes involucradas entregan algo y reciben algo para lograr un acuerdo que a todos beneficia.

Sí. Como ilustra nuestra caricatura, el diagnóstico es de una crisis lechera severa. Una enfermedad anunciada y frente a la cual nada hicieron los médicos, a pesar de los reclamos del paciente por una atención preventiva desde hace ya una década, cuando se empezó a anunciar la llegada del virus peligroso de los TLC, un virus que, si se trataba a tiempo, podría haber fortalecido al paciente, pero si no, lo abocaría a una condición de metástasis sin regreso.

¿Una declaración? ¿Una advertencia? ¿Una amenaza? ¿Cómo interpretar esa última frase del comunicado que el autodenominado Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC-EP, lanzó desde las montañas de Colombia el pasado 7 de junio?