Una ganadería en los Llanos Orientales adoptó un modelo basado en regenerar la tierra, sembrar árboles y aprovechar residuos para producir más con menos. Su enfoque mezcla sostenibilidad, bienestar y datos, y demuestra que la rentabilidad puede ir de la mano con el cuidado del entorno.
Una ganadería enclavada en la sabana de Puerto López, Meta, ha convertido el cuidado del suelo en el eje de su productividad y rentabilidad. Se trata de VerdeSer, una unidad que mezcla biofábrica, árboles y economía circular para lograr 450 kilos de carne por hectárea al año y una capacidad de carga de 3 Unidades de Gran Ganado (UGG).
Sus propietarios, Diego Andrés Gallegos y Alejandro Plata, decidieron emprender este proyecto hace 10 años, en 2015, cuando se dieron cuenta del alto nivel de deserción de los jóvenes en las actividades del campo. Ante el interrogante “¿Quién cuidará de la tierra cuando no quede nadie para labrarla?”, ellos resolvieron ser la respuesta.
“La economía ganadera está debajo de los pies; si lo engordamos, todo lo que esté arriba de él, engorda”, resaltó Diego Gallegos, quien junto a su compañero se considera neocampesino y tiene el propósito de demostrar que la ganadería puede ser compatible con la biodiversidad.
La finca partió de suelos con menos del 1 % de materia orgánica tras décadas de manejo tradicional. En 2015, sus fundadores se propusieron revertir la degradación y hacer del campo un lugar deseado.
“Es una travesía en donde los suelos gordos, son iguales a animales gordos y a los bolsillos gordos”, añadió Alejandro Plata, director de operaciones de VerdeSer. (Lea en CONtexto ganadero: Sin pasto no hay negocio: la clave del éxito de una ganadería empieza en el suelo)
¿Cómo lo están haciendo?
Ese cambio no solo impactó la tierra, también la vida. El equipo humano trabaja solo en las mañanas, reservando las tardes para el hogar. “El negocio ganadero, basado en volumen más que en valor, ofrecía márgenes raquíticos y un círculo vicioso: para ganar lo mismo había que meter más reses y abrir más sabana. Al mismo tiempo, el éxodo rural nos dejaba sin equipos de jóvenes”, replicó.
Fue entonces que resolvieron poner en marcha el modelo productivo conformado por la triada: biofábrica, árboles y ganadería en economía circular, precisamente con el objetivo de restaurar la vida. De este modo, buscan que la ganadería conviva en equilibrio con la naturaleza y promover el balance ecológico y económico.
Con árboles nativos como yopos, matarratón y nacedero, junto a una biofábrica de residuos, comenzaron a regenerar el suelo y a hacerlo más resiliente a lluvias y sequías. “Mientras los suelos “engordaban”, también lo hacía la productividad: 450 kilogramos de carne por hectárea al año”, destacó.
Con una carga regulada de 3 unidades de gran ganado (UGG) por hectárea, le da la opción de conservar forraje estratégico contra las sequías. (Lea en CONtexto ganadero: ¿Para qué sirve aprender sobre el color del suelo en las fincas?)
“Sin las cifras, esta experiencia sería solo filantropía. Pero el dato respalda la historia: ganamos más cuidando el suelo que exprimiéndolo”, indicó Alejandro Plata.
Escuela de formación
VerdeSer también promueve una escuela de formación no para ganaderos, sino para niños. Por ello, han apostado por llenarse de “reverdeSedores”, como ellos llaman a sus colaboradores con los que buscan revitalizar el campo.
“Llegué para probar la experiencia y me quedé. En las tardes descanso y me dedico a mi mamá y a mi hija. Antes pensaba aventurar, ahora sueño con motivar a más mujeres de lo importantes que somos para el campo”, manifestó Jasbledy Sierra, “reverdeSedora” junior de 30 años de edad.
La Orinoquía puede seguir vaciándose de brazos jóvenes o llenarse de reverdeSedores que encuentren, en cada centímetro de suelo, una oportunidad de prosperar.
“Elegimos lo segundo porque no se trata de salvar al planeta por altruismo; se trata de crecer con él, de manera armónica”, recalcó Gallegos.