El brote de viruela ovina y caprina ha obligado al país a una pérdida que golpea de lleno a la producción del queso feta y la economía ganadera griega. La cifra de ejemplares sacrificados representa cerca del 5 % del total nacional.
Grecia vive desde 2024 uno de los episodios sanitarios más graves de su ganadería reciente. Las autoridades han confirmado un avance constante del virus de la viruela ovina y caprina, lo que ha llevado al sacrificio de rebaños enteros en varias regiones.
En total, ya son más de 420.000 animales eliminados para frenar la enfermedad. (Lea en CONtexto ganadero: Sacrifican 17 mil animales por viruela ovina en España)
Aunque esta cifra representa cerca del 5 % del total nacional, el impacto es profundo. La mayoría de los rebaños afectados están ubicados en zonas donde la producción de leche para feta sostiene buena parte de la economía local. Cada pérdida reduce la disponibilidad de materia prima y aumenta la presión sobre un sector que depende de manera directa de la continuidad del ciclo productivo.
Riesgo para el “oro blanco” heleno
De acuerdo con el medio ABC, la Asociación Griega de Ganado calcula que las pérdidas acumuladas en estos quince meses superan los 350 millones de euros. También advierte que cerca del 15 % de los productores sigue sin recibir compensaciones y que muchos, sobre todo en el norte, afrontarán más dificultades porque no podrán mover sus rebaños hacia los pastos de invierno en Tesalia debido a las fuertes restricciones de movilidad.
En Grecia, alrededor del 80 % de la leche de oveja y cabra se destina exclusivamente a la elaboración de queso feta. Su peso económico es tal que cerca del 65 % de la producción total se exporta. Esto convierte al feta en uno de los productos más valiosos del país.
Una caída brusca en la entrada de leche podría tensar la oferta internacional. Las industrias lácteas ya reportan dificultades para asegurar volúmenes constantes y alertan que la reducción de animales tardará en recuperarse por completo. La preocupación se extiende a los mercados, donde existe un temor creciente a un aumento de precios y a un desabastecimiento parcial si el brote continúa.
Una enfermedad difícil de contener
El virus pertenece al grupo de los capripoxvirus y está catalogado en la Categoría A dentro de la normativa de sanidad animal de la Unión Europea. Aunque en la mayoría de los países europeos su incidencia es baja y no suele requerir medidas inmediatas, en Grecia el escenario es distinto. La propagación está siendo más rápida de lo previsto.
La transmisión ocurre por contacto directo con animales que presentan lesiones, por aerosoles, por heridas en la piel y también por la picadura de insectos. Además de reducir la producción de leche, deteriora la calidad de lana y pieles, lo que repercute en toda la cadena comercial. Cuando aparece un solo caso, los protocolos obligan a sacrificar el rebaño completo, un golpe muy duro para pequeños y medianos productores.
La dificultad aumenta porque el virus puede sobrevivir hasta dos meses sobre la lana y hasta medio año en instalaciones ganaderas. Esa resistencia ambiental complica la limpieza de explotaciones y amplía el riesgo de nuevos contagios, incluso después del sacrificio.
Grecia continúa aplicando medidas de control y vigilancia en las zonas afectadas, pero la expansión del brote sigue generando incertidumbre. Si la enfermedad no se contiene pronto, el país podría enfrentar una escasez prolongada de su queso más emblemático y un impacto económico que tardará años en compensarse.
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